Friday, July 16, 2021

Temas y personajes (71) en “El espejo enterrado” de Carlos Fuentes: Desde Simón de Ayanque hasta Roland Barthes, por Javier J. Jaspe

 En pocas palabras. Javier J. Jaspe

Washington D.C.  

La serie que continuamos hoy ha sido inspirada por un importante libro del renombrado autor mexicano, Carlos Fuentes, fallecido en 2012, considerado por muchos como una obra capital para el conocimiento de la historia y cultura latinoamericanas. Me refiero a El espejo enterrado, con el cual Fuentes aporta su luminosa y aleccionadora visión de los primeros 500 años transcurridos desde el  descubrimiento de América por Cristobal Colón en 1492. Esta obra fue publicada en su primera edición en México en 1998 y la que utilizamos corresponde a la décimacuarta reimpresión (Taurus bolsillo), junio 2005, 590 páginas.

El objetivo de la serie no es realizar un análisis de este libro, sino el de aportar breves textos adicionales encontrados en Intenet, sobre temas y personajes mencionados en el mismo, en las páginas que se indican entre paréntesis al lado de cada tema o personaje. Otros temas y personajes podrán agregarse, caso en el cual se mencionará al lado: (jjj). Los textos de Internet se transcriben en itálicas, en español o inglés, según sea el caso, con indicación de su fuente. Este septuagésimo primer artículo se refiere a temas y personajes que van desde Simón de Ayanque (fallecido en 1797) hasta Roland Barthes (1915 – 1980). Veamos:

Simón de Ayanque (302) – “….Terralla y  Landa, Esteban o Simón Ayanque (? – 1797) - Poeta e historiador español, nacido en lugar y fecha desconocidos (probablemente en Cádiz, en la primera mitad del siglo XVIII), y fallecido en Lima (en el antiguo Virreinato del Perú) en 1797. Autor de varias composiciones poéticas de carácter circunstancial y laudatorio, ha pasado a la historia de la literatura colonial hispanoamericana por su excelente colección de romances satíricos agrupados bajo el título de Lima por dentro y por fuera (1792), publicados bajo el seudónimo de "Simón Ayanque". Nada se sabe acerca de los primeros años de su vida, que debieron de transcurrir en suelo español. Al parecer, el deseo de hacer fortuna le impulsó a abandonar la Península Ibérica y trasladarse a México, en donde residió durante un breve espacio de tiempo. Finalmente, se estableció en Perú, donde, alrededor de 1784, obtuvo licencia para explotar algunas concesiones mineras en Cajamarca y Huamachuco, actividad que, por lo que se deduce de sus escritos posteriores, no debió de reportarle los beneficios esperados. En los últimos años de su vida se instaló en Lima bajo la protección del virrey Teodoro de Croix, y se dedicó al cultivo de su vena poética, de la que surgieron algunos poemas de circunstancias destinados a lamentar o celebrar los grandes acontecimientos del virreinato o las noticias que llegaban procedentes de la corte española. Surgieron, así, de la pluma de Esteban de Terralla y Landa algunas composiciones tan características de la lírica de su tiempo como las tituladas Lamento métrico general, llanto fúnebre y gemido triste [...], escrita en 1790 con motivo del fallecimiento del monarca Carlos IIIAlegría universal. Lima festiva y encomio poético, compuesta también en 1790 como homenaje al virrey Gil de Taboada y Lemos, uno de los gobernantes que mayor impulso dieron a la cultura, la ciencia y las artes en el virreinato del Perú; y El sol en el medio día: año feliz y júbilo particular, fechada asimismo en 1790, y destinada a festejar la coronación del nuevo rey Carlos IV. Sin embargo, a partir de aquel fructífero año de 1790 Esteban de Terralla comenzó a perder el favor de los poderosos, lo que le llevó a apartarse cada vez más de los sectores oficiales del virreinato y a trocar el espíritu áulico y encomiástico de sus versos por un nuevo filón satírico que habría de permitirle dejar uno de los testimonios poéticos más frescos, directos y desinhibidos de la América colonial española. Sin embargo, a partir de aquel fructífero año de 1790 Esteban de Terralla comenzó a perder el favor de los poderosos, lo que le llevó a apartarse cada vez más de los sectores oficiales del virreinato y a trocar el espíritu áulico y encomiástico de sus versos por un nuevo filón satírico que habría de permitirle dejar uno de los testimonios poéticos más frescos, directos y desinhibidos de la América colonial española. Sirviéndose de un seudónimo que pudiera ampararle de las reprobaciones y represiones que pensaba recibir tras la difusión de sus sátiras ("Simón de Ayanque"), en 1792 dio a la imprenta los dieciocho romances que componen su celebérrima obra titulada Lima por dentro y fuera en consejos económicos, saludables, políticos y morales que da un amigo a otro con motivo de querer dejar la ciudad de México para pasar a la de Lima (Lima, 1792). El escándalo que produjo la divulgación de estos poemas de Esteban de Terralla en la capital del virreinato alcanzó proporciones mayúsculas, e incluso circuló por instancias oficiales una denuncia de un tal Pedro Tadeo Bravo de Rivera, que solicitaba la inmediata recogida de los ejemplares impresos. Sin embargo, la obra gozó de esa buena salud que facilita la recepción y transmisión de las mejores piezas satíricas, por lo que pronto se vio reproducida en numerosas ediciones impresas publicadas en España y en diferentes lugares de Hispanoamérica, y al cabo de más de medio siglo de su primera salida a la calle aún fue objeto de una edición de lujo realizada en París (1854). Del resto de la vida de Esteban de Terralla y Landa, que se prolong durante un lustro desde la apareción de Lima por dentro y dentro y fuera, tampoco ha quedado noticia alguna…..” (http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=terralla-y-landa-esteban-de). También puede verse: https://www.jstor.org/stable/4530404?seq=1, por Julie Green Johnson y Mabel Moraña); (https://www.jstor.org/stable/4530404?seq=1, por Fernando Sabido Sánchez)

La ciudad barroca (299) – “….En 1980, en Roma, Erwin W. Palm se preguntaba sobre la cualidad barroca de la ciudad hispanoamericana, es decir, si era posible señalar elementos urbanos hispanoamericanos que tuviesen carácter barroco, tal como se encuentran en la Europa occidental, una composición con “grandes ejes para dirigir la atención hacia un punto de preferencia, un point de vue”.4 Comenzaba a responderse Palm con escepticismo sobre la posibilidad de encontrar algo semejante en la América española. Aún así, enumeró, en forma preliminar, las notas barrocas señalables: el tipo de Plaza Mayor que, como en Lima, con los conventos cercanos, concentra un eje de los poderes convirtiendo en anexo al resto de la ciudad, la perspectiva de las calles por la unificación de los edificios, la fachada retablo dominando la plaza y la alameda externa a la ciudad enmarcada por lugares de devoción. Era evidente que Palm encontraba en la estructura urbana hispanoamericana cuadricular, de calles paralelas, escaso parentesco con el barroco urbano europeo de ejes convergentes a un point de vue, pudiendo señalar como barrocos solamente la alta concentración funcional y aspectos parciales vinculados con el paisaje urbano. Hoy sigue siendo evidente, en opinión de los especialistas de los países hispanoamericanos, que la estructura urbana de la mayoría de las ciudades de españoles fundadas en los siglos XVII y XVIII, mantuvo como modelo el tipo urbano de cuadrícula simple inventada en el Caribe y México hacia 1530. Refiriéndose a Colombia, Salcedo afirma que “Las poblaciones de españoles fundadas o repobladas en el siglo XVII se ciñeron en sus trazados a las tradiciones consagradas desde la primera mitad del siglo anterior“5. Sobre la Audiencia de Quito, dice Ortiz Crespo que “Al haberse originado y consolidado la estructura urbana colonial desde muy temprano, no hubo cabida para ensayos de carácter barroco en nuestro territorio”6. Finalmente, respecto del Río de la Plata, sostiene Viñuales que “Es así como en la Argentina podemos hablar de un urbanismo barroco no a partir de las trazas regulares de sus ciudades sino teniendo en cuenta la vida que en ellas se daba” 7. Y es que no sólo la realidad contundente de las ciudades acabadas de trazar era difícilmente modificable, sino también que el outillage mental de quienes tuvieron a su cargo los proyectos urbanos de los siglos XVII y XVIII estaba necesariamente condicionado por la imagen potente del sencillo invento geométrico de 1530: la cuadrícula. Fue, en cambio, como apunta Viñuales, en el uso que se hizo de la estructura en cuadrícula, en las actividades de sus habitantes, en las funciones urbanas, donde se percibe el fundamento barroco de la cultura hispanoamericana en los siglos XVII y XVIII. Añadimos que esa vida barroca dejó sus huellas en la forma urbana; escasamente en la estructura urbana pero sí en el paisaje urbano mediante las portadas, los balcones, las torres y hasta en los aderezos efímeros de las fiestas que, en ciertos casos, quedaron gráficamente registrados como los de la plaza de Panamá cuando “...celebró toros, comedias y máscaras a N.C.M. D. Fernando VI, Q.D.G., en el mes de febrero año de M DCCXLVIII”8…..”

(https://upo.es/depa/webdhuma/areas/arte/3cb/documentos/085f.pdf, por Alberto Nicolini). También puede verse: (http://www.hispanoteca.eu/Literatura%20LA/Siglo%20XVII%20y%20el%20Barroco%20en%20Am%C3%A9rica.htm, por Justo Hernández López); (https://www.youtube.com/watch?v=dkuXT-062PM, educacióntv); (https://www.youtube.com/watch?v=RYw16cFbqoI, educacióntv); (https://www.youtube.com/watch?v=b6hho0X2doc, DW Español); (http://biblio3.url.edu.gt/publiclg/biblio_sin_paredes/fac_arquitectura/teo_urba/cap/07.pdf); (https://www.researchgate.net/publication/302147754_El_urbanismo_barroco_dieciochesco_espanol_La_ciudad_maritima_de_Ferrol, María García-Buendía); (https://leerlaciudadblog.files.wordpress.com/2016/05/sanz-las-ciudades-en-la-amc3a9rica-hispana.pdf, por Porfirio Sanz Camañez); (https://leerlaciudadblog.files.wordpress.com/2016/05/sanz-las-ciudades-en-la-amc3a9rica-hispana.pdf); (https://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0104-87752010000200012, por Sergio Paolo Solano). (http://2.0viajes.com/ciudades-coloniales-virreinale-de-la-america-hispana-i/).

Ciudades…. Virreinales (299) -  “….El virrey es el representante directo y superior del monarca español en América y su hombre de confianza. El cargo de virrey en Indias aparece en las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas por Colón y los Reyes Católicos en 1492, pero no se consolida hasta que se tiene conocimiento de la extensión de los nuevos territorios y de la importancia de las culturas en ellos asentadas. Este cargo reúne en su persona todos los poderes de gobierno (capitán general, gobernador, presidente de la Audiencia, inspector de todo el sistema económico de su territorio, y en materia religiosa, ejerce de vicepatrono). Su duración dependerá de la potestad regia. Los dos más antiguos en América son el Virreinato de Nueva España (1535), con capital en México y jurisdicción en todo el territorio actual de América Central y del Norte; y el Virreinato de Perú (1542), con capital en Lima, y extensión por toda Sudamérica, excepto Venezuela y Panamá. También coexisten territorios casi independientes como los de las islas Filipinas, Marianas y Carolinas en el Océano Pacífico, y Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela en el Caribe. En el siglo XVIII, se hace imposible el control de toda Sudamérica por la extensión territorial y, por ello, se crea, por un lado, el Virreinato de Nueva Granada en 1717, formado por los actuales Panamá, Colombia, Ecuador y Venezuela, con capital en Santa Fe de Bogotá, como medida para fortalecer la defensa del Caribe; y por otro, el Virreinato del Río de la Plata, en 1776, con capital en Buenos Aires, reuniendo los estados actuales de Argentina, Bolivia, sur de Brasil, parte de Chile, Paraguay, parte de Perú y Uruguay. En esta época, también se estudia la propuesta del visitador José de Gálvez (1720-1787) de fundar un nuevo virreinato al Norte de Nueva España para frenar la expansión angloamericana. Finalmente, sólo se crea la Comandancia General de las Provincias Internas de Nueva España, en 1776, con capital en Arizpe, y que comprende, de oeste a este, las provincias de California, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Nueva Vizcaya, Nuevo México, Nuevo Santander, Coahuila y Texas….” (http://pares.mcu.es/Bicentenarios/portal/virreinatos.html#:~:text=Los%20dos%20m%C3%A1s%20antiguos%20en,Sudam%C3%A9rica%2C%20excepto%20Venezuela%20y%20Panam%C3%A1.). También puede verse: (http://www7.uc.cl/sw_educ/historia/america/html/1_2_1.html); (http://www.claseshistoria.com/america/colonial-virreinatos.html); (https://www.elhistoriador.com.ar/los-virreinatos/, p;r Felipe Pigna); (https://armada.defensa.gob.es/archivo/mardigitalrevistas/cuadernosihcn/40cuaderno/cap01.pdf, por Hugo O’Donnell y Duque de Estrada); (http://ccat.sas.upenn.edu/romance/spanish/219/07colonial/virreinatos.html, por Luis Albeto Sánchez).

Motín de frailes 1624 (301) “…. El 15 de enero de 1624 una rebelión multitudinaria derrocó al virrey de Nueva España. El desafortunado paso de Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, marqués de Gelves, por el gobierno del virreinato más grande del Imperio español fue interrumpido por un movimiento popular de la capital en el que participaron mayoritariamente indios. Desde las primeras horas de la mañana de aquel día hasta entrada la noche, diversos contingentes rebeldes conformados por jóvenes, clérigos, negros, mulatos, mestizos y, sobre todo, indios, atacaron el palacio virreinal y las casas de algunos funcionarios con piedras y fuego, quemaron la puerta principal, liberaron los presos de la cárcel de corte y destruyeron los recintos del virrey, quien salvó su vida disfrazado y ayudado por algunos franciscanos. La rebelión se produjo en el contexto de los conflictos entre el virrey y distintos grupos de poder encabezados por el arzobispo, Juan Pérez de la Serna, la Audiencia, encabezada por el licenciado Pedro de Vergara Gaviria, y el cabildo de la ciudad.1 A pesar de los estudios sobre el tema, la rebelión ha quedado relegada a un segundo plano frente al conflicto de elites. Quizás esto se deba a la visión que se construyó sobre los alzados desde las primeras crónicas escritas en el siglo xvii y que permeó en las interpretaciones contemporáneas.2 Sin embargo, el llamado tumulto de 1624 ofrece perspectivas privilegiadas para estudiar la vida social y política de los pobladores de la ciudad colonial: como la de los indios urbanos y la visión que distintos miembros de los grupos gobernantes tenían de ellos. En esta exposición doy cuenta de los aspectos principales de la relación entre los indios y los grupos de poder, tomando en consideración los datos sobre las reformas impulsadas por el virrey Gelves relativas a los indios, los servicios personales y trabajos dirigidos a la ciudad y el palacio, así como algunos aspectos de la relación con el arzobispado. Por otra parte, formulo un esbozo general de la identidad de los indios que participaron en la rebelión del 15 de enero de 1624 contra el virrey y sus funcionarios más cercanos, resaltando los aspectos relacionados con la ciudad. También presento datos sobre la lógica de las acciones rebeldes en el entorno urbano…..Por lo pronto, es posible establecer tres características que vinculan la rebelión con su entorno: su carácter popular, su carácter urbano y su carácter herético. El carácter popular de la rebelión de 1624 está cifrado en la confluencia de grupos rebeldes de distinto tipo. En los contingentes que derrocaron al virrey Gelves participaron indios, jóvenes, clérigos pobres, vagabundos, estudiantes, negros, mulatos y mestizos.66 Los rebeldes compartían características comunes, como fue su pertenencia a sectores desposeídos o clases dominadas. Estaban sometidos a relaciones de mando-obediencia con respecto al poder virreinal, dentro de las cuales se reproducía su vida cotidiana, con los agravios morales y materiales que experimentaron bajo el gobierno de Gelves….El segundo aspecto a destacar es el carácter urbano de la rebelión. Las rebeliones del México colonial, por lo menos las que han sido estudiadas hasta ahora, han ocurrido, sobre todo, en el ámbito rural o en las provincias. Pero los indios, clérigos, jóvenes, estudiantes, negros, mulatos y mestizos rebeldes antigelvistas eran habitantes de la ciudad colonial más grande y poblada del imperio español durante el siglo xvii. Las condiciones de la ciudad determinaron muchas características de la rebelión: el número de rebeldes, su ocupación y origen social, su sentido político, así como el hecho mismo de haber conformado una multitud popular.68….Por último, los rituales condenatorios del virrey Gelves y su confesor, presentan una dimensión compleja de la concepción del mundo, del mal y del castigo que se habían formado los pobladores de la ciudad, en particular los indios y los clérigos; el uso de fórmulas mágicas y de la representación teatral de lo sobrenatural, llaman aún más la atención que las consignas religiosas, comunes en este tipo de rebeliones, en las que el rey y la iglesia eran los dos referentes corporativos centrales. Pero ni las consignas, ni los rituales heréticos ofrecen indicios sobre el presunto rencor indio por la pérdida de su antiguo mundo.70  Es posible establecer que los diversos grupos que se levantaron contra el virrey Gelves conformaron una multitud rebelde urbana y, en su mayoría india; que construyó una lógica propia nacida de la confluencia de sus objetivos y determinada por el espacio de sus acciones; su movilización estuvo muy por encima de las posibilidades de cada grupo por separado.71 Las ocupaciones de los rebeldes, los factores que determinaban su sobrevivencia en la ciudad, así como sus relaciones con el palacio y la ciudad configuraron la dinámica social en la que engarzaron las motivaciones que los llevaron a levantarse, cifradas en los agravios morales que los grupos de poder infligieron sobre la conciencia y el cuerpo de los sublevados.72 La multitud rebelde que derrocó al virrey Gelves no tomó el poder, ni siquiera formuló una reivindicación o propósito político explícito; pero estas ausencias no significaron que las motivaciones y acciones de los rebeldes de 1624 carecieran de un sentido político; por el contrario, tanto la lógica de sus acciones, como sus objetivos, tuvieron una orientación política expresada en el castigo contra los representantes del gobierno.73 La rebelión de 1624 es ocasión para encontrar elementos de estudio sobre las relaciones sociales y políticas de los indios de la ciudad y los indios que cotidianamente concurrían en ella y con otros grupos tradicionalmente urbanos.74….” (http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/indiosciudades/indiosciudad009.pdf, por Gibran I. I. Bautista y Lugo). También puede verse:

(https://www.letraslibres.com/mexico-espana/el-tumulto-1624-la-ciudad-mexico-en-holanda, por Sandra Barba); (https://losreinosdelasindias.hypotheses.org/tag/tumulto-de-1624, por Francisco Quijano)

(https://www.desdeabajo.info/sumplementos/item/17582-siglo-xviii-motines-protestas-revueltas-e-insurrecciones.html, por Equipo desde abajo);

(http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-899X2016000200040, por Juan José Benavides Martínez)

El tumulto de 1692 (301) – “….El 8 de junio de 1692 en Ciudad de México, entre las 4 y las 11 de la noche ocurrió un motín de pan.1 La ciudad se encontraba celebrando la tradicional fiesta de Corpus Christi, al mismo tiempo que experimentaba una tensión colectiva por la escasez de alimentos básicos como el maíz y el trigo. Dicha tensión estaba directamente relacionada con la inconformidad de los habitantes debido a que las autoridades encargadas del abasto estaban especulando con la reserva de granos almacenada en el pósito y en la alhóndiga. La vida se había vuelto difícil para los indígenas, mestizos, mulatos y españoles pobres. El año anterior se habían malogrado las cosechas del maíz y el trigo debido a inundaciones. Ese día un grupo bastante crecido de indígenas, se dice que cerca de 10 000,2 se rebeló contra las autoridades urbanas, hecho al que se sumaron algunos mestizos, mulatos y españoles pobres. La multitud destruyó una parte de las edificaciones gubernamentales, quemó archivos administrativos e incendió los cajones de los mercaderes ubicados en la plaza principal. Este es el objeto de estudio que Natalia Silva Prada analiza en su libro La política de una rebelión. Los indígenas frente al tumulto de 1692 en la Ciudad de México, editado por El Colegio de México en enero del 2007. Mientras algunos historiadores consideran este levantamiento indígena como un hecho aislado, producto de una crisis del abastecimiento de alimentos, Natalia Silva Prada —a través de un estudio minucioso— conduce al lector a reflexionar acerca de cómo un acontecimiento como este puede proporcionar pistas acerca de la vida cultural y política de los indígenas mexicanos de finales del siglo XVII. De igual manera, permite tener una nueva perspectiva de la dinámica de la vida social y política de Ciudad de México. Para esta historiadora, en el levantamiento indígena de 1692 hubo planeación y organización, no sólo el estallido de un sentimiento de inconformidad popular. Desde su punto de vista, los hechos ocurridos en esa fiesta de Corpus —además de ser una protesta frente a una situación concreta—, son una expresión de que los indígenas mexicanos participaban activamente en la vida política y social contribuyendo, de este modo, al lado de los demás sectores sociales, a generar una dinámica especial en la vida política de la Ciudad de México. Es importante señalar que en el campo de los estudios de la historia social y política —o como diría la historiadora, de la historia cultural de la política—son pocos los estudios encaminados a examinar la participación de los sectores populares en los procesos políticos y sociales….. Con el estudio de Natalia Silva es posible comprender, por ejemplo, que después de ese motín del 8 de junio de 1692 los indígenas de la Ciudad de México ya no volvieron a ser los mismos de antes. Su participación en ese movimiento los hizo ganar cierto terreno como actores políticos y sociales, además de que les permitió crear un grupo dentro del escenario urbano y frente a otros sectores sociales. La preocupación por examinar si a través del comportamiento de los indígenas en el motín es posible reconocer un proceso de búsqueda de identidad del grupo indígena de la Ciudad de México, constituye una de las preguntas centrales del trabajo de Silva Prada ¿actuaron los indígenas como un colectivo en ese acontecimiento? ¿Se aprecian opiniones homogéneas de los indígenas con respecto a la manera como veían a las autoridades, su propio comportamiento en el hecho, la participación de otros grupos de la ciudad o las causas de la protesta? La investigadora tiene claro que el indígena que habitaba en la Ciudad de México, había pasado por procesos de mestizaje y de aprendizaje de unos códigos y formas de vida en el intento por ser aceptado con el fin de conquistar un lugar en el seno de la ciudad. De ahí que se pregunte si ese grupo de indígenas, que ha aprendido a convivir con otros grupos sociales, continúa también defendiendo algunos elementos de identidad frente a los demás individuos y grupos….”.(http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-44202009000100009, Ana Luz Rodríguez González). También puede verse: (https://www.historiacocina.com/es/hambre-y-enojo-en-el-motin-de-1692, por Martha Delfin Guillaumin); (https://core.ac.uk/reader/267885780, por Pilar Gonzalbo Aizpuru); (https://www.jstor.org/stable/25139485?seq=1); (https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/el-motin-del-8-de-junio-de-1692-entre-meteorologia-granos-y-politica, por Thomas Calvo).

Roland Barthes (302) – “….Roland Barthes (Francia, 1915 – 1980) escritor y uno de los semiólogos franceses más relevantes del siglo XX. En la Universidad de París obtuvo las titulaciones de Letras Clásicas, Gramática y Filosofía. En 1934 se le diagnostica una tuberculosis que lo mantiene ingresado en diversos sanatorios durante más de diez años. Fue lector en las universidades de Alejandría y Budapest y posteriormente trabajó como investigador en lexicología y sociología en el Centro Nacional de Investigación Científica de París. Roland Barthes es autor de más de veinte estudios de semiótica estructuralista, análisis crítica de la obra literaria pero también de libros sobre fotografía, música, arte y cine. Entre sus obras destacan: La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía, también aparecido en Paidós, editorial que ha publicado igualmente compilaciones de sus escritos como Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gestos, vocesEl susurro del lenguajeLa aventura semiológicaLa Torre Eiffel. Textos sobre la imagen y Variaciones sobre la lectura. Recientemente Ediciones Paidós ha publicado Del deporte y los hombres, estudio perteneciente a la documentación para un film documental, inédito en lengua castellana (colección El arco de Ulises). Barthes murió en 1980 víctima de un accidente de coche cerca de la Sorbona, en París…..(https://www.planetadelibros.com/autor/roland-barthes/000013424)….Escritor y pensador francés, cuya obra alcanza los campos de la crítica literaria, la comunicación, la filosofía y la sociología. La publicación de su libro Sobre Racine, en 1964, suscitó una amplia polémica en el campo académico francés, a la que contestó con el libro Crítica y verdad (1966). Según Barthes, la obra literaria hay que analizar en el contexto del propio espacio de la obra y no a partir de valores externos a la misma. Las contribuciones teóricas de Roland Barthes le convierten en uno de los pensadores más importantes de Francia del pasado siglo, considerado como uno de los representantes del postestructuralismo y figura relevante en el desarrollo de la semiótica. Su influencia en el campo teórico de la comunicación es significativa, especialmente por el papel que adquiere el análisis semiológico, que alcanza a la fotografía, a la que dedica su último libro, La cámara lúcida (1980), la publicidad, la moda, la televisión, etcétera. Todas las formas de comunicación son artificiales porque se basan en una estructura social, no en un estado natural. A partir de Sassurre, estudia los signos, que clasifica en iconos, motivados y arbitrarios, en función de la fortaleza de sus arraigos espacio temporales. Todo discurso, su contenido y su referencia a lo real, tiene connotaciones que le dan significación, le atribuyen valores. Todo discurso puede convertirse en signo, mito. Los mitos no crean lenguajes, pero los ponen al servicio de una ideología, haciendo hablar a las cosas por ella. Barthes analiza el sistema de medios, la 'socio-media-manía', y en especial el mundo de las imágenes, aportando instrumental metodológico para el estudio de su expresión connotativa…..” (https://www.infoamerica.org/teoria/barthes1.htm). También puede verse: (https://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/barthes.htm);

(https://www.lanacion.com.ar/cultura/el-semiologo-mas-sensual-7-claves-para-entender-a-roland-barthes-nid1816847, por Laura Ventura); (https://www.ebiografia.com/roland_barthes/, por Rebeca Fuks);

(https://www.revistadelibros.com/articulos/biografia-de-roland-barthes, por Jorge Lozano);

(https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/3006/Roland%20Barthes); (http://semioticadelosmedios2.sociales.uba.ar/?p=277, por Silvina Friera)

El hidalgo hispanoamericano (300) ---

Apéndice

La hidalguía en Indias, por Jorge Pérez León

EN: http://www2.ual.es/ideimand/la-hidalguia-en-indias/

“….La dominación hispana sobre los territorios americanos implicó el trasvase de instituciones jurídicas y sociales a esa nueva geografía. En las Indias podemos encontrar tres tipos de hidalguía: en primer lugar, la peninsular, propia de los que ya eran hidalgos antes de pasar al Nuevo Mundo (Vid. La hidalguía en la Corona de Castilla); en segundo lugar, la americana, es decir, la de aquellos españoles que se ennoblecieron ya en América; y, por último, la indígena, reconocida a los caciques y dignatarios nativos más destacados. Por su vitalidad y relevancia en este escenario centraremos nuestra atención en la hidalguía americana. La conquista del Nuevo Mundo supuso una nueva oportunidad para que prosperasen hidalgos y plebeyos de condición humilde. Esta empresa concedió a unos pocos afortunados la posibilidad de enriquecerse y elevar su posición social y la de sus descendientes. Tal y como había sucedido anteriormente durante la Reconquista, los hechos de armas y una estudiada política de concesión de mercedes por parte de la Corona fueron factores determinantes para concretar ese ascenso social.

Muchos conquistadores y pobladores aprovecharon su llegada al Nuevo Mundo para ocultar su pasado y “fabricarse” una nueva reputación, convenientemente exteriorizada y reforzada mediante la adopción de las formas de vida nobles. Pocos vecinos de las primeras ciudades españolas en América aceptaban desempeñar los oficios mecánicos que habían tenido en España, conscientes de los perjuicios que ello podía suponer para su reputación. Por su parte, la Corona, deseosa de incentivar la conquista y poblamiento de estas nuevas tierras, alimentó involuntariamente estas aspiraciones al suprimir todos los actos de distinción entre hidalgos y plebeyos que se estilaban en Castilla, tales como los tributos de pecheros o la mitad de oficios reservados al estado noble en los concejos. Como resultado de todo ello, la estima social quedaba a expensas de los méritos individuales realizados durante la conquista y poblamiento del Nuevo Mundo. Así fue como, aprovechando la casi total ausencia de la aristocracia en el Nuevo Mundo, conquistadores y primeros pobladores –en su mayoría, humildes hidalgos y plebeyos– ocuparon un lugar preeminente en las élites indianas. No conformes con ello, muchos de estos advenedizos reclamaron a la Corona la concesión de mercedes de nobleza que legitimasen sus aspiraciones, ya fuesen hidalguías, hábitos de órdenes militares o títulos nobiliarios. Su objetivo era, obviamente, equipararse a la nobleza peninsular. Consideraban que tal pretensión era una justa retribución a todos sus méritos, confirmando así de iure un estatus que ya habían ganado por las armas. Sin embargo, la habitual falta de respuesta satisfactoria por parte de la Corona a sus peticiones limitó muchos de estos anhelos de nobleza a la mera opinión pública de sus convecinos. Así fue como el colectivo de los conquistadores-encomenderos se convirtió en una categoría paranobiliaria, amparada en la posesión de encomiendas, la principal fuente de riqueza de la época, y en el control de los cargos del cabildo a través de los cuales obtenían el respeto y reconocimiento social correspondiente dentro de su vecindario. El “autoascenso” al estatus nobiliario de un selecto grupo de conquistadores-encomenderos y de sus descendientes (denominados beneméritos) dio lugar a una primitiva jerarquización de esa naciente sociedad, encabezada por unas pocas familias principales. Apoyados en esta reputación, y ante la ya mencionada inexistencia de la nobleza titulada peninsular, este grupo convirtió la antigüedad de su familia en Indias en la más elevada y distinguida prueba de nobleza de esos territorios, asumiendo así el lugar de la nobleza de sangre castellana. Pero estas aspiraciones nobiliarias no se circunscribieron a unos cuantos linajes de beneméritos, sino que incluso los recién llegados a las Indias, por el simple hecho residir allí y no ejercer oficios mecánicos o manuales, se consideraban nobles, con independencia de su condición de nacimiento: el plebeyo aspiraba a convertirse en hidalgo y este, en caballero. El rechazo frontal a ejercer oficios mecánicos demuestra que los orígenes de la hidalguía americana no son muy distintos de los del caballero cuantioso de la Reconquista. Recordemos que el ennoblecimiento de facto por parte de conquistadores y pobladores había sido la tónica dominante en la singular evolución de la hidalguía durante la Baja Edad Media. Lo cierto es que el conquistador consideraba que, en virtud de sus méritos militares y con independencia de su origen familiar, la hidalguía le correspondía por derecho propio. Es decir, que tal y como había sido costumbre durante los siglos precedentes en España, se entendía que la hidalguía o nobleza no titulada no procedía de merced regia alguna ―a diferencia de los hábitos o los títulos de Castilla― sino que eran sus meritorios servicios al Rey y a la Monarquía lo que les calificaba como tales a pesar de no corresponderles por nacimiento. Para exhibir públicamente este recién adquirido estatus no pocos adoptaban comportamientos y tratamientos propios de la nobleza en la Península. Ello se tradujo, por ejemplo, en la adopción de determinados tratamientos de respeto como el de don, gentilhombre o caballero, cuya usurpación y generalización en Indias alcanzó cotas hasta entonces desconocidas. Pero lo cierto es que la pertenencia a las élites durante los siglos XVI y parte del XVII estuvo determinada más por factores como el control de encomiendas o la antigüedad de la familia en Indias, que por la existencia de algún tipo de reconocimiento nobiliario legal (título nobiliario, hábito de orden militar o hidalguía). No obstante, estas élites pronto lograron reservarse una serie de privilegios (como la participación en fiestas reales y tornes, la reserva de ciertos cargos en el cabildo, evitar ser sometidos a tortura o la formación de cofradías integradas exclusivamente por nobles) que les permitieron diferenciarse jurídicamente de la plebe. Además, las audiencias americanas podían reconocer, con efectos locales y limitados, la nobleza e hidalguía que allí se reconocía a los descendientes de conquistadores y primeros pobladores. A diferencia del declive de la hidalguía en Castilla, a lo largo de la Edad Moderna estos hidalgos de facto prosperaron y se convirtieron en grandes terratenientes. Durante el siglo XVIII, ahora con la dinastía de los Borbones instalada en el trono, fueron muchas las familias criollas que lograron hacerse con los tan ansiados títulos nobiliarios. Obviamente, estas elevadas mercedes solo estuvieron al alcance de unas cuantas familias distinguidas y acomodadas, aunque las de menor abolengo no despreciaron otras alternativas para realzar el prestigio del linaje, ya mediante la obtención de una ejecutoria de hidalguía despachada por una chancillería metropolitana, ya a través de ventajosos matrimonios con burócratas y comerciantes, muchos de ascendencia hidalga. La llegada a lo largo del siglo XVIII de nuevos pobladores peninsulares a estas tierras propició una renovación del estamento nobiliario en América. Esto fue así gracias, sobre todo, al especial protagonismo de gentes de la cornisa cantábrica –fundamentalmente vascongados y montañeses–, que universalmente eran considerados como hidalgos y limpios de sangre. Además, el desempeño de muchos de ellos en la administración borbónica o en actividades lucrativas como el comercio ultramarino –dominado por los peninsulares– facilitaron su rápido vínculo con las distinguidas familias de la oligarquía criolla. Así, la ascendencia honorable, junto a la posesión de un considerable patrimonio económico, convertía a estos hombres en candidatos idóneos para la rancia nobleza benemérita, siempre deseosa de emparentar con nobles de sangre que diesen mayor lustre a sus linajes. El final de la presencia española en América marcó el final de la hidalguía americana. El triunfo de los procesos de emancipación durante el primer tercio del siglo XIX, la consiguiente ruptura de los vínculos con la metrópoli y la imposición de los principios liberales conllevaron la supresión de todos los títulos, jerarquías y privilegios nobiliarios.” (http://www2.ual.es/ideimand/la-hidalguia-en-indias/). También puede verse: (http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-figura-del-hidalgo-en-la-sociedad-espanola/html/, por María Angeles Redondo Hidalgo); (https://cadenaser.com/programa/2015/09/24/ser_historia/1443086543_384668.html, por Manuel Pardo de Vera).

 

 

 

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