En pocas palabras. Javier J. Jaspe
Washington
D.C.
El objetivo
de la serie no es realizar un análisis de este libro, sino el de aportar breves
textos adicionales encontrados en Intenet, sobre temas y personajes mencionados
en el mismo, en las páginas que se indican entre paréntesis al lado de cada
tema o personaje. Otros temas y personajes podrán agregarse, caso en el cual se
mencionará al lado: (jjj). Los textos de Internet se transcriben en itálicas,
en español o inglés, según sea el caso, con indicación de su fuente. Este centésimo
quinto artículo se refiere a temas y personajes que van desde Benjamin Vicuña Mackeena (1831-1886) hasta
Eduardo Pardo (1868-1905). Veamos:
Benjamin
Vicuña Mackeena (414, 422) – “…Benjamín Vicuña Mackenna fue
una persona multifacética: historiador, político
liberal, periodista, intendente, parlamentario, candidato
a la Presidencia de la República, viajero, literato, crítico y
bombero. Durante su vida, luchó por las libertades cívicas y el progreso del
país.
En parte de
su Casa Quinta se encuentra hoy el Museo
Benjamín Vicuña Mackenna, que alberga gran parte de su obra
bibliográfica, junto a una colección de objetos únicos que
le pertenecieron a él y a su familia: pinturas, esculturas, muebles,
manuscritos, fotografías, vestimentas y utensilios de uso doméstico.
Nació en
Santiago el 25 de agosto de 1831. Descendiente de importantes miembros de
la elite nacional, como su abuelo materno Juan Mackenna
O´Reilly, general del Ejército en la independencia chilena, y su abuelo
paterno, Francisco Ramón Vicuña Larraín, Presidente de la República (interino)
entre julio y octubre de1829. Se casó con su prima Victoria
Subercaseaux, con quien tuvo ocho hijos.
Ingresó joven a
la política. A los 19 años fue secretario de
la Sociedad de La Igualdad, creada en 1850 con el fin de integrar a
los artesanos dentro del proyecto político liberal.
Junto con
Santiago Arcos, Francisco Bilbao y sectores populares, participó activamente en
la Guerra Civil de 1851, que los liberales lucharon
contra el poder conservador. Fue encarcelado por su intervención en el levantamiento
del 20 de abril de ese año, conocido como el Motín de Urriola. Vestido de mujer, escapó y huyó del país.
Durante su
huida, recorrió México, Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Irlanda, Francia y
Argentina. En esta travesía se entrevistó con destacados personajes como Claudio Gay, Alexander Humboldt, los intelectuales y políticos
argentinos Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento y plasmó su experiencia en su Diario de tres
años de viajes.
En 1855 regresó
a Chile gracias a Ley de Amnistía, y junto a otros liberales se opuso al
gobierno de Manuel Montt a través de manifestaciones públicas y desde la
tribuna que tenía en el periódico La Asamblea Constituyente.
Producto de ello, fue arrestado nuevamente en 1858 y desterrado un
año después a Inglaterra.
En Europa
recopiló archivos documentales que le sirvieron para elaborar sus numerosas
obras historiográficas.
En 1861 desafió
su prohibición de retornar a Chile, y se reintegró a la vida política y social
del país, gracias al arribo a la presidencia del liberal José Joaquín Pérez.
Fue diputado y senador en distintos períodos entre 1864 a 1885. A lo largo
de esta trayectoria integró las comisiones de Gobierno, Relaciones Exteriores,
Educación y Beneficencia.
La llamada Guerra contra España, luego de la intervención de ese país en
Perú (1864) y Chile (1865), despertó en Benjamín Vicuña Mackenna la solidaridad
americana. Fue enviado por el gobierno a una misión diplomática secreta
en Estados Unidos (1865). Se detuvo en Perú y Panamá
donde desarrolló una activa labor de propaganda.
En Nueva York
organizó diversas manifestaciones, adquirió barcos y armas para la escuadra
nacional hizo campaña por la independencia de Cuba y Puerto Rico.
Creó La voz de América,
periódico destinado a fomentar el apoyo norteamericano a la causa
independentista de esos países (Orrego, 1939: pp. 127-128).
La intervención
de España llevó a varios personajes ilustrados de Chile a formar la Sociedad de la Unión Americana, de la cual Vicuña Mackenna fue fundador.
En 1872 fue
nombrado Intendente de Santiago por el Presidente Federico Errázuriz Zañartu. Su esfuerzo se centró en modernizar la
ciudad y transformarla en el "París de América".
Para ello propuso 20 medidas, destacando el Paseo del cerro Santa Lucía.
Vicuña Mackenna
dimitió al cargo para ser el candidato a la Presidencia del
nuevo Partido Liberal Democrático. Presentó su programa en un Manifiesto, proponiendo entre otras medidas, abolir los fueros
eclesiástico y civil, democratizar al país restringiendo algunas facultades del
Ejecutivo y promover la descentralización política y administrativa. Empezó una
gira electoral en las provincias del sur, conocida como "La
Campaña de los Pueblos".
Esta fue la
primera campaña chilena que se alejó de los salones aristocráticos y
oligárquicos e integró a la clase media y a los sectores populares a través de
un viaje al sur, que Vicuña Mackenna realizó en tren, y luego plasmó en el
libro El viaje del señor Benjamín Vicuña Mackenna a las provincias del
sur.
Su candidatura
provocó mucho entusiasmo en el pueblo, sin embargo renunció antes
de los comicios, debido a la intervención del gobierno liberal de
Federico Errázuriz. En la contienda ganó las elecciones el candidato oficialista
Aníbal Pinto.
Falleció el 25
de enero de 1886 en su hacienda de Santa Rosa de Colmo, cerca de
Concón, dónde pasó los últimos años de su vida.
"La noticia
del fallecimiento [...] consternó al país. Fue íntegramente un duelo de toda la
nación [...] La prensa enlutó sus columnas. Los edificios públicos levantaron
la bandera chilena a media asta. Las gentes exteriorizaban su pesar"
(Orrego Vicuña, 1951: p. 420)…..”
(https://www.museovicunamackenna.gob.cl/647/w3-article-25419.html?_noredirect=1). También puede verse:
(http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-561.html);
(https://www.bcn.cl/historiapolitica/resenas_parlamentarias/wiki/Benjam%c3%adn_Vicu%c3%b1a_Mackenna);
(https://www.jstor.org/stable/44732871?seq=1, por Marta Mera Correa);
(https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-71942008000100007, por Manuel Vicuña).
París para llenar el vacío cultural hispanoamericano (414) – “…..A causa de la ausencia de similitudes entre la situación de Latinoamérica y las revoluciones en Inglaterra o Estados Unidos, ningún otro país poseía el potencial de identificación para el continente que tenía Francia. En el caso de Estados Unidos no era necesario reemplazar un sistema social basado en el rey y la Iglesia; en Inglaterra nunca fueron eliminadas la monarquía y la Iglesia estatal. El único modelo para la transformación de un Ancien Régime católico lo hallaron las jóvenes repúblicas de Latinoamérica en Francia. La especial atención concedida a este país respondía a la necesidad de una emancipación intelectual de España y Portugal¹². Aunque en los tiempos posteriores hubo un empeño por deslindarse de las potencias coloniales en la búsqueda de una cultura nacional o americana propia, también siguió existiendo siempre un intento de apropiarse ante todo de los modelos franceses¹³. En el transcurso de este proceso, los intelectuales latinoamericanos en especial ya no se conformaron con la importación de impresos franceses, sino que se acercaron personalmente a las fuentes de la cultura tan admirada. Después de que el prócer de la independencia latinoamericana y héroe nacional Simón Bolívar (1783- 1830) le hubo conferido a su formación el sello superior de procedencia francesa con sus dos estancias en París, esta ciudad se convirtió en el siglo XIX en la meta clásica de los viajeros culturales latinoamericanos, lo que atrajo a innumerables escritores, artistas y politicos. Para las futuras élites de dirigentes latinoamericanos, el viaje a París se convirtió en obligatorio. Los latinoamericanos en la capital francesa adquirían un significado especial: gran parte de las comunicaciones interlatinoamericanas referentes al arte y la literatura se desarrollaban aún hasta el periodo de entregueras a través de París. El microcosmos de los escritores, artistas, oligarcas, comerciantes y activistas politicos de América Central y del Sur allí residentes, convirtió a la ciudad en un centro de la cultura y la política latinoamericana durante todo el siglo XIX y la mitad del XX....”
(https://www.scribd.com/book/450444010/Paris-capital-de-America-Latina-Latinoamericanos-en-la-Ciudad-Luz-durante-la-Tercera-Republica-1870-1940, por Jens Streckert”). También puede verse:
(https://www.jstor.org/stable/j.ctv3f8ntm.5?seq=1#metadata_info_tab_contents, por Esther Aillón Soria)
(https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-39636125, por Arturo Wallace);
(https://nuso.org/articulo/la-revolucion-francesa-y-la-independencia-de-america-latina/, por Jorge Nuñez);
(https://hal.archives-ouvertes.fr/hal-01465767/document, por Julio Marchio);
(https://digitalcommons.providence.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=2860&context=inti, por Gustavo Guerrero);
(https://icaa.mfah.org/s/es/item/785925#?c=&m=&s=&cv=&xywh=-1673%2C0%2C5895%2C3299, por Daniel Carlos Bayon);
(http://americalee.cedinci.org/wp-content/uploads/2017/11/Merbilhaa_Red-de-revistas-lat..pdf, por Margarita Merbilhaá).
His book The New World of the Gothic Fox points to factors such
as the Spanish counter-reformation traditions and culture as an inhibitor of
social innovation and economic development in Latin America in contrast to the
successful development of British North America. Professor Véliz has also been
a major critic of anti-colonialist historians such Manning Clark - a principal
Australian historian. He considers Clark’s historical analysis as politically
motivated and lacking an objective appreciation of the extension of Great
Britain’s civilization into Australia.
Professor of Economic History, University of
Chile, 1956–1960… Senior Research Fellow, Royal Institute of International
Affairs, 1961–1966… Professor of International Politics, University of Chile,
1966–1972… Professor of International Politics, Chilean War Academy, 1968–1972…
Professor of Sociology and Dean of the School of Social Sciences, Louisiana
Trobe University, Melbourne, Australia (1972–1989)… Visiting Professor of
History, University of California, Los Angeles, 1969-1970. Visiting Professor
of History, Harvard University, 1979-1980. Professor of History and Director of
the University Professors at Boston University (1990–2002).... Claudio Veliz
has been listed as a noteworthy historian, sociology educator by Marquis Who's
Who.
Books: Obstacles to Change in Latin America.... The Politics of Conformity in Latin America.... Latin America and the Caribbean: A Handbook.... Obstacles To Change In Latin America….” (https://prabook.com/web/claudio.veliz/144899). También puede verse: (https://www.cepchile.cl/cep/claudio-veliz); (https://www.researchgate.net/profile/Claudio-Veliz-2); (https://hedgehogreview.com/contributors/claudio-veliz); (http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-propertyvalue-128799.html)
Eduardo Pardo (414) – “….Pardo, Miguel Eduardo…Poeta, narrador, dramaturgo y periodista venezolano, nacido en Caracas en 1868 y fallecido en París (Francia) en 1905. A pesar de su breve existencia (no llegó a alcanzar los cuarenta años de edad), dejó impreso un brillante y extenso legado literario y periodístico que, orientado en su mayor parte hacia la sátira social de la burguesía, le sitúa entre las voces más destacadas de las Letras venezolanas de finales del siglo XIX.
Volcado desde su temprana juventud hacia los saberes humanísticos
y el cultivo de la creación literaria, irrumpió en el panorama cultural
caraqueño con tan sólo diecisiete años de edad, cuando, en compañía de otros
jóvenes escritores como Gabriel E. Muñoz y Paulo Emilio Romero, fundó la
publicación La Fraternidad
Literaria. A partir de entonces, la fructífera trayectoria periodística
de Miguel Eduardo Pardo habría de correr paralela a sus no menos fecundas
incursiones en el campo de la escritura de ficción, donde se atrevió a cultivar
géneros tan diversos como el teatro, la poesía, el relato breve y la novela
extensa.
Antes de abandonar la capital venezolana para trasladarse a Europa
(pasó buena parte de su corta vida en España y Francia), asumió la dirección de
una de las publicaciones periódicas más célebres de Caracas, el rotativo satírico El Buscapié (1892), donde ya
dejó abundantes muestras de esa censura social que luego habría de presidir sus
mejores escritos literarios. En el transcurso de aquel mismo año comenzó a
colaborar también con la revista El
Cojo Ilustrado, donde durante el bienio que va de 1892 hasta 1894
mantuvo una exitosa columna fija bajo el epígrafe de "Madrileñas".
A finales de la década anterior, Miguel Eduardo Pardo se había
dado a conocer como poeta con la publicación de Ecos de la lucha (1887), aunque pronto abandonó el cultivo
de la lírica para centrarse en otros géneros capaces de otorgar mayor difusión
al enfoque satírico que animaba todas sus propuestas literarias. Así, poco
tiempo después debutó como dramaturgo con la presentación del monólogo Edmela, al que pronto siguió su
famoso drama titulado A tal culpa
tal castigo, escrito en prosa y compuesto de dos actos, cuyo éxito
inmediato en los escenarios de Caracas propició su rápida edición (Caracas: La
Opinión Nacional, 1988).
A comienzos de los años noventa, en plena efervescencia literaria
y periodística, Miguel Eduardo Pardo reunió algunos de sus textos en verso y
prosa en el volumen titulado Viajeras (Caracas:
Tipografía Gutenberg, 1892). Dos años después, el escritor caraqueño recopiló
buena parte de los artículos periodísticos que había ido diseminando en
diferentes rotativos venezolanos y españoles, y los dio a la imprenta bajo el
título de Al trote. Siluetas,
croquis, rasgos, artículos literarios y descripciones de París y Madrid (1894),
obra a la que siguió, un año después, una recopilación de relatos breves
titulada Volanderas (Caracas:
Tipografía El Cojo, 1895).
Pero su gran éxito literario aún estaba por llegar. A finales del
siglo XIX, en la capital española, vio la luz la novela de Miguel Eduardo Pardo
titulada Todo un pueblo (Madrid:
Imprenta de la Vida Literaria, 1899), y fue reeditada al cabo de cuatro años en
la capital gala bajo el título de Villabrava.
Novela americana (París: Vda. de Ch. Bouret, 1903). Inserta en la
corriente realista y atenta a las circunstancia políticas de su tiempo, esta
espléndida narración del escritor caraqueño conmovió de inmediato los cimientos
de la clase burguesa venezolana, a la que analizaba pormenorizadamente con un
lenguaje claro y directo que ponía de relieve toda su hipocresía ante la
ostentación del poder y el dinero. Sátira social de gran valor ideológico e
indudables méritos artísticos, Todo
un pueblo resalta también el carácter grotesco (en ocasiones,
abiertamente esperpéntico) de la gran urbe, ese espacio que la burguesía ha
elegido como centro de poder e imagen del progreso. No es de extrañar, en suma,
que uno de los mayores exponentes de la crítica literaria contemporánea haya
afirmado que "Todo un pueblo, en
su conjunto, es una de las novelas satírico sociales más sobresalientes que se
han escrito en la América Española" (Gonzalo Febres Picón)…..”
(http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=pardo-miguel-eduardo, por J.R. Fernández de Cano). También puede verse:
(https://www.persee.fr/doc/ameri_0982-9237_2001_num_27_1_1525, por Ana Arenas Saavedra);
(http://venezuelaehistoria.blogspot.com/2018/10/miguel-eduardo-pardo.html, por Sonia Verenzuela);
(https://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=5732, Todo un pueblo, por Miguel Eduardo Pardo);
(http://data.cervantesvirtual.com/person/2782);
(https://produccioncientificaluz.org/index.php/rlh/article/view/18395/18383, por Ana Arenas Saavedra);
(https://core.ac.uk/download/pdf/56324221.pdf, por Miguel Gomes);
(http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/todo-un-pueblo--0/html/ff1b552a-82b1-11df-acc7-002185ce6064_51.html, por Benito Varela Jácome);
(https://www.monografias.com/trabajos81/origenes-novela-america-venezuela/origenes-novela-america-venezuela2.shtml, enviado por Jesús Acevedo Sánchez);
(http://www.serbi.ula.ve/serbiula/librose/pva/Libros%20de%20PVA%20para%20libro%20digital/rafael%20angarita%20arvelo.pdf, por Rafael Angarita Arvelo). Ver también Apéndice
abajo.
16 de septiembre de 2018
Luis Barrera Linares. 2005
“…..El club de los odiantes
Por la ruta
de Los mártires, y siguiendo los lineamientos estéticos y
expresivos de un romanticismo que ya empezaba a mostrar las trazas del
modernismo, Miguel Eduardo Pardo (1868-1905) se integró al club de los
odiantes, el club de los renegados, el club de los inconformes con su tiempo,
con su entorno social y, sobre todo, con su circunstancia política. Escritor,
poeta y periodista, incursionó en el medio literario a la tempranísima edad de
16 años cuando fundó, en compañía de Gabriel E. Muñoz y Paulo Emilio
Romero, La fraternidad literaria. Como escritor, cultivó varios
géneros (entre ellos, el cuento, la novela, la poesía y el teatro) y, como
periodista, hizo de la sátira política su principal fortaleza. Fue ese un
estilo que cultivó con vehemente pasión tanto en el diario El Buscapié de
Caracas, dirigido por él mismo, como en la revista El Cojo Ilustrado,
donde publicaba su columna, “Madrileñas”.
A los 31 años,
tras 15 años de experiencia como crítico de la sociedad, Pardo escribió Todo
un pueblo. Una novela que, en su momento, cayó como bala de cañón sobre
los acomodos de una sociedad caraqueña demasiado pagada de sí misma y
excesivamente arrellanada en las bondades derivadas de la tenencia del poder
que da la fortuna (casi siempre de procedencia dudosa). Polémica de origen, más
que sentimientos encontrados, esta novela se balanceó siempre entre las
antípodas. Para algunos, es un texto que carece de todo valor estético, que no
pasa de ser un panfleto, cuando no el berrinche de un mancebo que decidió
vengarse con su pluma por haber padecido en carne propia los contratiempos de
un viajero.
De este tenor son
las consideraciones que sobre Pardo y su novela formula Maurice Belrose en su
trabajo La época del modernismo en Venezuela (1999: 382):
“Miguel Eduardo Pardo aparece en Todo un pueblo como un
hombre agriado, resentido que se ensaña con toda la sociedad, y particularmente
con la burguesía y la aristocracia”. Todo lo contrario, expresa Picón Febres
en La literatura venezolana en el siglo XIX (1946: 136): “Todo
un pueblo, en su conjunto, es una de las novelas satírico-sociales más
sobresalientes que se han escrito en la América española”.
Entre una posición
y la otra (ni tan Belrose ni tan Picón Febres) deberían poder ubicarse las
percepciones del lector, que va a encontrar en esta obra de Pardo una síntesis
tragicómica de la sociedad venezolana durante el último período gubernamental
de Guzmán Blanco. El rostro que fija Miguel Eduardo Pardo de la sociedad
caraqueña, dicho en palabras de Ana Arenas Saavedra, es el de “una sociedad en
plena decadencia, donde la corrupción, el servilismo, el nepotismo, el
oportunismo, el vicio y el libertinaje, median con toda libertad a la sombra de
la dictadura”. (Ver “El discurso novelesco de Todo un pueblo, de Miguel Eduardo
Pardo: la búsqueda de una conciencia nacional”. Revista de Literatura
Hispanoamericana No. 35, 1997: 75-86).
Pardo, como lo
hicieron Fermín Toro, Eduardo Blanco y Romerogarcía, apela a la historia como
tema y como referente. Pone todo de su parte para que al lector le quede claro
de qué y de quién está hablando, pero no es la suya una novela histórica como
las que escribirán años después Enrique Bernardo Núñez, Arturo Uslar Pietri,
Denzil Romero, Miguel Otero Silva, Francisco Herrera Luque, Ana Teresa Torres o
Victoria de Stefano. “Ubicada en su tiempo histórico a finales del mandato de
Guzmán Blanco, debemos tomar como precedente histórico de acercamiento hacia
ella, la Guerra Federal (1859-1863). Esta guerra trae como consecuencia la
victoria de los liberales frente al grupo de conservadores [y con ello] una
nueva capa de ‘terratenientes liberales’ [que] sustituye parcialmente a la
antigua ‘oligarquía terrateniente’. El pueblo se encontraba tan desvalido como
antes del conflicto, mientras que la burguesía comercial fortalecía su poder
económico y político”. (Arenas Saavedra, loc. cit.).
En Historia
y crítica de la novela venezolana del siglo XIX (1980: 241), Osvaldo
Larrazábal suscribe la idea de que tanto poder puede corromper y de que una
sociedad orgánicamente endeble no está en capacidad de resistir los embates ni
de la auctóritas ni del dinero administrados sin criterio.
“Es probable –advierte– que el auge material auspiciado por los gobiernos de
Guzmán Blanco haya podido desquiciar a aquella sociedad, toda vez que generaba
oportunidades de ascenso social para clases que hasta entonces habían estado
imposibilitadas para alcanzar determinadas posiciones. La corrupción se fue
haciendo general y, según se expresa en la novela [de Pardo], pocas capas de la
población escaparon a ella”.
En su temprana
adultez (no olvidemos que Pardo tenía 31 años cuando escribió Todo un
pueblo), el autor se vio braceando para no hundirse en la ciénaga de una
sociedad inmersa en la borrachera del poder; de un poder político, económico y
social repentino y poco trabajado. Un poder que fue, por lo tanto,
salvoconducto para el arribismo y la figuración a mansalva: tener era ostentar.
Ese fue el caldo de cultivo que alimentó la impotencia y la frustración de
quien vio cómo todo se hundía a su alrededor y no pudo hacer nada para
evitarlo. Nada que no fuera, por supuesto, escribir y dejar con su pluma el
testimonio de un tiempo aciago y signado por la satrapía y la corrupción en todas
sus variaciones. En su novela, Pardo deja explícita esta conclusión: “De allí
vienen todas nuestras grandes desgracias… la democracia es mentira, la
fraternidad, mentira, mentira el patriotismo… La enfermedad es moral, material
e intelectual: porque el cuerpo humano en Villabrava [Caracas] carece de
alimento, el espíritu, de alegría y la conciencia pública, de articulaciones”
(1899: 72-73).
Venezuela es
Espinosa
Incluso hoy,
cuando han transcurrido 119 de su publicación, hay quienes siguen considerando
que Todo un pueblo es una novela terrible, un alambique de
odios, la agria venganza de un hombre que, quizás, solo quedó fuera de la
repartición de prebendas. Cosa que, en lo particular, nos parece poco probable
visto que Pardo, incluso siendo un adolescente –que qué ansias de poder podía
tener– alimentó su espíritu crítico y su necesidad de denunciar las taras
sociales. En consecuencia con ese espíritu inconforme, Pardo creó
para Todo un pueblo una galería de personajes. Entre ellos,
dos mujeres fundamentales: Susana Pinto (madre del protagonista, Julián
Hidalgo) e Isabel Espinosa (la novia de Julián).
Entre los
personajes masculinos, uno descuella: Anselmo Espinosa. Pardo le dedica el
capítulo 5 de su novela a la presentación de este hombre, que es la encarnación
de la vileza y de la crápula…..
Merced a su oro, a
su juventud y a su audacia, llegó a un hermoso reinado de aventuras, de
escándalos, de banquetes, de ganancias y pérdidas inverosímiles en los clubs y
en las carreras; de líos de mujeres y de desórdenes, que la misma
posición monetaria cubría de gloria. Y no obstante esa envidiable posición
monetaria, Anselmo Espinosa, con su lujo y sus derroches, se mantenía o lo
mantenían distanciado de la sociedad escogida. Franqueaba, sí, algunas puertas
y era tolerado a veces en las grandes reuniones; pero en ninguna casa de
familia podía decirse que lo aceptaban con verdadero regocijo.
Inútiles fueron
sus esfuerzos para mostrarse insinuante, flexible y distinguido: siempre había
en él algo del padre burdo, del labrador giboso; algo de su vulgar
procedencia de inmigrado…..
Una sola palabra
aplica para definir el mal espiritual de Anselmo Espinosa: resentimiento. En el
alma abyecta de este personaje –descrito por Pardo con la técnica de la
caricatura– anida un odio originario que es, fundamentalmente, un odio hacia sí
mismo por no aceptarse tal como es y por renegar del modo en que vino al mundo.
Su historia de vida, desde que aparece en la trama, es un prontuario de
iniquidades que incluye adulancia, estafa, soborno, arribismo, impostura
intelectual (cita a autores cuya obra ni siquiera conoce), estupro, violencia
familiar, uxoricidio y un importante etcétera que no deja por fuerza su
afectación discursiva cuando, sabiéndose observado, pretende abogar por la paz
siendo que en realidad solo defiende un status quo que le es
favorecedor por sus relaciones con el gobierno de turno. Anselmo Espinosa no
cree en la paz. La paz le estorba. Prefiere la reyerta. Su personalidad florece
en medio del caos. Así, en el capítulo 6, ante un grupo de parroquianos, se
deslengua para argumentar a favor de que todo se quede como está:
“Pedir reformas
sociales en Villabrava, ¡qué disparate! Implantar aquí las doctrinas de
Kropotkine y de Tolstoï (Don Anselmo no conocía más que de oídas a Kropotkine y
a Tolstoï; pero allí pudo soltarlos impunemente; a los demás les ocurría otro
tanto de lo mismo.) (…) La igualdad, señores, es un crimen. La igualdad es la
desmoralización; la igualdad es el desprestigio, el hundimiento, la pesadumbre
eterna y el eterno enemigo de la sociedad, sobre todo de la sociedad
villabravense, que, por su heráldica, por su historia y por otra multitud de
razones, goza del orgullo de su estirpe indiscutible, a pesar de los
que protestan. Aquí no necesitamos de reformas sociales, ni políticas, ni
literarias, ni siquiera materiales. Tenemos carreteras y academias (contando
con los dedos), ferrocarriles y ateneos, restaurants y
colegios, tiro al blanco y cervecería nacional, hipódromo y Prensa periódica,
teatros y matadero alemán, catedrales romanas y tranvías modelos…” (Ibid.,
75-76).
Con esa actitud,
Espinosa logra obtener cargos públicos. Con el disimulo de los hipócritas, se
deshace de su esposa (Juana Méndez Hidalgo). Con su insistente capacidad de
chantaje, logra consumar el estupro en la viuda Susana Pinto. Con su atorrancia
de padre insensible, agrede brutalmente a su propia hija (quien se resiste a
ser usada como señuelo). Con su soberbia de hombre empistolado, desafía
permanentemente la paciencia de Julián Hidalgo (un idealista que sí cree en una
revolución de justicia).
Anselmo Espinosa
campa a sus anchas por todo un pueblo con la seguridad que da saberse ahijado
del poder. Es la suya –ese odio que no se le quita con nada– una dolencia
propia de quien carece de probidad (y es consciente de ello). Por lo tanto, da
por sentada una presunta superioridad que solo existe en su imaginario y en su
discurso. Una superioridad que, a pesar de todo, es refrendada por quienes se
amparan bajo su sombra de hombretón con dinero. Anselmo Espinosa, como
personaje grotesco, como representación simbólica de un modo de estar en el
mundo, como construcción cultural, surgió de la imaginación de Miguel Eduardo
Pardo, pero no de una imaginación calenturienta y vengativa. Surgió, por lo
contrario, de una observación acuciosa y detallista. Los hombres como Anselmo
Espinosa existen y se alimentan del odio y de la envidia. Son legión… y a veces
forman gobiernos.
La aproximación
intrahistórica que hace Miguel Eduardo Pardo a la sociedad venezolana tiene un
valor que solo puede calibrarse prejuicios aparte. Como ya dijimos: no hay
comentario inocente; no hay gratuidad en los discursos: todo siempre responde a
algo y en cada hechura humana (tangible o intangible) hay implicaturas e
implicaciones. Y en eso coincidimos con Luis Barrera Linares, quien señala que,
efectivamente, “la literatura no es tan libre, tan independiente ni tan ingenua
como pueda llegar a pensarse. Y si bien, su objetivo inicial es proponer
espacios de ficción, con fundamento principalmente estético, no significa ello
que no debamos aprovechar su valor documental de haber sido elaborada bajo la
observación de miradas usualmente muy incisivas ante la percepción de la
cotidianidad”. (Ver “La ficción como discurso histórico indirecto”, Revista
de Literatura Hispanoamericana, Nro. 50, Enero-Junio, 2005: 50-72).
En la novela de Pardo, con todo lo que se le pueda atribuir por su tono panfletario, su despliegue de ironía y sus trazos caricaturescos, hay espacio para la justicia poética, y Julián Hidalgo, en el postrer duelo con el infame varón, extirpa de raíz el mal que Espinosa representa: “La fiera despertó entonces: [Julián Hidalgo] se tanteó el cuerpo. No había herida ni sangre, pero la sangre de sus levantiscos abuelos subió a su rostro, le invadió el alma. Se sintió salvaje como ellos. Recogió su vida entera en un solo minuto: la primera injusticia del colegio y el primer dolor de su juventud, la muerte violenta de su padre y la caída ignominiosa de Susana; el sacrificio de su novia y la actitud agresiva de todo un pueblo que celebraba con insolentes risotadas su deshonra…” (Ob. cit., pág. 304).”
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