En pocas palabras. Javier J. Jaspe
Washington
D.C.
Temas y personajes (148) en “El espejo enterrado” de Carlos Fuentes: Desde Rufino Tamayo hasta Francisco Toledo, por Javier J. Jaspe
La serie que continuamos hoy ha sido inspirada por un importante libro del renombrado autor mexicano, Carlos Fuentes, fallecido en 2012, considerado por muchos como una obra capital para el conocimiento de la historia y cultura latinoamericanas. Me refiero a El espejo enterrado, con el cual Fuentes aporta su luminosa y aleccionadora visión de los primeros 500 años transcurridos desde el descubrimiento de América por Cristobal Colón en 1492. Esta obra fue publicada en su primera edición en México en 1998 y la que utilizamos corresponde a la décimacuarta reimpresión (Taurus bolsillo), junio 2005, 590 páginas.
El
objetivo de la serie no es realizar un análisis de este libro, sino el de
aportar breves textos adicionales encontrados en Internet, sobre temas y
personajes mencionados en el mismo, en las páginas que se indican entre
paréntesis al lado de cada tema o personaje. Otros temas y personajes podrán
agregarse, caso en el cual se mencionará al lado: (jjj). Los textos de Internet
se transcriben en itálicas, en español o inglés, según sea el caso, con indicación
de su fuente. Este centésimo cuadragésimo
octavo artículo se refiere a temas y personajes que van desde Rufino Tamayo
(1899-1991) hasta Francisco Toledo (1940-2019). Veamos:
Rufino Tamayo (527) –
“…Rufino
Tamayo, uno de los pintores mexicanos más reconocidos a nivel mundial, fue
quien a lo largo del siglo XX pudo conjugar su herencia mexicana y el arte
prehispánico con las vanguardias internacionales, en piezas marcadas por el
color, la perspectiva, la armonía y la textura.
Nacido
el 26 de agosto de 1899 en Oaxaca, Tamayo pintó más de mil 300 óleos, entre los
que se encuentran los 20 retratos de su esposa Olga, con quien estuvo casado
durante 57 años; realizó 465 obras gráficas, como litografías y mixografías,
350 dibujos, 20 murales, así como un vitral.
Sus
murales se encuentran lo mismo en el Palacio de Bellas Artes, el Museo Nacional
de Antropología y el Conservatorio Nacional de Música en México, que en el
Dallas Museum of Cine Arts, la Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico y en
la sede de la UNESCO, en París, mientras que su obra es expuesta en recintos
tan emblemáticos como los museos de Arte Moderno de México y Nueva York, el
Guggenheim y la Philips Collection, en Washington.
Esto
se debe a que, según Juan Carlos Pereda, subdirector de Curaduría del Museo
Tamayo Arte Contemporáneo, se trata de “un pintor lleno de talento,
imaginación, con un espíritu de invención que había convertido lo suyo, lo
propio, lo natural, lo que le perteneció, siempre en una virtud para
mostrársela a los demás”.
Por
ello, dijo, “es un pintor de profundidades mexicanas, es un pintor que no
necesariamente pinta escenas de folclor o costumbristas o indigenistas, sino
más bien lo hace desde ahí, desde ser él mismo, una gente que asume su herencia
y luego la enriquece, la pone a dialogar con cosas tremendamente sofisticadas,
como Matisse, Picasso, Miró, con toda la vanguardia internacional”…..
Tamayo,
quien falleció el 24 de junio de 1991 en la Ciudad de México, recibió numerosos
reconocimientos, “yo creo que si digo 200 se quedan cortos”, apuntó María Elena
Bermúdez.
Y
es que fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, nombrado
DoctorHonoris Causa por las universidades de Manila, la Nacional
Autónoma de México, la de Berkeley, la del Sur de California y la Veracruzana,
así como Caballero de la Legión de Honor de Francia.
Además,
recibió el Gran Premio de Pintura de la II Bienal de Sao Paulo, fue nombrado
comendador de la República Italiana, Hijo Predilecto por el gobierno de Oaxaca
y el rey Juan Carlos de España le entregó la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas
Artes, el Senado de la República hizo lo propio con la Medalla Belisario
Domínguez y fue miembro honorario del Colegio Nacional, entre otras
distinciones…..”
También puede verse:
(https://www.mchampetier.com/biografia-Rufino-Tamayo.html);
(https://mymodernmet.com/es/rufino-tamayo/, por Regina Sienra);
(https://www.mexicodesconocido.com.mx/biografia-rufino-tamayo.html);
(https://news.culturacolectiva.com/mexico/quien-fue-rufino-tamayo/, por Lau Almaraz);
(https://www.admagazine.com/cultura/curiosidades-datos-pintor-modernista-rufino-tamayo-20190624-5545-articulos, por Redacción AD);
Los valores que aporta la cultura de la América española (523 – 525) – “….Para quienes trabajamos entre distintos países de América Latina, es evidente que tenemos muchas similitudes culturales, pero también es claro que hay varias diferencias que marcan la diferencia a la hora de hacer negocios, gestionar proyectos, liderar equipos, etc. Diversas investigaciones dan cuenta de lo que nos hace similares y diferentes, y en esta ocasión queremos compartir algunos resultados de una de estas: la encuesta mundial de valores (World Values Survey). El WVS es una investigación que lleva a cabo una red global de científicos que estudian los valores culturales, cómo cambian a lo largo del tiempo, y su impacto en la vida social, económica y política de las personas. Es sabido que la esencia de la personalidad de los individuos se crea en sus primeros años de vida, y se refuerza a lo largo de la educación en el hogar y en los procesos de socialización que empiezan en las escuelas, colegios y universidades.... cualidades como la imaginación o la autoexpresión no se consideran tan importantes en general en la región, como sí se consideran, por ejemplo, la tolerancia y el respeto por los demás. De acuerdo a esta ola de encuestas realizadas entre el 2012 y el 2014, la obediencia resulta ser más importante para los colombianos, los ecuatorianos y mexicanos, pero menos importante para los argentinos. La bandera de la determinación y perseverancia parecen llevarla los chilenos, así como la de la independencia, junto con los argentinos. Por otra parte, transmitir y preservar las creencias religiosas es en general más importante para los colombianos, brasileros y ecuatorianos. Para los mexicanos, en primer lugar, está el enseñar a sus hijos la tolerancia y el respeto por los demás, seguido de la obediencia.
Estas diferencias
en cuánto a la importancia relativa que en cada cultura les dan a los valores,
pueden correlacionarse con los estudios realizados sobre diferencias culturales
en el ámbito laboral como Fons Trompenaars o
el trabajo desarrollado por la firma Cw3. En dichas investigaciones podemos ver
cómo en países como Colombia, Ecuador o México las relaciones laborales y las
interacciones entre líderes y colaboradores suelen ser más jerárquicas. De allí
el valor que se le da a la obediencia. Mientras que, en la cultura argentina,
en general se le da más valor a cuestionar o desafiar la autoridad comparado
con otros países de la región. Esto se traslada a un montón de situaciones y
dinámicas en el día a día, como por ejemplo, el establecimiento de las
prioridades; en las culturas más jerárquicas será clave que el líder “apruebe”
lo que se debe hacer primero, en lugar de que el miembro del equipo defina por
si mismo cómo organizar sus prioridades. Por otra parte, la
tolerancia y las muestras de respeto por los demás en las culturas
latinoamericanas, por lo general se asocian con un lenguaje formal, cuidadoso e
indirecto. De hecho, la confrontación hacia un líder u otras
personas dentro del equipo, puede llegar a ser vista como una falta de respeto,
especialmente en países como Colombia, Chile y México....(https://www.icebergci.com/2019/02/14/cuales-son-los-valores-culturales-mas-importantes-en-america-latina/, por Shirley
Sáenz)…..
Reconociendo
que América es el país de todas las culturas, ÀCual es el aporte de las
culturas latinoamericanas a la construcción de la identidad de esta nación? No
es posible cuantificar ese aporte, pero no cabe duda que se le puede considerar
como el de mayor trascendencia. Bastaría con hacer notar la influencia del
idioma. Los políticos reconocen que los hispanos son la primera gran minoría
del país, por ello buscan sus votos, intentan aprender el idioma español. Es
notorio también el aporte de los hispanos en el campo de la ciencia y
desarrollo tecnológico del país. Numerosos científicos, incluso en la NASA, son
de procedencia hispanoamericana. Otro tanto podemos decir en el campo de las
artes, el deporte, etc. Numerosos héroes que entregaron su vida en defensa de
esta nación son de origen hispanoamericano. Junto a la cultura vienen las
costumbres, formas de vida, alimentación. Quien puede negar la enorme
influencia de la comida de los diversos países latinoamericanos. Basta dar un
recorrido por los numerosos restaurantes de origen hispano que hay en todas las
grandes ciudades. Están cambiando los hábitos alimenticios de los americanos.
Otro
aspecto cultural que cabe destacar es la concepción que se tiene de la familia.
El hispanoamericano tiene un concepto ampliado de la familia y sus relaciones
de dependencia y cooperación al interior de la misma. La familia, para el
hispano, no es solo el padre, la madre y los hijos, sino también los abuelos,
nietos, tíos, sobrinos, y otros parientes cercanos. Todos se ayudan
solidariamente entre si, participan de las reuniones familiares. Cuando los
hijos llegan a la mayoría de edad suelen continuar viviendo con los padres,
hasta que se casan. Se percibe generosidad por parte de los padres a la hora de
decidir el número de hijos, no prima el criterio económico. Hay un alto sentido
del valor de la vida desde la concepción en el vientre materno.
Finalmente,
sin que esto sea menos importante, hay que destacar el aporte de la
religiosidad popular hispanoamericana. Los inmigrantes llegaron trayendo sus creencias
y tradiciones religiosas, sus imágenes de cristos, vírgenes y santos, sus
formas de darles culto. Todo esto constituye una riqueza invalorable. La fe
religiosa de los inmigrantes hispanoamericanos ha sido su refugio y fortaleza
al asumir el reto de abandonar sus países de origen en búsqueda de un futuro
mejor. El catolicismo popular de los inmigrantes ha contribuido a configurar la
cultura religiosa de este país y esto conlleva, necesariamente, cambios en
todos los demás ámbitos. Hasta hace unas décadas nadie podía imaginar el
arraigo popular que tendrían, en grandes ciudades como New York, algunas
procesiones religiosas, como por ejemplo la procesión del Señor de los
Milagros, de origen peruano, y las innumerables organizaciones y grupos religiosos
que se han constituido para rendir culto a las múltiples advocaciones
religiosas. Su fe popular se caracteriza por ser cristocentrica y por su
profunda devoción a la virgen Santísima…..”
(https://www.cny.org/stories/aporte-cultural-de-los-inmigrantes-hispanoamericanos,2980?content_source=&category_id=&search_filter=&event_mode=&event_ts_from=&list_type=&order_by=&order_sort=&content_class=&sub_type=stories&town_id=, por padre Lorenzo Ato)…..La cultura Americana esta cambiando. La
influencia hispana se puede ver en muchos aspectos del estilo de vida Americano
– desde la comida- los tacos, al entretenimiento (Gloria Estefan, Selena, Ricky
Martin, Marc Anthony, Andy García, etc.…). Por cierto, cualquier cosa Latina
esta de moda en EU. La influencia hispana esta cambiando los gustos de América.
La inscripción que aparece en las monedas de EU es un reflejo de que creemos en
la diversidad. Las palabras en latín “E Pluribus Unun”, traducidas al español
significan “En la Diversidad, la Unidad”… “.(http://dphx.org/wp-content/uploads/2016/04/ComprendiendolaCulturaHispana.pdf).
También puede
verse:
(https://revistafal.com/el-cambio-de-valores-en-america-latina-hallazgos-de-la-encuesta-mundial-de-valores/#:~:text=Para%20responderlas%2C%20expone%20cinco%20aspectos,racionalidad%20y%20el%20capital%20social., por Ricardo E. Uriegas); (https://abasto.com/consejos/diferencias-culturales-hispanos/); (https://www.foropatriotico.com/post/nuestra-cultura-hispanoamericana-en-perspectiva, por Julio Raúl Méndez); (https://www.cny.org/stories/el-substrato-catlico-de-la-cultura-hispanoamericana,3644, por Padre Lorenzo Ato); (https://www.kas.de/c/document_library/get_file?uuid=4544eb14-dda9-f658-806a-1ed7667e79a4&groupId=287460, por Andrés Fink); (https://www.redalyc.org/pdf/279/27928910013.pdf, por Graciela Maturo); (https://www.viceversa-mag.com/la-identidad-hispanoamericana/, por Gabrielle van Welie); (http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-19182010000100003, por Samuel Sosa Fuentes); (https://hispanidad.tripod.com/identid.htm, por Germán Doig Klinge).
Francisco Toledo (527) – “....Francisco
Toledo, a quien hoy Google le dedica un doodle, fue uno de los artistas
plásticos más importantes del México moderno, murió a los 79 años el 05 de
septiembre de 2019. Estos son algunos de los detalles más importantes de su
vida.
Su
nombre completo fue Francisco Benjamín López Toledo. Nació el 17 de julio de
1940. Desde pequeño mostró interés e inquietud por las artes.
A
los 14 años inició sus estudios artísticos en el taller de grabado de Arturo
García Bustos. Luego ingresó al Taller Libre de Grabado de la Escuela de Diseño
y Artesanías del INBA.
Su
primera exposición individual se llevó a cabo en la Ciudad de
México en 1959, a sus 19 años. Unos meses más tarde llevó su obra al
extranjero, en la Galería Antonio Souza y en el Fort Worth Center, en Texas
Fue
escultor, pintor, grabador y fundador de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), el
Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca y La casa de Cultura Juchitán, entre
otras.
En
su mayoría, sus obras de arte reflejan la estética de la naturaleza;
particularmente la de animales que no son convecionalmente asociados con la
belleza. En enero de este año, la revista Forbes lo consideró como uno de los
mexicanos creativos más importantes.
Aunque
algunos críticos lo acercaban con la Generación de la Ruptura, el artista
siempre fue alguien irreverente que escapaba a los grupos y trabajaba de manera
independiente....
\Francico
Toledo dedicó gran parte de su vida a las luchas sociales de izquierda y a
promover el arte y la cultura a los menos privilegiados en Oaxaca.
También
se dedicó a preservar el patreimonio de su estado y a impulsar el diseño
textil. Además, ha apoyado la creación de recintos culturales, museos, talleres
de arte y cine clubs en su región....
En
1998 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes
en 1998. En el 2000, el Príncipe Claus. En 2005, fue reconocido con el Premio
Right Livelihood por su compromiso a proteger la comunidad de Oaxaca.
La
Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca lo distinguió con un Doctorado
Honoris Causa en 2007..,,
Su
obra se expuso en los recintos más importantes del país como la Galería de Arte
Mexicano, el Museo Nacional de Culturas Populares y el Museo de Arte Moderno,
entre otros.
Además,
su obra estuvo en recintos como la New York Public Library, la Tate Galery de
Londres y la Kunstnaneshus de Oslo. Gracias a Francisco Toledo se inauguró la
muestra De lo perdido lo que aparezca 33 visiones de la pintura en México.
De acuerdo con la secretaria de Cultura, Alejandra Frauso, fue él quien dio la
idea de la búsqueda de las obras encomendadas para una colección de Los Pinos,
entre las que se encontraba una obra suya….”
(https://www.milenio.com/cultura/arte/francisco-toledo-perfil-biografia-artista-oaxaqueno).
También puede verse:
(https://www.youtube.com/watch?v=Y95jiAUqtWg);
(https://mymodernmet.com/es/francisco-toledo/,
Sofía Vargas);
(https://www.latimes.com/espanol/mexico/articulo/2019-09-07/reconocimiento-francisco-toledo-mexicano-artista-activista,
por Patrick J. Mcdonnell)
(https://www.nytimes.com/es/2019/09/07/espanol/america-latina/francisco-toledo-arte-activismo-mexico.html,
por Daniel Hernández);
(https://matadornetwork.com/es/quien-fue-francisco-toledo-el-artista-mas-famoso-de-oaxaca/,
por Rulo Luna Ramos).
Apéndice
El mestizaje hispanoamericano y español nos ha
preparado para el encuentro con el otro (EEUU) en las condiciones del siglo XXI
mejor que otras culturas (526) –
El mestizaje y el Nuevo
Mundo, por Arturo Uslar Pietri
EN: (https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-mestizaje-y-el-nuevo-mundo/html/01aca082-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html, por Arturo Uslar Pietri).
“…Desde el siglo XVIII, por lo menos, la preocupación
dominante en la mente de los hispanoamericanos ha sido la de la propia
identidad. Todos los que han dirigido su mirada, con alguna detención, al
panorama de esos pueblos han coincidido, en alguna forma, en señalar ese rasgo.
Se ha llegado a hablar de una angustia ontológica del criollo, buscándose a sí
mismo sin tregua, entre contradictorias herencias y disímiles parentescos, a
ratos sintiéndose desterrado en su propia tierra, a ratos actuando como
conquistador de ella, con una fluida noción de que todo es posible y nada está
dado de manera definitiva y probada.
Sucesiva y hasta simultáneamente muchos
hombres representativos de la América de lengua castellana y portuguesa
creyeron ingenuamente, o pretendieron, ser lo que obviamente no eran ni podían
ser. Hubo la hora de creerse hidalgos de Castilla, como hubo más tarde la de
imaginarse europeos en el exilio en lucha desigual contra la barbarie nativa.
Hubo quienes trataron con todas las fuerzas de su alma de parecer franceses,
ingleses, alemanes y americanos del norte. Hubo más tarde quienes se creyeron
indígenas y se dieron a reivindicar la plenitud de una civilización aborigen
irrevocablemente interrumpida por la Conquista, y no faltaron tampoco, en
ciertas regiones, quienes se sintieron posesos de un alma negra y trataron de
resucitar un pasado africano.
Culturalmente no eran europeos, ni mucho
menos podían ser indios o africanos.
América fue un hecho de extraordinaria
novedad. Para advertirlo, basta leer el incrédulo asombro de los antiguos
cronistas ante la desproporcionada magnitud del escenario geográfico. Frente a
aquel inmenso rebaño de cordilleras nevadas, ante los enormes ríos que les
parecieron mares de agua dulce, ante las ilimitadas llanuras que hacían
horizonte como el océano, en las impenetrables densidades selváticas en las que
cabían todos los reinos de la cristiandad, se sintieron en presencia de otro
mundo para el que no tenían parangón. La plaza de Tenochtitlán era mayor que la
de Salamanca, descubrían frutas y alimentos desconocidos, hallaban un cerro
entero de plata en Potosí, un jardín de oro en el Cuzco, y podían fácilmente
creer que oían quejarse las sirenas en las aguas del Orinoco, o que topaban con
el reino de las amazonas, o que estaban a punto de llegar a la ciudad toda de
oro del rey Dorado.
La sola presencia avasalladora de ese
medio natural fue bastante para cambiar las vidas y las actitudes de los
hombres, pero hubo algo mucho más importante como fue la presencia y el
contacto con los indígenas americanos. Se toparon con millones de hombres
desconocidos, diseminados a todo lo largo del continente, que habían alcanzado
los más diversos grados de civilización, desde la muy alta de los mayas,
mexicanos e incas, hasta las elementales de agricultores, cazadores y
recolectores de las Antillas y de la costa atlántica.
En cierto modo, la historia de las
civilizaciones es la historia de los encuentros. Si algún pueblo hubiera podido
permanecer indefinidamente aislado y encerrado en su tierra original, hubiera
quedado en una suerte de prehistoria congelada. Fueron los grandes encuentros
de pueblos diferentes por los más variados motivos los que han ocasionado los
cambios, los avances creadores, los difíciles acomodamientos, las nuevas
combinaciones, de los cuales ha surgido el proceso histórico de todas las
civilizaciones.
Las zonas críticas de los encuentros han
sido precisamente los grandes centros creadores e irradiadores de civilización.
Grandes zonas de encrucijada y de encuentro conflictivo fueron la Mesopotamia,
todo el Mediterráneo oriental, Creta y Grecia. El inmediato resultado creador
de esos encuentros fue el mestizaje cultural. Convivieron en pugna, resistencia
y sumisión, y mezclaron las creencias, las lenguas, las visiones y las
técnicas. El mestizaje penetró hasta el Olimpo.
Mientras más se penetra en los orígenes
griegos, más surge la rica y todavía en gran parte inextricable variedad de
estirpes, invasiones, migraciones, mezclas y aportes de muchas gentes venidas
por las rutas guerreras de la masa continental y por las rutas piratas del
Egeo. Guerra y piratería, conquista y comercio, navegaciones y colonizaciones
fueron como los distintos hilos que tejieron el increíble tapiz de eso que más
tarde hemos llamado el milagro griego. Ningún griego del tiempo de Pericles y
menos aún del de Alejandro hubiera podido sentirse de pura casta y de no
adulterada herencia cultural.
Este caso se repite a lo largo de la
historia en todos los grandes centros creadores de civilización, no estrecha y
mezquinamente como una mera consecuencia de la mezcla de sangres, sino como un
poderoso fenómeno paralelo y distinto, lleno de vitalidad nueva y de
posibilidad creadora. Gentes que podían no tener en sus venas mezclada la
sangre de los pueblos del encuentro, pero que llevaban en su espíritu la
creadora confluencia de vertientes contrarias. Abraham fue sin duda un mestizo
cultural, como lo fue también Moisés.
Roma es una de las más evidentes muestras
de la originalidad creadora del mestizaje cultural. Todas las culturas del
mundo conocido trajeron su aporte a ella.
La historia del Occidente cristiano es la
del más extraordinario y aluvional experimento de mestizaje cultural. Las
lenguas modernas son el archivo viviente y el mejor testimonio de esa caótica
mezcla. Occidente se afirmó y creó su originalidad histórica sobre la empresa
contradictoria de sus grandes mestizadores de culturas y creencias. Habría que
mirar a esa luz la obra de los grandes mestizos creadores de la civilización
occidental.
Cómo podemos entender a Carlomagno de otra
manera que como a uno de los más grandes mestizos culturales de la historia.
Eso que algunos han querido llamar el «renacimiento carolingio» y que tiene su
personificación en el gran caudillo que personificó el desesperado ensayo de
injerto en la vida germánica de la romanidad cristiana no es otra cosa que la
combinación, muchas veces violenta y a ratos sometida, de dos mundos culturales
que muy poco tenían en común. Nada es más simbólico que mirar al caudillo
bárbaro, con su lengua no reducida a letra, con su cohorte de jefes primitivos,
coronarse emperador romano entre los latines del papa y las fórmulas palatinas
del difunto imperio.
Grandes creadores de mestizaje cultural
fueron Federico II Hohenstaufen, Alfonso X de Castilla, los arquitectos del
románico, los escultores del gótico, Dante, Cervantes, Shakespeare.
La historia de España ofrece acaso la más
completa y convincente muestra del poder creador del mestizaje. Indígenas
ibéricos, cartagineses, romanos, godos, cristianos, francos, moros, judíos
contribuyeron a crear la extraordinaria personalidad de su alma compleja y poderosa.
Toledo es una de las ciudades más mestizas de Occidente y acaso sólo en ella
pudo darse el fascinante caso de mestizaje cultural del Greco.
Palabras como mudéjar, mozárabe, muladí,
romance, ladino no son otra cosa que testimonios irrecusables de un vasto,
largo y complicado proceso de mestizaje que tuvo por escenario y personajes la
Península Ibérica y sus gentes.
Por un absurdo y
antihistórico concepto de pureza, los hispanoamericanos han tendido a mirar
como una marca de inferioridad la condición de su mestizaje. Han llegado a
creer que no hay otro mestizaje que el de la sangre y se han inhibido en buena
parte para mirar y comprender lo más valioso y original de su propia condición.
Se miró al mestizaje como un indeseable
rasgo de inferioridad. Se estaba bajo la influencia de las ideas de
superioridad racial, que empezaron a aparecer en Europa desde el siglo XVIII y
se afirmaron en el XIX con Gobineau, que dieron nacimiento a toda aquella banal
literatura sobre la supremacía de los anglosajones y sobre la misión
providencial y el fardo histórico del hombre blanco encargado de civilizar,
dirigir y encaminar a sus inferiores hermanos de color. Se creó una especie de
complejo de inferioridad y de pudor biológico ante el hecho del mestizaje
sanguíneo. Se quería ocultar la huella de la sangre mezclada o hacerla olvidar
ante los europeos, olvidándonos de que Europa era el fruto de las más
increíbles mescolanzas y de que el mestizaje de sangre podía ser un efecto,
pero estaba lejos de ser la única causa ni la única forma del mestizaje
cultural. Lo verdaderamente importante y significativo fue el encuentro de
hombres de distintas culturas en el sorprendente escenario de la América. Ése y
no otro es el hecho definidor del Nuevo Mundo.
Es claro que en el hacer de América hubo
mestizaje sanguíneo, amplio y continuo. Se mezclaron los españoles y
portugueses con los indios y los negros. Esto tiene su innegable importancia
desde el punto de vista antropológico y muy favorables aspectos desde el punto
de vista político, pero el gran proceso creador del mestizaje americano no
estuvo ni puede estar limitado al mero mestizaje sanguíneo. El mestizaje
sanguíneo pudo ayudar a ello, en determinados tiempos y regiones, pero sería
cerrar los ojos a lo más fecundo y característico de la realidad histórica y
cultural, hablar del mestizaje americano como de un fenómeno racial limitado a
ciertos países, clases sociales o épocas.
En el encuentro de españoles e indígenas
hubo propósitos manifiestos que quedaron frustrados o adulterados por la
historia. Los indígenas, en particular los de más alto grado de civilización,
trataron de preservar y defender su existencia y su mundo. Su propósito obvio
no era otro que expeler al invasor y mantener inalterado el sistema social y la
cultura que les eran propios, y levantar un muro alto y aislante contra la
invasión europea. Si este propósito hubiera podido prosperar, contra toda la
realidad del momento, América se hubiera convertido en una suerte de inmenso
Tíbet. Por su parte, los españoles traían la decisión de convertir al indio en
un cristiano de Castilla, en un labrador del Viejo Mundo, absorbido e
incorporado totalmente en lengua, creencia, costumbres y mentalidad, para
convertir a América en una descomunal Nueva España. Tampoco lo lograron. La
crónica de la población recoge los fallidos esfuerzos, los desesperanzados
fracasos de esa tentativa imposible.
Lo que vino a realizarse en América no fue
ni la permanencia del mundo indígena, ni la prolongación de Europa. Lo que
ocurrió fue otra cosa y por eso fue Nuevo Mundo desde el comienzo. El mestizaje
comenzó de inmediato por la lengua, por la cocina, por las costumbres. Entraron
las nuevas palabras, los nuevos alimentos, los nuevos usos. Podría ser ejemplo
de esa viva confluencia creadora aquella casa del capitán Garcilaso de la Vega
en el Cuzco recién conquistado. En un ala de la edificación estaba el capitán
con sus compañeros, con sus frailes y sus escribanos, metido en el viejo y
agrietado pellejo de lo hispánico, y en la otra, opuesta, estaba la ñusta
Isabel, con sus parientes incaicos, comentando en quechua el perdido esplendor
de los viejos tiempos. El niño que iba a ser el Inca Garcilaso iba y venía de
una a otra ala como la devanadera que tejía la tela del nuevo destino.
Los Comentarios reales
son el conmovedor esfuerzo de toma de conciencia del hombre nuevo en la nueva
situación de América. Pugnan por acomodarse en su espíritu las contrarias
lealtades impuestas desde afuera. Quiere ser un cristiano viejo de Castilla,
pero también, al mismo tiempo, no quiere dejar morir el esplendor del pasado
incaico. Un libro semejante no lo podía escribir ni un castellano puro, ni un
indio puro. La Araucana es
una visión castellana del indio como algunos textos mexicanos, que ha recogido
Garibay, son una visión únicamente indígena de la presencia del conquistador.
En el Inca Garcilaso, por el contrario, lo que hay es la confluencia y el
encuentro.
En aquellas villas de
Indias, en las que dos viejas y ajenas formas de vida se ponían en difícil y
oscuro contacto para crear un nuevo hecho, nada queda intacto y todo sufre
diversos grados de alteración. A veces la Iglesia católica se alza sobre el
templo indígena, las técnicas y el tempo del trabajo artesanal y agrícola se
alteran. Entran a los telares otras manos y otros trasuntos de patrones. El
habla se divierte del tiempo y la ocasión de España se arremansa en una más
lenta evolución que incorpora voces y nombres que los indios habían puesto a
las cosas de su tierra. El «vosotros» no llega a sustituir al «vuestras
mercedes». Nombres de pájaros, de frutas, de fieras, de lugares entran en el
torrente de la lengua. Los pintores, los albañiles, los escultores y talladores
introducen elementos espurios y maneras no usuales en la factura de sus obras.
Todo el llamado «barroco de Indias» no es sino el reflejo de ese mestizaje
cultural que se hace por flujo aluvional y por lento acomodamiento en tres
largos siglos.
Se combinaron
reminiscencias y rasgos del gótico, del románico y del plateresco, dentro de la
gran capacidad de absorción del barroco. El historiador de arte Pal Kelemen (Baroque and Rococo in Latin America)
ha podido afirmar:
Se podría hacer el largo
y ejemplar itinerario de los monumentos plásticos del mestizaje: desde la
iglesia de San Vicente del Cuzco hasta el santuario de Ocotlán en México,
pasando por las viejas casas de Buenos Aires, por las capillas de Ouro Preto,
por las espadañas de las iglesias de aldea en Chillán, en Arequipa, en Popayán,
en Coro o en Antigua. Tampoco eran iguales a las de Europa las gentes que iban
a orar en esos templos. Venían de hablar y tratar con indios y con negros, en
sus creencias, en sus palabras y en sus cantos había elementos anteriores a la
Conquista y otros traídos de África. Todo un mundo de superstición terrígena
convivía con el escueto catecismo de los misioneros.
Fuera de lo más externo
de la devoción y de la enseñanza, todo era distinto y nuevo. Las consejas
españolas se habían mezclado con las tradiciones indígenas. La lengua, que
había llegado a ser tan escueta y eficaz en Lazarillo tiende en América a ser juego de adorno y gracia.
Se la oye resonar y cambiar de colores como un gran juguete. Se la recarga y
pule como una joya de parada.
Las letras mismas sufren
cambios de estilo, de objeto y de género. Aunque pasan novelistas, y algunos
tan grandes como Mateo Alemán, no pasa la novela a la nueva tierra. Tampoco
pasa en su esplendor la comedia del Siglo de Oro. Hay como una regresión a
viejos estados de alma y a modos que ya habían sido olvidados. Resucita la
crónica y la corografía, la poesía narrativa toma el lugar del lirismo
italianizante, de la comedia se regresa al auto de fe y al ministerio medieval.
De la tendencia a lo más simple y directo de la literatura castellana, se pasa
al gusto por lo más elaborado y artístico, del realismo popular en letras y
artes a la estilización, al arcaísmo y al preciosismo. Hay como una
intemporalidad provocada por el fenómeno del mestizaje.
Quienes observan la
historia cultural de la América hispana notan de inmediato ese rasgo de
coexistencia simultánea de herencias y de influencias que la distingue de la
sucesión lineal de épocas y escuelas que caracteriza al mundo occidental desde
el fin de la Edad Media. Es un crecer por accesión y por incorporación
aluvional que le da ese carácter de impureza que hace tan difícil clasificar
con membretes de la preceptiva europea monumentos, autores y épocas de la
creación cultural latinoamericana. José Moreno Villa (Lo mexicano) lo ha observado al estudiar el arte colonial
mexicano y ha dicho textualmente: «Las artes o modos
artísticos son aquí de aluvión, es decir, que no obedecen a un proceso interno
evolutivo como en Europa».
La verdad es que es un
proceso de formación que corresponde a un tiempo biológico distinto del que
alcanzó Europa después del Renacimiento, cuando su gran época de mestizaje
creador comenzaba a cerrarse. Unificada la herencia cultural europea comenzó un
tiempo de dominante evolución lineal interna, mientras que en América se abría
un nuevo tiempo caótico, de mestizaje.
Esa conciencia de
individualidad distinta, creada por las circunstancias distintas y por las
herencias contradictorias, la advierten pronto las grandes personalidades del
pensamiento.
Los europeos del tiempo
de Buffon, de De Pauw y de Raynal llegaron a pensar que la América pertenecía a
otra edad del planeta y que en ella el clima no sólo creaba seres y condiciones
de vida diferentes, sino que provocaba un cambio profundo en las
características de la especie humana, tal como la habían conocido los europeos.
Se habló de la precocidad y de la prematura senectud de los americanos.
La gente americana
rechazó estas simplezas llenas del candor seudocientífico de la Ilustración,
pero en cambio, nunca dejó de sentir sus profundas y constantes diferencias con
los europeos.
Simón Bolívar había
concebido la independencia de la América hispana como la consecuencia del hecho
de existir una personalidad histórica diferente con un destino distinto al de
Europa. En su extraordinario Discurso
al Congreso de Angostura, en 1819, hace lo que podemos llamar la
proclamación solemne de los derechos históricos del mestizaje americano. Dice:
Cuatro años antes, en
Jamaica, ya había formulado el mismo pensamiento: «Nosotros
somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados
mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias aunque, en cierto modo, viejo
en los usos de la sociedad civil».
Ese «pequeño género
humano» era la única base para la pretensión a un destino histórico para la
América Latina. Un hombre tan culto, tan europeo, tan universal como Andrés
Bello piensa que ha llegado la hora de que su América exprese su propia
personalidad, en una lengua común pero no subordinada, con temas propios y con
una visión de comienzos de nuevo tiempo. Piensa en una oportunidad romana y
virgiliana para el Nuevo Mundo. Reemprender la aventura del hombre con una
nueva voz y un nuevo aliento. Ha terminado el Imperio español, pero no tiene
por qué comenzar un tiempo oscuro de incomunicación y decadencia. Es el tiempo
para que se manifieste la nueva personalidad de América de «Occidente hija
postrera».
Tan avasalladora es la
vocación de mestizaje y el fondo histórico del fenómeno cultural que se pone de
manifiesto, aun en aquellos casos en que los hombres de pensamiento pretenden
reaccionar intelectualmente contra la tradición y la herencia del pasado e
instaurar un nuevo rumbo. Nadie más abierta y desesperadamente que Sarmiento
pretendió europeizar, sajonizar o desnaturalizar el hecho americano; sin
embargo, en nadie es más visible que en él el aluvión de contrarias influencias
de la historia y las lecturas, del pasado y el presente. Facundo es un libro
maravillosamente impuro que no podía escribir sino el gran mestizo cultural de
su tiempo que era don Domingo Faustino. El culto por la democracia sajona, por
el racionalismo, por la civilización decimonónica europea va junto con la
admiración por el payador, por el rastreador, por el gaucho que parecía el
enemigo de la civilización y la encarnación de la barbarie y hasta por el
caudillo Quiroga, que recibe de sus manos el más fascinante retrato. Ésas eran
las que las gentes simples llamaban y todavía llaman las contradicciones de
Sarmiento y que no eran sino el reflejo, en aquella grande y abierta
sensibilidad creadora, del mestizaje vivo americano. Lo que él miraba en
Facundo, en el Chacho, en las gentes que lo rodeaban en Mendoza y en Cuyo, en
el gauchaje, no era ni podía ser barbarie, sino el estancado y mezclado resto
de la civilización que los españoles de los siglos XVII y XVIII intentaron
implantar en América. Ese rezago ya era impuro y mezclado. También la condición
de su ideal de civilización era inalcanzable: convertir en ciudadanos de la
Nueva Inglaterra o en discípulos de Guizot a los hijos de un proceso histórico
diferente, en marcha y peculiar. Sarmiento no era, ni podía ser, acaso
inconscientemente, sino un gran continuador de la fundamental empresa del
mestizaje americano. Lo que se proponía era abrir la entrada a nuevos afluentes
y nuevos aportes para enriquecer y universalizar más el caldo de creación del
Nuevo Mundo.
Acaso en ningún otro
aspecto sea más visible esa vocación americana de combinación, mestizaje e
impureza que en el gran momento creador del modernismo latinoamericano. Los
hombres que dieron el paso inicial para romper con el pasado y la tradición
literaria: Darío, Silva, Gutiérrez Nájera, Casal, Herrera y Reissig,
Lugones, etc., pretendían romper amarras con lo hispanoamericano para
incorporarse en cuerpo y alma a una cierta zona y hora de la literatura de
Europa. Habían recibido noticias de los decadentistas, parnasianos y
simbolistas franceses. Habían leído o adivinado, en las breves ediciones
amarillas del Mercure
de France, a Verlaine, a Moreas, a Régnier, a Kahn y a una falsa Francia de
falso siglo XVIII con marqueses, princesas y abates. Todo el decorado, todas
las innovaciones métricas vinieron en ellos a yuxtaponerse sobre su impuro
romanticismo americanizado, sobre sus reliquias y atisbos de la vieja poesía
castellana, para dar como resultado uno de los más heterogéneos, ricos y
contrastados movimientos que han conocido nuestras letras. Confundidos por los
temas exóticos, por las novedades estróficas y métricas muchos llegaron a dudar
de si estos grandes poetas representaban a la América. La representaban sin
duda y, precisamente, por el innegable y poderoso carácter de mestizaje
creador, que es lo esencial del movimiento modernista. Eso también explica por
qué esa tendencia surge y florece en la América hispana y no en España. Tamaño
ensayo de mestizaje literario y cultural no podía ser hecho en aquella hora
sino por quienes en su condición, en su psicología, en su situación histórica
estaban abiertos y preparados para la impureza creadora del mestizaje.
Llegaron a creer, en
ciertos momentos, que se habían escapado de su mundo americano para convertirse
en hijos de París. Era lo que no sin cierto rubor Darío llamaba su «galicismo
mental», y sin embargo lo que estaban demostrando de modo plenario era su
genuina e irrenunciable capacidad de asimilación aluvional de hijos y
continuadores del gran destino de mestizaje de la América hispana. Podría
tomarse el modernismo como uno de los momentos culminantes de la vocación de
mestizaje del Nuevo Mundo y de su extraordinaria posibilidad de creación.
El modernismo no es un
episodio aislado, su voluntad de mezcla y de incorporación aluvional sigue
activa en el desarrollo ulterior de la literatura de la América hispana. Las
grandes novelas americanas de la tercera década del siglo expresan esa impureza
receptiva en su poderosa combinación de realismo, costumbrismo, simbología,
forma épica y trasfondo mágico. ¿A qué época o a qué escuela europea podrían
asimilarse Gallegos, Güiraldes, Rivera, Azuela? La poesía de Gabriela Mistral
es una trémula confluencia de tiempos y modos. El aire barroco que mueve las
frases de Asturias y Carpentier está mezclado con elementos románticos, con
sabiduría surrealista y con la atracción por la magia de los pueblos
primitivos. Un libro como Los
pasos perdidos o como El
señor presidente refleja, en el más mestizo lenguaje creador, el
mestizaje original y profundo del Nuevo Mundo. Jorge Luis Borges es el más
refinado manipulador de la vocación y de los elementos del mestizaje cultural.
La torrencial voracidad transformadora y caótica de Pablo Neruda tiene sus
raíces y su razón en el poderoso fenómeno del mestizaje americano.
No sólo hay una vocación
de superponer influencias y escuelas sino que, además, hay una deformadora
capacidad de asimilar y desnaturalizar las influencias, que no es otra cosa que
la avasallante consecuencia cultural del hecho americano.
Esa vocación no podría
limitarse a lo social, a lo artístico y a lo literario, sino que se manifiesta
también en el mundo de las ideas. El aluvión y la hibridización ideológica
dominan casi toda la época nacional de los países de la América hispana. Sobre
las instituciones, más vividas y sentidas que escritas, de las Leyes de Indias
y de las Partidas vinieron a injertarse las creaciones políticas y las
novedades ideológicas del racionalismo francés. Roto irremediablemente el orden
colonial se quiso implantar sobre sus restos esparcidos y resistentes un orden
ideal copiado de Francia, Inglaterra o Estados Unidos. Como tentativa de
ruptura y de contradicción era apenas más aventurada que la de los conquistadores
de implantar sobre las sociedades indígenas, sobre sus lenguas, sus creencias,
sus usos, sus milenarias condiciones, las formas, las normas y los contenidos
de la monarquía cristiana de Castilla. Se invocaba el derecho divino para
justificar la república, se apoyaba la independencia en la venida del apóstol
santo Tomás en figura de Quetzalcóatl, se invocaba a Manco capac para darle una
base emocional a los nuevos Estados republicanos y democráticos, las ideas de
Saint-Simon se mezclaron con las de Rousseau, el escotismo con el positivismo.
Si se intentara, de modo sistemático, hacer la historia de las ideas en la
América hispana, desde la Independencia hasta la primera Guerra Mundial, se
descubriría el más barroco, contradictorio y mezclado panorama. La llamada
crisis institucional del mundo americano, tan vieja como su independencia y tan
ardua y compleja como la propia condición de su ser colectivo, no es sino la
manifestación histórica de esa formación aluvional continua. La América hispana
busca sus instituciones, adopta la república representativa y ve surgir el
caudillismo autóctono, en una angustiosa búsqueda de su propia identidad, entre
los mirajes contradictorios y oscuros del pasado y las solicitaciones de su
nostalgia europea.
La gran época creadora del mestizaje en Europa ha terminado
desde hace mucho tiempo. Los mitos de la superioridad racial, del pasado
histórico, de la pureza de la herencia nacional actuaron como frenos y diques
empobrecedores. Tal vez el romanticismo es la última tentativa mayor por volver
a descubrir la veta del mestizaje cultural. En las artes plásticas, acaso los
cubistas, con su importación de la escultura negra, intentaron la aventura de
sacar el arte de Occidente del camino de abstracción y de pureza al que fatalmente
iba a caer.
En cambio, la América hispana es tal vez
la única gran zona abierta en el mundo actual al proceso del mestizaje cultural
creador. En lugar de mirar esa característica extraordinaria como una marca de
atraso o de inferioridad, hay que considerarla como la más afortunada y
favorable circunstancia para que se afirme y extienda la vocación de Nuevo
Mundo que ha estado asociada desde el inicio al destino americano.
Es sobre la base de ese mestizaje fecundo
y poderoso donde puede afirmarse la personalidad de la América hispana, su
originalidad y su tarea creadora. Con todo lo que le llega del pasado y del
presente, puede la América hispana definir un nuevo tiempo, un nuevo rumbo y un
nuevo lenguaje para la expresión del hombre, sin forzar ni adulterar lo más
constante y valioso de su ser colectivo, que es su aptitud para el mestizaje
viviente y creador.
Está ella ahora abierta y lista para
recibir y transformar en una gran tentativa de unidad y síntesis el presente
vivo de sus múltiples herencias y para realizar, en la víspera del siglo XXI,
una hazaña de renovación y renacimiento cultural similar al que en su tiempo
hizo Roma o hizo Occidente.
Su vocación y su oportunidad es la de
realizar la nueva etapa de mestizaje cultural que va a ser la de su hora en la
historia de la cultura. Todo lo que se aparte de eso será desviar a la América
Latina de su vía natural y negarle su destino manifiesto, que no es otro que el
de realizar en plenitud la promesa de los Garcilaso, de los Bolívar, de los
Darío, de los constructores de catedrales, para la obra de un Nuevo Mundo….”
También puede verse:
(https://digitalrepository.unm.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1311&context=abya_yala, por Peter Wade);
(https://journals.openedition.org/polis/4122, por Carlos Tünnermann Bernheim);
(http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-85742009000100004, por Jorge Bracho);
(https://www.jstor.org/stable/23054711, por Manuel Zapata Olivella);
(https://www.mtholyoke.edu/acad/latam/castas25.html, por Mauricio Meléndez Obando);
(https://www.redalyc.org/pdf/1271/127112583009.pdf, por Pablo Rodríguez Jiménez);
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