La influencia económica de China sobre la América Latina ha crecido en las últimas décadas de forma impresionante.
Se estima en más de 150 millardos de dólares la cartera de préstamos chinos dirigidos a apoyar infraestructuras en América Latina. El intercambio comercial sino-latinoamericano ha crecido de 17 millardos de dólares en 2002, a más de 350 millardos de dólares en 2019. El plan multianual del gobierno Chino es llevar ese intercambio a niveles de 500 millardos en 2025, y a pesar de los ajustes que esos objetivos puedan tener, dada la contracción económica regional debido a la pandemia, China ha hecho lo posible por liderar en América Latina iniciativas para enfrentar los impactos sanitarios y económicos del COVID-19.
Para países como Brasil y Perú, China es su principal mercado de exportación, al igual que para Chile. Para todos los países del Mercosur China es uno de los tres principales socios comerciales, con Brasil a la cabeza, que como explicamos cada día incrementa su conexión comercial con China. En toda la región y el Caribe el posicionamiento comercial de China es creciente, y le va ganando terreno a Estados Unidos. México mantiene a Estados Unidos como su principal socio comercial, pero ya China se consolida en un sólido segundo escaño. Los bancos de desarrollo regional como el BID y la CAF, cada día, cuentan con China como un creciente socio financiero.
Por supuesto, podríamos abrir otro capítulo para destacar el nivel de interdependencia económica y comercial sino-estadounidense, y la posición de China como principal acreedor de Estados Unidos; pero el enfoque de este artículo es subrayar la pérdida de influencia estadounidense en el destino de su socio natural e histórico: América Latina.
No cabe duda de que la región con todos sus desafíos de desarrollo, agravados con la crisis del COVID-19, debe ser una prioridad de la política exterior de Estados Unidos. Pero plantearse esto como una política sin ponerle un adecuado ingrediente financiero en el diseño es simplemente un ejercicio retórico.
Para que Estados Unidos pueda retormar su liderazgo en la región y construir alianzas potentes y promisorias debe asumir las magnitudes económicas del desafío que ello supone, porque China si lo tiene claro y lo está haciendo realidad. En primer lugar, miremos las magnitudes financieras del U.S. International Development Corporation (IDC) o el Export Import Bank of the U.S. (EXIM Bank), los fondos de cooperación administrados por USAID, o los compromisos financieros que mantiene Estados Unidos en el BID y la CAF, para concluir que no compiten en este momento con los recursos invertidos por China en la región. La exposición total del EXIM Bank en Latinoamérica al 2019 es de 8,7 millardos de dólares. La totalidad de financiamiento y garantías financieras otorgados por el IDC en América Latina asciende a 5 millardos de dólares. USAID para 2019 maneja cerca de 1 millardo de dólares en fondos de cooperación.
Y dicho lo anterior sobre el alcance financiero de la acción pública, pensemos en cómo la diplomacia económica china vienen acompañada de una articulación de precisión mecánica con sus sectores empresariales públicos, mixtos y privados. Alcanzar esas magnitudes financieras y articulación público/privada en la relación con Latinoamérica debe ser un objetivo bipartidista, y un propósito de la sociedad estadounidense.
Para que Estados Unidos y América Latina sean socios capaces de aprovechar las oportunidades que esta relación estratégica supone, se debe pasar de la retórica a la acción. De los enunciados de políticas públicas, a los presupuestos que compitan con las magnitudes financieras que China está comprometida a invertir en la región. Y esto no es un ejercicio filantrópico. Está vinculado a la construcción de encadenamientos y enclaves de valor agregado en lo económico y empresarial, transición energética, crecimiento con igualdad, solución de problemas hemisféricos como la lucha contra la violencia, el crimen organizado y los movimientos migratorios desde sus causas raíces; y además, ofreciendo a todos los países una sustentabilidad social y medioambiental de sus desarrollos económicos, respetando la democracia y los derechos humanos.
Si se quiere trabajar la relación hemisférica con el debido impacto, Estados Unidos tiene que invertir más que China. Así de sencillo. Tienes que poner el dinero para respaldar tus palabras.
No comments:
Post a Comment