En pocas palabras. Javier J. Jaspe
Washington
D.C.
La serie que continuamos hoy ha sido inspirada por un importante libro del renombrado autor mexicano, Carlos Fuentes, fallecido en 2012, considerado por muchos como una obra capital para el conocimiento de la historia y cultura latinoamericanas. Me refiero a El espejo enterrado, con el cual Fuentes aporta su luminosa y aleccionadora visión de los primeros 500 años transcurridos desde el descubrimiento de América por Cristobal Colón en 1492. Esta obra fue publicada en su primera edición en México en 1998 y la que utilizamos corresponde a la décimacuarta reimpresión (Taurus bolsillo), junio 2005, 590 páginas.
El objetivo
de la serie no es realizar un análisis de este libro, sino el de aportar breves
textos adicionales encontrados en Internet, sobre temas y personajes
mencionados en el mismo, en las páginas que se indican entre paréntesis al lado
de cada tema o personaje. Otros temas y personajes podrán agregarse, caso en el
cual se mencionará al lado: (jjj). Los textos de Internet se transcriben en
itálicas, en español o inglés, según sea el caso, con indicación de su fuente.
Este centésimo noveno artículo se refiere a temas y personajes que van desde Andrés
Bello (1781-1865 hasta Diego Barros Arana (1830-1907). Veamos:
Andrés
Bello (422) – “….Humanista, político y
jurista, Andrés Bello fue uno de los intelectuales más influyentes del siglo
XIX. Además de su aporte a la educación y la cultura, jugó un destacado rol en
la forja de la institucionalidad que dio forma a Chile como nueva nación.
"En la segunda mitad del siglo XVIII Caracas vio nacer a
tres de los grandes hombres representativos de América, para emplear la
insustituible expresión emersoniana: A Miranda el Precursor -el Visionario le
ha llamado su biógrafo chileno-, a Bolívar, el Libertador, y a Bello, el
Educador". Así comenzó Pedro Lira Urquieta su libro Andrés Bello,
situando a este venezolano universal en una tríada épica de la historia
americana, acto con el que Lira Urquieta no hizo más que subrayar la enorme
importancia que tuvo Andrés Bello en el desarrollo continental.
Andrés Bello nació el 29 de noviembre de 1781 en Caracas,
capital de Venezuela. Su padre, Bartolomé Bello, era abogado de la Audiencia de
la ciudad, por lo que sin ser una familia adinerada, los hijos de don Bartolomé
y de doña Antonia López de Bello vivieron una infancia sin mayores carencias
materiales.
Luego de cursar
estudios de latín, los vientos revolucionarios que soplaban en América
embargaron a Bello, quien luego de declarada la Independencia en su país partió
como auxiliar de una misión diplomática a Londres, encabezada por Simón
Bolívar. En 1812, sólo dos años después de su arribo a la capital Inglesa, se
reestableció el régimen colonial en Venezuela, con lo que Andrés Bello comenzó
su período de autoexilio.
Durante sus años
en Londres, Andrés Bello colaboró activamente en la causa americanista, siendo
redactor de El Censor Americano, La Biblioteca Americana y director
de El Repertorio Americano. Este fue el período en que Bello se
empapó de un profundo hispanoamericanismo, que lo llevó a trabajar en distintas
legaciones americanas en Inglaterra, entre ellas la chilena, a través de la
cual -y por medio de Juan Egaña Risco- se concretó su regreso a tierras
americanas en 1829, año en que arribó a Valparaíso.
Una vez en
Chile, Andrés Bello se convirtió rápidamente en un ciudadano más de nuestro
país, compartiendo la época y los debates de los más importantes intelectuales liberales del siglo XIX.
Bello jugó un
destacadísimo rol en la forja de la institucionalidad necesaria para dar forma
a la nueva nación, resaltando su aporte a la educación y la cultura, así como
el impulso que su influencia le dio al Movimiento literario de 1842. Fue profesor en el Instituto Nacional, redactor de El Araucano y
se desempeñó como rector de la naciente Universidad de Chile desde 1843 hasta su muerte. Además,
Andrés Bello fue el principal redactor de nuestro Código Civil, que se
promulgó en 1855 y que continúa vigente en nuestro sistema jurídico.
Hombre de
letras, su
obra se
extendió también a la poesía y la prosa, así como a la enseñanza del idioma. En
este campo, su Gramática de la
lengua castellana constituye un hito ineludible, señalando uno de los
primeros intentos de sistematización en el uso de la lengua en nuestro país.
Convertido en el
más chileno de los extranjeros, rodeado de una numerosa familia y del respeto y
reconocimiento de la República, Andrés Bello murió el 15 de octubre de 1865 en
su casa de calle Catedral….”
(http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3290.html). También puede verse:
(https://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/bello.htm, Ruiza, M.,
Fernández, T. y Tamaro, E. (2004));
(http://www.cervantesvirtual.com/portales/andres_bello/autor_apunte/, por Pedro Grases);
(https://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/bello_andres.htm);
(https://www.britannica.com/biography/Andres-Bello);
(https://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/b/bello-andres/, por Pedro Grases).
José
Victorino Lastarría (422) – “ ….José
Victorino Lastarria fue uno de los intelectuales liberales más
destacados del siglo XIX y prolífero hombre de letras.
Nació el 22 de marzo de 1817 en Rancagua. Realizó sus estudios en
el Liceo de Chile, dirigido por José Joaquín de Mora y egresó del Instituto Nacional,
perteneciendo así, a la primera generación de chilenos formados en la vida
republicana. En 1836 recibió el grado de Bachiller en Sagrados Cánones y Leyes.
Tres años más tarde fue nombrado profesor de Legislación y Derecho de Gentes en
el Instituto Nacional. Durante este período Lastarria comenzó a creer en
un liberalismo fundado en el
desarrollo del individuo y de la libertad, lo cual implicaba una reforma de las
conciencias, un plan de regeneración que suponía la des-españolización de la
sociedad chilena y por ende, su descolonización cultural. Sus planteamientos
respecto de la necesidad de crear una identidad propiamente chilena se
cristalizaron en el ahora célebre discurso inaugural de
la Sociedad Literaria de 1842, de la cual fue director.
En 1843 Lastarria ganó el certamen anual por el cual la Universidad de Chile premiaba
una memoria histórica. En esa oportunidad presentó Investigaciones sobre la influencia
social de la conquista i el sistema de los españoles en Chile,
documento en que realizó una dura crítica a la herencia hispana presente en la
sociedad chilena de la época y al autoritarismo del sistema político legitimado
en la Constitución de 1833.
En 1849 fue elegido diputado por Rancagua y encabezó la
oposición parlamentaria al gobierno de Manuel Bulnes,
creando un partido liberal nuevo, ajeno a la división entre pipiolos y pelucones. En octubre del mismo año
redactó junto a Federico Errázuriz su
programa liberal, titulado Bases
de la reforma. En este periodo, Lastarria se mostró
incluso a favor de unir fuerzas con la Sociedad de la Igualdad,
por lo que apoyó en 1851 al coronel Pedro
Urriola para evitar la elección de Manuel Montt.
El movimiento fue sofocado y varios líderes de la oposición fueron detenidos y
deportados a Lima, entre ellos Lastarria. Regresó a Chile tres años después,
trabajando como abogado y reasumiendo sus actividades políticas.
En 1858 José Victorino Lastarria era diputado por Copiapó y apoyó la fusión
liberal-conservadora que respaldaba la candidatura a la
presidencia de José Joaquín Pérez.
Cuando éste fue electo, Lastarria participó en su gobierno durante 1862 como
ministro de Hacienda y más tarde como diplomático en Perú y Argentina. Sin
embargo, después de 1864, Lastarria rechazó la fusión liberal-conservadora y
criticó duramente al gobierno de Pérez. Seis años más tarde se opuso
decididamente a la candidatura de Federico Errázuriz Zañartu, representante de
la fusión. En 1875 fue designado ministro de la Corte de Apelaciones y, al año
siguiente, fue elegido senador por Coquimbo. El mismo año, el Presidente Aníbal Pinto lo
designó ministro del Interior. José Victorino Lastarria fue senador y ocho
veces electo diputado, presentando diversos proyectos
legislativos. También fue ministro y diplomático,
siendo incluso enviado a Río de Janeiro para impedir la participación del
Brasil en la Guerra del Pacífico.
Hombre de ideas avanzadas en el contexto de la época, su obra
como ensayista y literato estaba íntimamente ligada a su
actividad política como diputado liberal y promotor de reformas políticas que
acabaran con el estricto control estatal de la vida pública y abrieran el
camino a una mayor participación de la ciudadanía en la toma de decisiones. Su
vida y obra han sido objeto de diversos estudios por
parte de destacados intelectuales chilenos, lo que reafirma la importancia
insoslayable de su producción estética y política en la construcción de nuestra
historia nacional…..”
(http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-31493.html). También puede verse:
(https://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/lastarria.htm, por Ruiza, M.,
Fernández, T. y Tamaro, E. (2004));
Francisco Bilbao (422) – “....Francisco Bilbao Barquín (1823-1865….Francisco Bilbao fue el ícono de una generación educada en los principios liberales que combatió a los gobiernos autoritarios de la época. Enemigo de las transacciones políticas, Bilbao dedicó su vida a la causa democrática, pasando gran parte en el exilio y sufriendo constantes persecuciones….. (http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-631.htm).......Francisco Bilbao Barquín falleció en Argentina en 1865 , de las secuelas de un acto valeroso que refleja por sí solo la generosidad del personaje: Paseándose en el puerto de Buenos Aires, donde estaba exiliado, Bilbao acudió al llamado de una mujer que se estaba ahogando y la salvó.
Bilbao ,
solo tenía 43 años en el momento de su muerte, pues había nacido en Chile en
1822 . Sin embargo, su corta existencia había sido rica en combates políticos
por la libertad y el progreso de nuestra patria y su exilio en Argentina fue
solo uno de los tantos que tuvo que sufrir como consecuencia de sus valientes
compromisos.
Ya en 1844 había
estado obligado a partir a Europa a a causa de la persecución de que fue
víctima por su libro la Sociabilidad Chilena, en el que denunciaba
la hipocresía y la intolerancia de la sociedad pelucona de su época
. De regreso a Chile unos años más tarde , durante el gobierno de Manuel
Bulnes, asumió con su coraje proverbial la lucha contra la conducción
política de los conservadores o pelucones lidereados por el represivo
ministro Manuel Montt , candidato anunciado para suceder a Bulnes.
De esa época
data también la creación de la Sociedad de la Igualdad con la que Bilbao,
Santiago Arcos y una sesentena de chilenos quisieron introducir las tesis
sociales que la Revolución Francesa y su prolongación en 1830 habían
puesto a la orden del día y terminar, de ese modo, con(en palabras de Lillo)
“veinte años de tinieblas y de atraso”en nuestro país. Esto fue demasiado para
los arquetipos coloniales y portalianos que los pelucones seguían cultivando y
Bilbao fue detenido y empujado una vez más al exilio, y nunca más fue
autorizado a volver a lo que para él fue siempre su patria.
Hombre político
visionario, como nuestro pueblo ha engendrado raramente , Bilbao fue
también filósofo y escritor dejando a la posteridad una vasta obra cuyos solos
títulos indican la diversidad de sus preocupaciones intelectuales y la
naturaleza de sus combates: El Gobierno de la Libertad, La Ley de la Historia,
La América en Peligro, El Congreso Americano , La Revolución de la Honradez, El
Evangelio Americano, La Federación, El Mensaje del Proscrito a la Nación
Chilena y tantos otros más.
Así, su
personalidad fue remarcada internacionalmente y mereció con creces que en su
época lo apodaran El Apóstol de la Libertad. En resumen, un hombre de primer
plano que muchos pueblos se enorgullecerían de contar entre los suyos pero que
en su patria, nuestro país , ha sido casi completamente olvidado , para
satisfacción de los herederos de los pelucones y de los reaccionarios
de todos los pelajes…..”
(https://radio.uchile.cl/2012/12/07/francisco-bilbao-un-gran-chileno-olvidado/, por José Cañas C.). También puede verse
(http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=bilbao-barquin-francisco, por J.R. Fernández de Cano);
(http://www.icarito.cl/2009/12/237-691-9-bilbao-barquin-francisco.shtml/);
(https://filosofia.org/ave/001/a299.htm);
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/bilbao_francisco.htm#:~:text=(Santiago%2C%201823%20%2D%20La%20Plata,precursor%20de%20grandes%20solevantamientos%20sociales%22, por Ruiza, M.,
Fernández, T. y Tamaro, E. (2004).
La Prensa…La Nación… El periodismo sin vigilancia de la inquisición… (423) – “….La prensa porteña no se mantuvo ajena a un proceso de transformación de las instituciones periodísticas a nivel mundial que caracterizó el pasaje del siglo XIX al XX. En Buenos Aires, la expansión significativa del espacio periodístico se reflejó, entre otros fenómenos, en la aparición de un segmento de diarios (frecuentemente denominados grandes diarios) con una circulación nacional y un volumen de tiraje que llegaba a superar los cien mil ejemplares en algunos casos. En la última década del siglo XIX, en consonancia con las transformaciones sociales (políticas, demográficas, culturales, etc.) que estaban ocurriendo en el país, La Prensa y La Nación, que habían sido fundados en 1869 y 1870 respectivamente, dieron un salto significativo en tiraje, transformaron su estilo y modernizaron su infraestructura. En la década de 1910 fue el diario La Razón (que había sido fundado en 1905) el que dio un salto significativo, y en la década de 1920 Crítica (fundado en 1913). Todos estos diarios se diferenciaron del resto de los periódicos no sólo por las dimensiones de su circulación sino también por el hecho de constituirse en instituciones más burocratizadas y de mayor inserción y significación social.1 Las características de los usos sociales de sus edificios daban cuenta de estas transformaciones. Hasta la aparición de diarios con una específica división de actividades y una producción en masa, los periódicos (de vida más fugaz y dependientes de los avatares de la coyuntura política) eran editados por imprentas, adonde la producción no diferenciaba las actividades de administración de la empresa, contabilidad, relación con los subscriptores, impresión de las páginas, redacción o las propias de cobertura de noticias, y donde eran frecuentemente las mismas personas las que se encargaban de estas diferentes funciones.2 En este sentido, el espacio físico de los grandes diarios revelaba nuevas funciones, especialidades y relaciones sociales. La mayor parte de los grandes diarios utilizaron sus edifícios no sólo como espacios de producción de hojas impresas, o también de libros, en algunos casos, sino también como espacios de actividades sociales de interés público.
Este
artículo analiza los significados sociales de esta consagración de los diarios
como espacios públicos, a través del estudio del papel del diario La Prensa en
la vida social de Buenos Aires (Argentina) a comienzos del siglo XX. Tal foco
en dichas características de los diarios porteños permitirá discutir algunos
presupuestos a partir de los cuales se analizó la relación entre prensa y
esfera pública. Por un lado, podremos relativizar la contundente afirmación de
Jürgen Habermas sobre la relación entre la comercialización (e
industrialización) de la prensa y la despolitización (y refeudalización) de la
esfera pública, coherente con una visión pesimista sobre la cultura de masas.
La Prensa, por ejemplo, situada en esa época en el polo más comercial del
espacio periodístico en Argentina fue un agente activo en la expansión de la(s)
esfera(s) pública(s). Por otro lado, podremos relativizar la importancia de los
diarios exclusivamente como soporte impreso de la(s) esfera(s) pública(s). En
este sentido abordamos las diversas formas a través de las cuales La Prensa movilizó
diversos públicos y se tornó, en sí mismo, un espacio público. Entre otras
cosas también abordaremos un aspecto frecuentemente no considerado: el papel de
los diarios en la propia producción de eventos noticiables. Al constituirse en
espacios públicos los diarios fueron en esa época locus del desarrollo de
eventos de relevancia social…..”
(https://www.redalyc.org/pdf/1795/179514533019.pdf, por Hernán E. Gómez). También puede verse:
(http://portal.amelica.org/ameli/jatsRepo/237/2371022006/html/, por Martín Servelli);
(https://biblat.unam.mx/es/revista/historia-questoes-debates/articulo/el-correo-espanol-de-buenos-aires-y-la-prensa-espanola-en-el-rio-de-la-plata-nuevos-enfoques-para-su-estudio, por Garabedián, Marcelo Hugo);
https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/7909/1/historia-periodismo-argentino-desde-origenes.pdf, por De Marco, Miguel Ángel
Diego Barros Arana (422) – “…..Diego Barros Arana fue un historiador y educador chileno del siglo XIX, cuyo legado más importante fue la monumental obra titulada Historia General de Chile, escrita en 16 volúmenes entre 1881 y 1902.
Nació en Santiago el 16 de
agosto de 1830 en el seno de una acomodada familia. Su padre, comerciante de
profesión, estimuló tempranamente su afición por la literatura, las humanidades
y la historia. Su formación inicial fue tradicional y católica, aunque el contexto intelectual caracterizado por el pensamiento
laico, liberal y positivista de mediados del siglo XIX despertó
en él un cambio ideológico, transformándose en uno de los intelectuales liberales más importante del país.
Desde pequeño demostró ser
un gran lector, metódico y erudito. En sus investigaciones siguió el método
narrativo aconsejado por Andrés Bello, de modo que su concepción
de la Historia, propia del
siglo XIX, exponía y ordenaba con imparcialidad los hechos históricos, sin
interpretaciones ideológicas, poniendo en el centro la verdad histórica. Sus
primeros trabajos estuvieron dedicados a traducciones de novelas europeas y
su obra historiográfica se inició con artículos históricos y biografías publicadas
en periódicos, hasta que a partir de la década de 1850, su inquietud por la
Historia se materializó en la publicación de diversos libros.
Además de historiador, Barros
Arana se desempeñó a lo largo de su vida como educador, ocupando altos cargos de dirección en
establecimientos educativos. Desde 1855 fue miembro de la Facultad de
Humanidades de la Universidad de Chile, decano de la misma Facultad en 1871 y
Rector de la Universidad entre 1893 y 1897. En 1863 fue Rector del Instituto Nacional donde llevó a cabo una reforma
orientada hacia el establecimiento de una educación con base científica y
orientada por los principios laicos. Fue objeto de duros ataques por parte de
posiciones conservadoras y católicas del país. Desde su
posición de Decano de la Facultad de Humanidades, evaluó negativamente la
formación religiosa en Chile, mientras que los cambios en el Instituto Nacional
generaron un hondo descontento entre los clericales. Como abierto opositor al gobierno
de Manuel Montt (1851-1861) fue desterrado de
Chile viviendo en países latinoamericanos y europeos, experiencia que le
permitió acceder a documentos inéditos de la historia nacional depositados en
bibliotecas, archivos y colecciones alrededor del mundo, como el Museo
Británico o el Archivo General de Indias, en Sevilla. Del mismo modo, años
después se opuso decididamente al gobierno de José Manuel Balmaceda (1891), debiendo esconderse en
la Recoleta Dominica al estallar la guerra civil de 1891. Sin embargo, el nuevo gobierno
de Jorge Montt (1891-1896) lo reintegró a sus
labores académicas al nombrarlo rector de la Universidad de Chile.
Como la mayoría de los
intelectuales de la época, Diego Barros Arana poseía la convicción de que debía
prestar servicio a la nación. De ahí que además de educador e historiador,
también fuera un hombre público y político. Debido a su erudición en materias
históricas y geográficas, sirvió en los gobiernos de Federico Errázuriz Zañartu (1871-1876) y Aníbal Pinto (1876-1881) como ministro
plenipotenciario y perito en la Comisión de Límites con Argentina desde la
década de 1870.
Golpeado por una grave
enfermedad, falleció el 4 de noviembre 1907 a los 77 años de edad. La Biblioteca Nacional conserva hoy su patrimonio y rinde
homenaje a su obra a través de la Biblioteca Americana Diego Barros Arana.
(http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-583.html). También puede verse:
(https://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/barros_arana.htm, por Ruiza, M.,
Fernández, T. y Tamaro, E. (2004));
(https://www.teseopress.com/historiografia/chapter/36/);
(https://www.archivonacional.gob.cl/616/w3-article-46136.html?_noredirect=1):
(https://www.britannica.com/biography/Diego-Barros-Arana);
(http://worldcat.org/identities/lccn-n80162325/);
Apéndice
El Código Civil de Andrés Bello
EN: http://www.icarito.cl/2009/12/406-1661-9-el-codigo-civil-de-andres-bello.shtml/
“….Una vez consumada la independencia siguió rigiendo en
las naciones americanas desprendidas de España, el viejo y complicado sistema
jurídico colonial.
Las jóvenes repúblicas estuvieron muy pronto dotadas de
flamantes Constituciones Políticas y de leyes necesarias para afianzar el nuevo
orden de cosas; sin embargo la antigua legislación civil se mantuvo vigente
porque no había existido el tiempo ni la tranquilidad para sustituirla.
Pero en Chile llegó el momento y la necesidad de crear un Código
Civil propio y era importante encontrar un hombre versado y tenaz que solo o en
el seno de comisiones, se le impusiera el arduo trabajo de componer nuestro
Código. Chile tuvo la suerte de contar con ese hombre. Esa gloria estaba
reservada al venezolano Andrés Bello, quien, a poco de llegar al territorio
chileno, ya en 1831, se consagró a ese intento con ejemplar constancia hasta
darle fin.
Bello jugó un destacadísimo rol en forjar la institucionalidad
necesaria para dar forma a la nueva nación chilena, resaltando su aporte a la
educación y la cultura, así como el impulso que su influencia le dio al
Movimiento literario de 1842. Fue profesor en el Instituto Nacional, redactor
de El Araucano y se desempeñó como rector de la naciente Universidad de Chile
desde 1843 hasta su muerte.
Como se señalaba anteriormente Bello fue el principal
redactor de nuestro Código Civil, que se promulgó en 1855 y que continúa
vigente en nuestro sistema jurídico.
Tras largos años de trabajo (oficialmente con la ayuda de
varias comisiones, pero en la práctica actuando en forma solitaria), Bello
entregó el proyecto de código en 1855. El Presidente Manuel Montt lo presentó
al conocimiento del Congreso Nacional, acompañado de un mensaje redactado por
el propio Andrés Bello, el 22 de noviembre de 1855, siendo aprobado el 14 de
diciembre de 1855.
Entró en vigencia el 1 de enero de 1857 y ha permanecido en
vigor desde entonces.
Tradicionalmente se ha creído que la principal fuente de
inspiración del Código Civil chileno ha sido el Code Civil Napoleónico. Aunque
esto es cierto en materia de obligaciones y contratos, no lo es en las demás
áreas. La fuente principal fueron Las Siete Partidas de Alfonso X (un texto de
derecho común).
Principios fundamentales
Los principios fundamentales que inspiran el texto de este
código, son los siguientes:
– Autonomía de la voluntad.(autonomía privada)
– Protección a la Buena Fe.
– Sanción al enriquecimiento sin causa.
– La responsabilidad.
Estructura del Código Civil
El Código Civil chileno se estructura en un título
Preliminar, cuatro libros y un título final.
– Título Preliminar: Este título está compuesto por 53
artículos (a diferencia de los 6 del Código de Napoleón). En estos artículos se
trata acerca de la ley, su concepto, su promulgación, su obligatoriedad, los
efectos en el tiempo y el espacio, su derogación y su interpretación. También
define las palabras legales de uso corriente, trata del parentesco y de la
representación legal, define el dolo, la culpa, la fuerza mayor, la caución y
las presunciones, y establece la forma de computar los plazos.
– Libro I: De las personas (artículo
54 al 564): Al hablar en este Libro acerca de las personas, no solo se refiere
a las personas naturales si no que también a las personas jurídicas, siendo el
primer código que trata sistemáticamente acerca de ellas. Al referirse acerca
de las personas naturales trata del matrimonio (modificado recientemente por
una nueva Ley de Matrimonio Civil), de la filiación, del derecho de familia, de
los tutores y curadores. Desde 1991 en adelante esta sección ha sido modificada
profundamente con el fin de actualizar las instituciones centenarias del código
a la realidad del Chile moderno.
– Libro II: De los bienes, y de su
dominio, posesión, uso y goce (artículo 565 al 950): Este libro estructura los
lineamientos básicos acerca de la propiedad, regulando cuales son los bienes y
cuales de estos son apropiables por las personas, establece los modos de
adquirir el dominio, regula los derechos reales y fija su contenido y límites.
– Libro III: De la sucesión por causa
de muerte y las donaciones entre vivos (artículo 951 al 1436): Este es el libro
más antiguo del Código, siendo redactado por Bello alrededor del año 1835. Regula,
como su denominación lo indica, todo lo relacionado a las sucesiones
(testamentos, herederos, etc.) y con las donaciones entre vivos. Pese a que su
autor era favorable a un régimen sucesorio libre (la posibilidad de repartir
libremente la herencia), sus normas se basaron en el derecho sucesorio
castellano, modificado en aspectos centrales como la eliminación de la
primogenitura y los mayorazgos, y la no discriminación en razón del sexo.
– Libro IV: De las obligaciones en
general y de los contratos (artículo 1437 al 2524): Es la parte más cercana al
Código de Napoleón se encuentra en esta área. Aquí se regula la forma de
manifestar la voluntad en el campo del derecho y todas sus condicionantes
(todos los vicios de los que puede adolecer), establece el objeto y la causa
del acto jurídico y los medios para dar validez a la voluntad. Se regula los
principales contratos utilizados en la vida común (arrendamiento, compraventa,
permuta, etc.), los efectos de estos, sus causales de nulidad y cierra el texto
con la institución de la prescripción (que hace de iure situaciones de hecho
prolongadas en el tiempo.
– Título Final: de la observancia del
Código: Fija la fecha de su entrada en vigencia, el 1 de enero de 1857, y
establece la derogación de todas las leyes que se refieran a materias de las
que trata el código, directa o indirectamente.
Influencia
El Código de Bello sirvió de inspiración a numerosos otros
códigos Civiles de Latinoamérica, como el de Uruguay, de Argentina y Brasil,
siendo recepcionado casi íntegramente en varios países, tales como por Ecuador
(1858), El Salvador (1859), Nicaragua (1867), Honduras (1880 hasta 1899 y,
nuevamente, desde 1906), Colombia (1887) y Panamá (1903 a 1916).
Al decir de varios expertos como Augusto Teixeira de
Freitas (autor del Esboço de un Código Civil pra Brasil) o Dalmacio Vélez
Sársfield (redactor del Código Civil Argentino) es la obra jurídica más
importante de Latinoamérica.
Necesaria modernización
Por la fecha de su dictación varias de sus disposiciones
han caído en desuso, han sido modificadas o mejoradas por la práctica. Sin
embargo, en la actualidad varios juristas insisten en la necesidad de
introducirle profundas modificaciones o derogarlo y reemplazarlo por otro,
debido a los profundos cambios experimentados por el derecho en los últimos 150
años, aunque esto es bastante improbable, dado las profundas e importantes
raíces que ha hecho el código en la doctrina jurídica chilena.
En el año 2005, se conmemoró el centésimo quincuaquésimo
aniversario de su promulgación, el 14 de diciembre de 1855….”
También puede verse:
(https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/20715/1/180469.pdf);
(https://libros.uchile.cl/562, por Miguel Luis Amunátegui Reyes);
(http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-98980.html);
(https://lexcem.wordpress.com/ernesto-barros-jarpa-aspectos-de-andres-bello/);
(https://www.oas.org/dil/esp/codigo_civil_chile.pdf);
(https://core.ac.uk/download/pdf/46540946.pdf, po4 Rafael Mery Berisso);
(https://librero.cl/wp-content/uploads/2019/03/indice-C%C3%B3digo-civil.pdf);
Gramática
de la lengua castellana
EN: https://www.biografiasyvidas.com/obra/gramatica_lengua_castellana.htm, por Ruiza, M., Fernández,
T. y Tamaro, E. (2004).
“Publicada en Santiago de Chile en 1847, la Gramática de la lengua castellana
destinada al uso de los americanos (tal es su título completo) es
acaso la obra más admirada del insigne humanista venezolano Andrés Bello. Dos
filólogos modernos, Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, dijeron de Bello que fue "el más
genial de los gramáticos de lengua española y uno de los más perspicaces y
certeros del mundo". Su obra, con las notas explicativas y a veces
críticas del filólogo colombiano Rufino José Cuervo, constituye todavía hoy un libro imprescindible para
todo estudioso de la gramática castellana.
La Gramática
de la lengua castellana de Andrés Bello se presenta, en primer lugar, como una reacción
frente a la "grammaire générale ou raisonnée", la gramática
ideológica y logicista. Pero no es una reacción practicista (como la de su
contemporáneo Vicente Salvá), sino fundada en una doctrina amplia y
sistemática. La proposición no es para él "la enunciación de un
juicio", sino de un pensamiento completo; la proposición no se organiza en
torno a un sujeto, nexo y atributo (todavía en el siglo XIX "Sócrates
piensa" era reducido a "Sócrates es pensante"), sino en sujeto y
atributo (su atributo es
lo que hoy se acostumbra a llamar predicado, es decir, todo lo que se afirma
del sujeto).
Las categorías gramaticales no corresponden al mundo
objetivo, sino al del lenguaje: el género, por ejemplo, no tiene nada que ver
con el sexo de lo designado, sino con la concordancia con el adjetivo. Su
segundo gran principio es la deslatinización de la gramática castellana. Es
decir, a diferencia del latín, no existe en castellano la declinación de los
nombres, ni la voz pasiva (sólo "construcciones pasivas"). Bello
introdujo además una terminología nueva para los tiempos verbales (por ejemplo,
copretérito en lugar de pretérito imperfecto). Con el mismo criterio sostuvo
(desde 1823) la necesidad de una reforma ortográfica que atendiera a la
pronunciación culta y no a la etimología.
La gramática de Andrés Bello es funcional: partiendo del
análisis sintáctico de la oración, deduce siete partes: sustantivo, adjetivo,
verbo, adverbio. preposición, conjunción, interjección. El artículo es un
adjetivo que ha perdido significación. El pronombre desempeña las funciones
propias del sustantivo o del adjetivo, y no está "en lugar del
nombre", sino que meramente indica la persona gramatical. El infinitivo,
el gerundio y el participio son "derivados verbales", con algunos
rasgos propios del verbo, pero funcionalmente el infinitivo se desempeña como
sustantivo, el gerundio como adverbio y el participio como adjetivo.
Enseñar a hablar y escribir correctamente fue una parte
del ideal civilizador de Andrés Bello. "Juzgo importante -afirmó en el
prólogo a la Gramática-
la conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza, como un
medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias
naciones de origen español derramadas sobre los dos continentes". Marcelino Menéndez Pelayo llegó a decir que Bello fue "el
salvador de la integridad del castellano en América"….”
También puede verse:
(https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-93032014000100009, por Andrés Gallardo);
(http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/gramatica-gramatica-de-la-lengua-castellana-destinada-al-uso-de-los-americanos--0/html/ff6ef310-82b1-11df-acc7-002185ce6064_44.html, por Amado Alonso);
(http://ccat.sas.upenn.edu/romance/spanish/219/08ilustracion/0textosuplementarios/bellogramatica.html);
(https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/manuales_gramatica/profesores/bello.htm, por Mario Gómez del Estal Villarino);
http://www.contrastiva.it/baul_contrastivo/dati/sanvicente/contrastiva/Gram%C3%A1tica%20espa%C3%(B1ola/Bello,%20Gramatica%20castellana.pdf, por Andrés Bello);
(https://www.monografias.com/docs/Gramatica-De-Andres-Bello-P35DZUFCDGNZ).
No comments:
Post a Comment