Wednesday, January 5, 2022

Temas y personajes (96) en “El espejo enterrado” de Carlos Fuentes: Desde Etanislao López hasta Alejandro Walewski, por Javier J. Jaspe

 En pocas palabras. Javier J. Jaspe

Washington D.C. 

 La serie que continuamos hoy ha sido inspirada por un importante libro del renombrado autor mexicano, Carlos Fuentes, fallecido en 2012, considerado por muchos como una obra capital para el conocimiento de la historia y cultura latinoamericanas. Me refiero a El espejo enterrado, con el cual Fuentes aporta su luminosa y aleccionadora visión de los primeros 500 años transcurridos desde el  descubrimiento de América por Cristobal Colón en 1492. Esta obra fue publicada en su primera edición en México en 1998 y la que utilizamos corresponde a la décimacuarta reimpresión (Taurus bolsillo), junio 2005, 590 páginas.

El objetivo de la serie no es realizar un análisis de este libro, sino el de aportar breves textos adicionales encontrados en Intenet, sobre temas y personajes mencionados en el mismo, en las páginas que se indican entre paréntesis al lado de cada tema o personaje. Otros temas y personajes podrán agregarse, caso en el cual se mencionará al lado: (jjj). Los textos de Internet se transcriben en itálicas, en español o inglés, según sea el caso, con indicación de su fuente. Este nonagésimo sexto artículo se refiere a temas y personajes que van desde Etanislao López (1786-1838) hasta Alejandro Walewski (1810-1868). Veamos:

Etanislao López (388, 391) – “……Militar y político argentino, nacido en Santa Fe en 1786 y muerto en esa misma ciudad en 1838. Líder de los federalistas de Santa Fe, desde 1818 hasta su muerte gobernó dicha provincia y acaudilló a su ejército en las guerras civiles que enfrentaron a federalistas y unitarios. Acudió a la escuela en su ciudad natal, pero a los quince años abandonó los estudios para enrolarse en las tropas provinciales que combatían contra los indios de la frontera septentrional. En 1806 formó parte de la expedición de Santa Fe que luchó en Buenos Aires contra la segunda invasión británica. Cuatro años después, al estallar la revolución independentista, se unió al movimiento militar patriota. Fue miembro del Cuerpo de Blandengues ('milicias criollas de caballería') de Santa Fe y luchó a las órdenes del general Belgrano. Fue capturado por los realistas y enviado a un presidio en Montevideo (Uruguay). Sin embargo, consiguió escapar poco después y volvió a incorporarse a la milicia patriota. Su primera acción destacada fue la revuelta del ejército de Santa Fe contra el gobierno de Buenos Aires, en 1816. López comandó, junto al uruguayo José Gervasio Artigas, a las tropas que derrotaron al ejército de observación bonaerense encabezado por el general Juan José Viamonte. A pesar de no haber dirigido en solitario esta campaña, López se convirtió en el verdadero héroe de la misma. Posteriormente dirigió una nueva expedición punitiva contra los pueblos indígenas de los límites septentrionales. A su regreso a la ciudad de Santa Fe en 1818, se convirtió en el dueño de la situación política y decretó la separación de la provincia respecto al gobierno bonaerense. Desde entonces hasta su muerte, López controló el poder en Santa Fe, con un amplio apoyo de su población. Ese mismo año fue elegido gobernador y posteriormente reelegido con regularidad durante dos décadas. En su lucha contra los unitarios de Buenos Aires (que defendían la existencia de un estado centralizado frente al federalismo provincial), López se alió en primer lugar con Artigas y, más tarde, con Francisco Ramírez, caudillo de la provincia de Entre Ríos. La presión militar de los ejércitos federalistas de López y Ramírez obligó al gobierno del Directorio de Buenos Aires, presidido por Pueyrredón, a reagrupar sus efectivos militares, dispersos en la lucha por la independencia, para defender la capital. En 1819 se estableció una tregua provisional entre ambos bandos. Sin embargo, López se negó a ratificar la Constitución elitista de 1819 y, temiendo la reacción monárquica de buena parte de la clase política bonaerense, rompió la tregua y prosiguió las operaciones militares contra los unitarios. En esta ocasión unió sus fuerzas a las de Francisco Ramírez, Carlos María de Alvear (anterior miembro del Directorio) y José Miguel Carrera (ex-presidente de Chile). En la batalla de la Cañada de Cepeda, el 1 de febrero de 1820, López y Ramírez vencieron a las tropas del Directorio bonaerense y del Congreso dirigidas por José Rondeau. Este triunfo, el primero decisivo del movimiento federalista, provocó la caída del Directorio y abrió el paso a un pacto de carácter federal entre los diversos territorios rioplatenses. En el Tratado de la Capilla del Pilar del 23 de febrero, se acordó la paz entre Santa Fe y Buenos Aires, confirmada luego por el Tratado de Benegas del 24 de noviembre de ese mismo año. A partir de entonces, López colaboró estrechamente con el general Juan Manuel de Rosas, caudillo federalista bonaerense, al mismo que tiempo que se apartaba de Ramírez, en el que veía a un peligroso competidor político. En 1821 se negó a conceder a éste el permiso para atravesar Santa Fe, cuando el ejército de Entre Ríos se dirigía a Córdoba para combatir a Bustos. En el enfrentamiento que siguió, Ramírez resultó muerto durante una escaramuza contra un destacamento de soldados de López. En 1822 el Congreso de Santa Fe le otorgó el título honorífico de brigadier general y le honró con la concesión de la medalla de oro y diamantes. Ese mismo año dirigió una nueva expedición contra los indios ranqueles de la frontera norteña. En 1823 se mostró partidario de conceder el protectorado argentino solicitado por Uruguay, aunque posteriormente no siguió adelante con esta iniciativa. Durante los años finales de la década de 1820, la provincia de Santa Fe se mantuvo en un estado de relativa paz, aunque López continuaba vigilando de cerca los movimientos del gobierno unitario bonaerense. Cuando éste expulsó a fray Francisco de Paula Castañeda, principal opositor a la reforma eclesiástica preconizada por Rivadavia, López le concedió asilo en Santa Fe, lo que aumentó la tensión política entre la rovincia y la capital. En diciembre de 1828 las tropas federalistas de Manuel Dorrego y Rosas fueron derrotadas por el ejército al mando de Juan Galo Lavalle. Dorrego fue apresado, pero Rosas consiguió huir del campo de batalla de Navarro. Se refugió en Santa Fe, donde López le ofreció su protección. Ambos unieron entonces sus fuerzas para combatir a Lavalle, al que derrotaron en Puente de Márquez el 26 de abril de 1829. Pero, poco después, Rosas hizo la paz con Lavalle en el Pacto de Cañuelas, sin el consentimiento de López. Éste, que no aprobaba la paz, quiso romper su alianza con Rosas, que sólo la habilidad diplomática del caudillo bonaerense consiguió evitar. En 1830 López y Rosas se pusieron al frente de la Liga del Litoral, formada por las provincias ribereñas que se enfrentaban a los unitarios de la Liga del Interior, dirigida por José María de Paz. Tras largas negociaciones, celebradas en Santa Fe, el 4 de enero de 1831 cuatro provincias sellaron el Pacto Federal, que habría de convertirse en la base jurídica para una eventual organización federalista del país. López consiguió imponer su criterio para la formación de una comisión representativa que ejerciera el poder ejecutivo en el futuro estado federal. Al cabo de unos meses, la Liga del Interior fue derrotada por Juan Facundo Quiroga en el oeste. Se desvanecía así temporalmente el fantasma de la guerra civil. A partir de entonces, todas las provincias quedaron bajo el mando de los federalistas. Ello permitió a Rosas hacerse con el poder como gobernador de Buenos Aires, con el apoyo de López y Quiroga. Durante los años siguientes, López fue uno de los principales valedores políticos del régimen de Rosas. Éste le rindió público homenaje en 1837, al concederle la distinción de ciudadano benemérito de Buenos Aires en grado heroico, así como el título de Ilustre Restaurador del norte. Para entonces la salud de López se encontraba muy quebrantada, lo que le llevó a delegar el poder en Domingo Cullen. El caudillo de Santa Fe murió al año siguiente, cuando la provincia atravesaba una grave crisis política, por haber proclamado Cullen la independencia respecto a Buenos Aires, mientras la capital sufría el bloqueo del ejército francés…..” (http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=lopez-estanislao, por Victoria Horrillo Ledezma). También puede verse: (https://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/lopez_estanislao.htm); (https://www.elbrigadier.tur.ar/brigadier-estanislao-lopez/136); 

https://cdsa.aacademica.org/000-108/189.pdf, por María Gabriela Micheletti);

(http://www.iese.edu.ar/eude/biografias/L/lopez_estanislao_bio.html);

(http://www.jpeh.ceride.gov.ar/brigadier_ampliado.pdf);

(https://www.todo-argentina.net/biografias/Personajes/estanislao_lopez.htm);

Facundo Quiroga (388, 391) – “….Militar argentino nacido en La Rioja en 1793 y muerto repentinamente en 1835. Se enfrentó a Rivadavía, a Lavalle y Paz, y apoyó a Juan Manuel de Rosas. Luchó contra los realistas y más tarde contra los unitarios.

En 1926 venció a los unitarios en las batallas de El Tala y El Rincón. Cuando el general José María Paz cayó prisionero, Quiroga logró vencer a las fuerzas unitarias del interior en la batalla de la Ciudadela. Se apoderó del noroeste de Argentina y se enfrentó con Rivadavía, que había renunciado a las negociaciones de paz de Río de Janeiro, por lo que Argentina quedaba nuevamente dividida en provincias y sin un Gobierno nacional.

El país estaba convulsionado; los gobernadores de Tucumán y Salto alzados en armas. Maza envió a Quiroga a solucionar este conflicto. Éste se entrevistó con los respectivos representantes en la ciudad de Santiago de Estero y logró un pacto de paz entre las provincias.

Al volver de su largo viaje por la provincia de Córdoba, en el punto denominado Barranca, fue asaltado junto a sus acompañantes. Quiroga murió y, aunque Juan Manuel de la Rosa mandó abrir una investigación sobre este suceso, nunca llegó a esclarecerse. Juan Facundo Quiroga tenía como objetivos organizar el país, convocar un Congreso, fijar una capital, aprobar una Constitución, etc., pero su temprana muerte truncó sus sueños.... (http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=quiroga-juan-facundo)...Al pernoctar en Ojo de Agua el mismo maestro de postas se encargó se suministrarle datos concretos. Santos Pérez los aguarda en Barranca Yaco con treinta hombres armados, con la orden de matarlos a todos. Quiroga se limita a mandar a su asistente que limpie algunas armas de fuego que llevan en la galera.
Siguió la marcha y un poco más adelante en la curva de Barranca Yaco, una partida al mando del capitán Santos Pérez, de las milicias de Reynafé, consuma el asesinato del general y de todos sus acompañantes, quienes caen heridos por las balas, los sablazos y el degüello, salvo el correo Marín y un asistente que pudieron huir milagrosamente. Para simular un atraco de bandidos, saquean la diligencia.
Era el 16 de febrero de 1835 y la Confederación Argentina se conmueve como años atrás con el fusilamiento de Dorrego. Rosas gobernador de Buenos Aires, resuelto a no dejar impune el crimen de Barranca Yaco, se abocó al conocimiento de la causa criminal seguida contra los asesinos, haciendo que todos los inculpados fueran conducidos a Buenos Aires. Así es como llegan a la ciudad el gobernador de Córdoba, José Antonio Reynafé, con dos de sus hermanos y el capitán Santos Pérez con los demás soldados de la partida.
En cuanto al proceso criminal en sí, las provincias delegan en Rosas por ser el  encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación, quien a su vez, designó a Manuel Vicente Maza juez comisionado. Finalmente condenados a ser fusilados, la ejecución se cumple el 26 de octubre de 1837.

Con Juan Facundo Quiroga, bien sentenció Vicente D Sierra, desaparecería “el arquetipo por excelencia del caudillo argentino”…..” (http://www.iese.edu.ar/EUDE/?p=3820). También puede verse: …..(https://www.infobae.com/historia/2018/02/16/facundo-quiroga-la-leyenda-del-caudillo-que-fue-enterrado-de-pie/); (https://www.biografiasyvidas.com/biografia/q/quiroga_juan_facundo.htm);

(http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/vida-de-juan-facundo-quiroga--0/html/fee191b4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_4.html);

(http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/vida-de-juan-facundo-quiroga--0/html/fee191b4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_6.html);

 (https://www.elhistoriador.com.ar/el-asesinato-de-facundo-quiroga/?fbclid=IwAR3l4gsMbFIWq5B3MlwqsGm3-hGj3VNAsOp1QWRAKWxZqzlPZuSMKfoUk0M);

(http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/archivo-2/s-y-v-nro-3/dossier/dossier-literatura-argentina/facundo-la-pluma-y-el-ideario-de-sarmiento/, por Carlos Manuel Vicente);

(https://journals.openedition.org/amerika/5642, por Andrés Torrano).

María Walewska (393) – “….Maria Walewska fue una de las amantes del emperador Napoleón Bonaparte. Conocida como "la esposa polaca" del Gran Corso, Maria fue algo más que amante y madre de uno de los bastardos de Napoleón. Su relación con el emperador propició la creación del Gran Ducado de Varsovia, un efímero reino que durante poco tiempo existió liberado del yugo de rusos y prusianos que se disputaban los territorios polacos. Maria Walewska, aunque tuvo que dejar al emperador con motivo de su segundo matrimonio, fue una de las pocas personas que le fue fiel hasta el final

Maria Leczynski nació el 7 de diciembre de 1786 en la localidad polaca de Kiernozia en el seno de una familia de la alta nobleza pero con pocos recursos económicos. Maria era la pequeña de los siete hijos del conde Mateusz Leczynski y su esposa Eva Zaborowski. Maria no llegó a conocer a su padre, quien falleció poco antes de su nacimiento. La infancia de Maria transcurrió rodeada de sus seis hermanos mayores y recibió una exquisita educación de la mano de profesores particulares, entre los que destacó Nicolás Chopin, padre del famoso compositor. Siendo una jovencita, fue trasladada a un convento donde completó su educación.
Cumplidos los dieciocho años, Maria tuvo que aceptar la decisión de su madre de casarla con un conde para ayudar así a mitigar la complicada situación económica de la familia. El escogido se llamaba Anastase Colonna Walewski, un conde muy rico pero cuarenta años mayor que Maria. La joven aceptó la decisión de Eva Zaborowski y se trasladó a vivir a Varsovia, al hogar del conde, con el que tuvo un hijo, Antoni Rudolf Bazyli Colonna-Walewski.
Convertida en condesa, Maria y su esposo participaban en las tertulias de los círculos bonapartistas, que veían al emperador Napoleón como el libertador de Polonia ante las amenazas rusas. Así, María fue a presenciar, acompañada de una amiga, la entrada de Napoleón Bonaparte en Varsovia, cuando acababa de empezar el año 1807. Él se fijó en la belleza de aquella joven condesa a la que volvió a ver en un baile organizado por el príncipe Poniatowski, ministro de la guerra y defensor de Bonaparte. Tanto Poniatowski como otros bonapartistas polacos, conocedores de la fijación que había surgido en el corso hacia la condesa Walewska, vieron en Maria la herramienta para conseguir sus aspiraciones políticas para alejarse de la influencia prusiana o rusa. La condesa se negó al principio, pero pronto aceptó el ofrecimiento de Napoleón con quien inició una relación extramatrimonial, pues el emperador estaba casado con 
Josefina de Beauharnais. Maria, que amó sinceramente a Napoleón, tuvo un hijo con él, Alejandro José Colonna, que adoptó los apellidos del conde Walewski, con quien continuaba estando casada. Los que habían incitado a Maria a iniciar una relación amorosa con Napoleón consiguieron su objetivo cuando el emperador proclamó en 1807 el Gran Ducado de Varsovia que daba ciertas libertades a Polonia respecto a los reinos vecinos, solamente hasta que el Congreso de Viena en 1814 disolvió la estructura política organizada por Napoleón.
Cuando Napoleón volvió a París, Maria Walewska le siguió y se instaló en la capital francesa con su hijo. Pero en 1810, el emperador se separaba de Josefina, quien no había conseguido darle un heredero legítimo e inició la búsqueda de una nueva esposa. La elección recayó en 
María Luisa de Habsburgo-Lorena, quien puso como condición para aceptar la mano del emperador, que éste alejara de su lado a la que se conocía como "la reina polaca".
Maria y su hijo se trasladaron entonces a vivir a Nápoles, a una hacienda cedida por el emperador, en la que pudo vivir sin problemas económicos. Maria no se olvidó nunca de Napoleón, al que continuó amando en la distancia y al que visitó en los momentos difíciles de su exilio en la isla de Santa Elena.
En 1812 fallecía su esposo y cuatro años más tarde decidió casarse con otro conde, Philippe Antoine d'Ornaro, primo segundo de Napoleón. El 11 de diciembre 1817, cuando daba a luz a su hijo Rodolfo Augusto, fallecía en el parto. Tenía solamente treinta y un años….”
https://www.mujeresenlahistoria.com/2016/01/la-amante-polaca-maria-walewska-1786.html, Sandra Ferrer Valero). También puede verse:

(https://elsitiodeconcha.wordpress.com/2014/02/04/maria-walewska-el-amor-polaco-de-napoleon/);

(https://us.hola.com/es/realeza/2015032377623/maria-walewska-amor-polaco-napoleon/);

(https://elcierredigital.com/cultura-y-ocio/355871660/napoleon-maria-walewska-polonia-amante.html, por David González);

(https://www.gacetamercantil.com/notas/144299/);

(https://cinepolaco.com/cine/siglo_19/mariawalewska/index.html).

El aislamiento de Paraguay con el extranjero (395) “….Si bien recientes investigaciones han permitido relativizar su determinante predominio, la trayectoria de la historiografía en Paraguay ha estado condicionada por su poliédrica realidad aislacionista. En efecto, la situación geográfica de un país en la periferia extrema de la frontera interior sudamericana, una “isla rodeada de tierra”, hace presuponer una amplia separación del resto del mundo occidental. Además, las circunstancias políticas en las que se encontró el Paraguay después del año 1811, en el que se produjo la revolución de la independencia, hicieron difíciles las prácticas normales del comercio, lo cual, inevitablemente, dificultó el paso de ideas y de bienes. El ascenso al poder de aquel “singular individuo”, el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, quien colocó un “cordón político” en torno al país para protegerlo del caos del sur, contribuyó aun más a la separación del Paraguay del resto de los países del Río de la Plata. En el campo historiográfico, esta realidad supuso que desde aquella fecha hasta 1870 si bien apareció una cantidad significativa de obras sobre la historia y la geografía de ese país, casi sin excepción, se trataron de relatos de viajeros, diplomáticos o escritores extranjeros, de hecho, los datos disponibles indican que desde el texto de Ruy Díaz de Guzmán, a comienzos del siglo XVII1 hasta finales del siglo XIX los paraguayos conocieron la relación de su historia únicamente a través de la visión ofrecida por autores.

A esta condición aislacionista se ha sumado un tríptico de acontecimientos que han intervenido en su evolución historiográfica: la guerra contra la Triple Alianza (Argentina, Uruguay, Brasil, 1865-70), la guerra del Chaco, con Bolivia (1932-36) y el proceso de redemocratización inaugurado en 1989….” (https://www.redalyc.org/pdf/3055/305526879002.pdf, ¿AISLAMIENTO E INDEPENDENCIA? ALGUNOS PASOS RECIENTES DE LA HISTORIOGRAFÍA EN PARAGUAY) , porLiliana M. Brezzo. También puede verse:

(https://core.ac.uk/download/pdf/55529265.pdf, El dictador Francia y la sociedad paraguaya, por JAIME COLLAZO ODRIOZOLA);

(http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/critica/nro5/VILABOY.pdf, El Paraguay del doctor Francia, por Sergio Guerra Vilaboy);

(https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/91335/CONICET_Digital_Nro.be1bb03c-4e65-4357-84d8-f3783c474491_B-2-22.pdf?sequence=5&isAllowed=y, Paraguay en las crónicas de los viajeros durante el gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia, por María Victoria Baratta).

(http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-22532014000100003,La carrera del Paraguay a fines del siglo XVIII, por Isabel Paredes).

Alejandro Walewski (393) – “….Alejandro José Colonna-Walewski….(4 de mayo de 1810 - 27 de octubre de 1868)….Nació cerca de Varsovia, en Polonia. En 1814, acompañó a su madre la isla de Elba a visitar a su padre biológico, quien en 1812 lo había nombrado conde Waleswski en la nobleza imperial. Cuando contaba con catorce años se negó a entrar al ejército ruso, escapando a Londres y luego a París, donde el gobierno se negó a extraditarlo ante las autoridades rusas. En 1830, el rey Luis Felipe I lo envió a Polonia, donde luchó por la independencia polaca durante el Levantamiento de Noviembre, siendo delegado del gobierno revolucionario en Londres en busca de apoyo británico. Sin embargo, después de la toma de Varsovia, se naturalizó francés y fue nombrado ayudante del mariscal Étienne Maurice Gérard….

Al año siguiente, en 1831, se casó con lady Catherine Caroline Montagu, hija de George Montagu, 6.º conde de Sandwich, con quien tuvo dos hijos. Sin embargo, lady Caroline falleció en París dos años después y él pidió ser enviado a África, donde fue nombrado capitán de la Legión Extranjera francesa, después cazador en los Chasseurs d'Afrique (Cazadores de África) y, finalmente, director de Asuntos Árabes en Orán, Argelia. Sus dos hijos fallecieron en 1833 y 1835. En 1846, se casó en segundas nupcias con Maria Anna Catherine Clarissa Cassandra di Ricci, hija de Zenobio, conde de Ricci, y de la princesa Isabella Poniatowska. La pareja tuvo cuatro hijos, aunque, ya antes, en 1844, el conde Walewski había tenido una hija ilegítima con Rachel Félix, amante de Víctor Hugo…..A su regreso a Francia, pasó como capitán de húsares, pero renunció en 1837 y comenzó a escribir para teatro y prensa. Se ha especulado que colaboró con Alexandre Dumas en Mademoiselle de Belle-Isle y en una comedia, L'école du monde, producida por el Teatro Francés, en 1840. Ese mismo año, vendió el periódico Le Messager des chambres al entonces ministro de Asuntos Exteriores, Adolphe Thiers, quien lo envió en una misión al sultán Mehmet Alí, en Egipto, y luego François Guizot, a Argentina para colaborar al embajador británico, lord Howden. En 1848, su primo, el príncipe Luis-Napoleón Bonaparte, se convirtió en presidente de la Segunda República francesa. Fue nombrado ministro en Florencia (1849) y embajador en Nápoles (1850), Madrid (1851) y Londres (1851), siendo en esta última ciudad donde negoció el reconocimiento del Segundo Imperio Francés, después de golpe de Estado de su primo. En 1855, fue nombrado senador y ese mismo año fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores en reemplazo de Édouard Drouyn de Lhuys. Al año siguiente, como representante francés, presidió la Conferencia de París que puso solución a la Guerra de Crimea.Se opuso a su primo, el emperador, con respecto a los intereses franceses en Italia, renunciando a su puesto en 1860…..” (https://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Jos%C3%A9_Colonna-Walewski). También puede verse: (https://www.britannica.com/biography/Alexandre-Florian-Joseph-Colonna-Comte-Walewski); https://www.geni.com/people/count-Alexandre-Colonna-Walewski/6000000002376187259); (https://shannonselin.com/2015/03/napoleons-children-part-2/).

Apéndice

La engañosa estrategia de Rosas….Federalista fingido para centralizar más y derrotar los caudillos locales (390, 391) -

La Argentina de Rosas, por Fernando Operé

EN: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-argentina-de-rosas/html/d4b316f0-a0fb-11e1-b1fb-00163ebf5e63_16.html

“….Balance del período

La Argentina que Rosas dejaba cuando se encaminaba al exilio era un país que distaba mucho de la Argentina post-revolucionaria de 1810. Ni era tan colonial, atrasada y bárbara como la describieron sus enemigos políticos en el exilio; ni tan unificada, próspera y pacífica como más tarde predicaron sus exégetas, historiadores y escritores de la escuela revisionista. Desde el punto de vista de la unidad nacional se habían dado muchos y positivos pasos. El rostro de la Argentina de 1852 no era el de la división caótica provincial de la década de los veinte. El federalismo rosista había sido capaz de dar cierta unidad política al país pero bajo una forma hegemónica porteña, lo que implicaba la forzosa subordinación provincial. Por otra parte, la unificación no se realizó dentro de un marco institucional que el mismo Rosas juzgaba prematura, sino sobre lazos de ascendencia que el caudillo porteño pudo establecer con otros poderes provinciales, aunque a veces estos fueron efímeros y etéreos. De hecho, la batalla de Caseros, en donde se decidió la suerte final del régimen, tuvo su preludio en las desavenencias surgidas entre Buenos Aires y las provincias de Entre Ríos y Corrientes. Las afinidades provenían también de la coincidencia de ciertas ideas comunes, aunque más que de ideas debiera hablarse de mentalidades: hostilidad a los cambios económicos y sociales, rechazo de las formas de vida europea, y enfrentamiento al programa liberal.

La administración de Rosas fue eminentemente conservadora y centralista. Representó a la propiedad, especialmente a la gran propiedad rural, y fue tradicionalista en su política social. Rosas gobernó para una clase: la de los estancieros y saladeristas135. Esta política es clara en momentos difíciles para el régimen, como los correspondientes a los dos bloqueos. Entonces, cuando medidas extraordinarias parecían exigir una reorientación de la política fiscal, Rosas permaneció fiel a su línea económica. No se planteó aumentar los gravámenes a los comerciantes y productores136. Esta medida podría haber aliviado la crítica situación en que el bloqueo colocó a la administración privada de su más importante fuente de ingreso, la aduana. Por el contrario, Rosas prefirió reducir casi a cero el presupuesto del estado para sanidad y enseñanza, y recortar los gastos de la administración, agilizando plantillas y reduciendo salarios. Es decir, la administración protegió decididamente a la gran economía137. Es precisamente en este apartado en donde podemos hallar algunos de los logros del rosismo. La preocupación por el mejoramiento de la economía fue uno de sus barómetros directores138. Si bien Rosas no tenía la talla ni la visión para transformar la estructura económica del país, creando una economía diversificada y capitalizada, supo al menos sacar partido de los recursos asequibles139. En un país en donde la escasez de capitales y la inercia productiva eran la tónica, Rosas, ese empresario activo y hábil administrador, echó mano de la abundancia de tierras para asentar las bases de un sector predominante, los ganaderos y saladeristas. La conclusión es que con el apoyo total que el sistema prestó al sector, los resultados finales cuantificados fueron favorables. En los años que van desde 1810 a la mitad del siglo las exportaciones se multiplicaron por diez, consiguiéndose una balanza comercial estabilizada en la que el incremento de productos manufacturados encontró contrapartida adecuada en las exportaciones del sector agropecuario140. El régimen se las ingenió para que incluso en medio de la más sangrienta y destructiva guerra la producción agropecuaria no rompiese su ritmo acelerado141. También es digno de mención el alto número de inmigrantes que arribaron a Buenos Aires antes de 1852142. La trayectoria de la política exterior se encuadra en el mismo planteamiento original, es decir, proteger a la economía de las tormentas políticas.

Las tentaciones de confrontación internacional no le faltaron al rosismo. Sin embargo, hay que admitir que los enfrentamientos bélicos en los que el gobierno federal se vio envuelto tuvieron más un carácter defensivo que ofensivo. El mismo análisis es aplicable a la postura del régimen en la guerra civil contra las provincias y los ejércitos unitarios. La violencia federal fue en parte un mecanismo de defensa contra las agresiones unitarias que no se distinguieron precisamente por su moderación. El terror unitario de los ejércitos de liberación es un hecho subrayado por los mismos militares143.

Rosas fue un conservador al que no le gustaban los cambios. Pero entre el realismo campesino de Rosas y el idealismo utópico de Rivadavia, la primera posición era la que podía presentar más viabilidad. Incrementó el poder del ejército, protegió a la iglesia, aunque no supo manejar bien a la oposición, ni a los intelectuales, y el aluvión de la crítica le cayó con un peso irresistible. Si los unitarios no tuvieron la capacidad para derrotarle, el daño que le infringieron cara a la historia fue abrumador. Sus logros no escaparon a la tormenta feroz de la crítica.

Para contrarrestar la fuerza de la oposición, Rosas se apoyó en dos sectores opuestos: la clase estanciera y el pueblo llano de la ciudad y el campo. En este aspecto llevó a cabo una política populista marcadamente contradictoria: buscar el apoyo de una clase cuando se está representando los intereses de otra. En este sentido Rosas fue un auténtico caudillo que atrajo el favor de las masas por la simple aureola de su atractivo personal sabiamente manejado. Esta política no pasó desapercibida a sus enemigos políticos que lo acusaron de manipulador, de confraternizar con los pobres dándoles lo que les quitaba a los ricos, de romper el orden social mediante la creación de una atmósfera disolvente.

En la práctica, Rosas mostró ser más estadista de lo que ninguno de sus críticos osó admitir. La defensa de la unidad nacional y el enfrentamiento a los intereses franceses, su política unificadora a partir del federalismo sobre base porteña, y la forma en que manejó graves tensiones le ganaron el galardón de jefe nacionalista. La prédica unitaria no pudo borrar esta aureola por mucho que se lo propuso. Aquellos años de gobierno de signo colorado, con sus consignas y emblemas; con sus objetivos (independencia nacional, enfrentamiento a las exigencias post-colonialistas de las potencias europeas, creación de la confederación y restablecimiento de la autoridad del estado) definieron un cierto modo de distinguir lo criollo y lo argentino. Al tiempo, fomentaron ciertas formas de ser autóctonas: modos de hablar y cantar, estilos de ser, formas de vestir. Si algo enturbió en demasía estos logros, fue la forma brutal con que se llevaron a cabo. La dictadura no dudó en silenciar a la oposición levantisca. A la agresión unitaria respondió con la violencia y en ocasiones el terror. La constitución de un país asentado sobre bases institucionales hubo de esperar mientras la dictadura organizaba la nación con el palo y la espada. La cultura enciclopédica no tuvo lugar en el patio rosista, y ésta fue una grave falta en un país que contó con un inusitado grupo de escritores e intelectuales que brillaron con luz propia entre las sombras del siglo…..”

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