En pocas palabras. Javier J. Jaspe
Washington D.C.
La serie que continuamos hoy ha sido inspirada por
un importante libro del renombrado autor mexicano, Carlos Fuentes, fallecido en
2012, considerado por muchos como una obra capital para el conocimiento de la
historia y cultura latinoamericanas. Me refiero a El espejo enterrado, con el cual Fuentes aporta su luminosa y
aleccionadora visión de los primeros 500 años transcurridos desde el descubrimiento de América por Cristobal Colón
en 1492. Esta obra fue publicada en su primera edición en México en 1998 y la
que utilizamos corresponde a la décimocuarta reimpresión (Taurus bolsillo), junio
2005, 590 páginas.
El objetivo de la serie no es realizar un análisis
de este libro, sino el de aportar breves textos adicionales encontrados en
Intenet, sobre temas y personajes mencionados en el mismo, en las páginas que se
indican entre paréntesis al lado de cada tema o personaje. Estos textos de Internet se transcriben en
itálicas, en español o inglés, según sea el caso, con indicación de su fuente.
Este décimo séptimo artículo se refiere a temas y personajes que van desde
Alfonso IX de León (1171 – 1230) hasta Alfonso X El Sabio (1221 – 1284). Veamos:
Alfonso IX de León (101) – “Hijo de
Fernando II y de Urraca de Portugal, Alfonso IX nació en Zamora en el año 1171.
Los problemas con su familia le llevaron a viajar a Portugal para integrarse en
la corte de aquel reinado. Cuando viaja hacia la tierra vecina, en enero de
1188, recibió la noticia del fallecimiento de su padre y regresó para reinar. Sus
conflictivas relaciones con Portugal, por la mala relación con su madrastra, y
Castilla marcaron su reinado, el de León, una tierra emparedada entre el
reino portugués que buscaba su independencia y el de la pujante Castilla,
gobernada por su primo, Alfonso VIII, contra quien luchó. Además, los almohades suponían
un gran peligro por el sur. Por si las amenazas extranjeras no bastaran, el
nuevo monarca se encontró con que el reino estaba en bancarrota
por la política que había llevado su padre durante su reinado. Con esta situación, el monarca, que
apenas contaba diecisiete años, convocó las famosas Cortes de León de 1188 en
las que fueron convocados por primera vez los representantes de las ciudades
para intervenir en asuntos de Estado. Asistieron representantes de la nobleza,
del clero y de las clases populares procedentes de León, Galicia, Asturias y
Extremadura, siendo de esta manera, las primeras Cortes representativas
de Europa y del mundo. Las Cortes se reunieron en el claustro
de San Isidoro bajo la presidencia del rey leonés. Estaban presentes
todos los obispos del reino, incluyendo al arzobispo de Santiago de
Compostela, que era la máxima autoridad religiosa del reino, además de los nobles
y los representantes de las ciudades del reino de León, que por
primera vez eran convocados a un acto de estas características. Las ciudades
representadas eran León, Oviedo, Salamanca, Ciudad
Rodrigo, Zamora y Astorga, incluyendo también otras como Toro, Benavente, Ledesma y
algunas más. El corpus documental de Los Decreta, el acta que surgió de aquella
primera curia con burgueses de las ciudades, contempla lo que se podrían
entender como las primeras leyes pactadas por representantes de todos los estamentos
sociales. Aquellas normas eran, en verdad, ejecutadas por
el rey, en connivencia con todos los demás parlamentarios. Además
ser el rey que dio la voz al pueblo, uno de los actos más importantes y
destacables de Alfonso IX en el Reino de León fue la creación del Estudio
General de Salamanca, a partir de las escuelas catedralicias que
ya llevaban funcionando casi un siglo. En aquellos tiempos eran normales las
escuelas en las catedrales de los reinos de España. En 1208, el
obispo Tello Téllez de Meneses había creado un Estudio
general en Palencia (que acabó convirtiéndose en Universidad en
1263, cuando estaba a punto de desaparecer), un estudio donde los leoneses
tenían difícil acudir debido a los continuos choques entre León y Castilla. Por
eso, Alfonso IX decidió, en 1218, crear otro Estudio General en
Salamanca. Años más tarde, Fernando III le daría un gran
impulso y Alfonso X de Castilla finalmente la
convertiría en la primera universidad que, en Europa, ostentaba
ese título, el 6 de mayo de 1254. Los intereses de la política
fronteriza le llevaron a establecer dos alianzas matrimoniales. En
1191 se casó con su prima Teresa Sánchez de Portugal y
en 1197 con su sobrina Berenguela de Castilla, hija
de Alfonso VIII, rey de Castilla (1158-1214). Cuando
falleció el 24 de septiembre de 1230, dejó el reino
a Sancha y Dulce, hijas de su primer matrimonio. Pero será su
hijo, el rey Fernando III de Castilla, habido en su matrimonio con
Berenguela, quien finalmente reciba el reino de León en 1230. A
partir de este momento los dos reinos no volverán a separarse.” (https://www.tribunasalamanca.com/noticias/alfonso-ix-el-rey-juez-que-dio-la-voz-al-pueblo-y-fundo-la-universidad-de-salamanca).
También puede verse: (https://casarealdeespana.es/2015/09/24/alfonso-ix-de-leon/);
https://www.elnortedecastilla.es/leon/201503/18/alfonso-juez-pueblo-leon-20150318112629.html,
Luis V. Huerga); (https://www.enredando.info/23-de-abril-de-1229-el-rey-alfonso-ix-de-leon-conquista-caceres/);
(http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=alfonso-ix-rey-de-leon);
(https://www.nubeluz.es/cristianos/leon/alfonsoIX.html).
Monarquías emergentes aprovechadores de las
ciudades para restarle poder a los feudales (99) – “Entre los siglos X y XIII, gran parte del territorio
europeo permaneció fragmentado en poder de múltiples señores feudales, quienes
rivalizaban con los antiguos monarcas. Si bien los reyes no desaparecieron, su
influencia había disminuído en beneficio de la nobleza feudal (condes, duques,
marqueses). Sin embargo, esta situación comenzaría a cambiar bruscamente a
partir del siglo XIV. Por una parte, el creciente poderío de las ciudades sustrajo a muchas personas de las
áreas rurales, que se liberaron de los lazos de vasallaje y, por lo tanto, de
la tutela de sus señores. Esto debilitó a la sociedad feudal y permitió el
surgimiento de nuevos tipos sociales, como burgueses, artesanos y villanos. Por
otra, esa gran empresa colectiva que fueron las Cruzadas, unió a la Cristiandad
contra los "infieles" y motivó el traslado de numerosos contingentes
armados, dirigidos por sus señores, hacia el Oriente. Los sangrientos combates
contra los turcos selyúcidas significaron una merma poblacional aún mayor y en
especial la desaparición de muchos nobles feudales. En este contexto,
las viejas casas monárquicas comenzaron a resurgir. Hacia el siglo XIV, los
reinos de Inglaterra, Francia, Portugal, Castilla, Aragón, Hungría, Polonia,
entre otros, habían recobrado tierras que habían quedado vacantes,
robusteciendo de esa manera el poder de los reyes. También se despojó a nobles
por la fuerza. Así, progresivamente el Estado monárquico se separó del mundo
señorial y se impusieron las grandes unidades territoriales a los más pequeños
feudos. Como señala Maurice Crouzet, el Estado monárquico "por el
debilitamiento político y económico de los antiguos cuadros sociales, como en
el apoyo de las burguesías y de las nuevas noblezas, encuentra los medios de
reducir a la obediencia a los miembros del cuerpo social y de convertirlos en
súbditos".
(http://www7.uc.cl/sw_educ/historia/expansion/HTML/p1301.html.... o /sw_educ/historia/expansion/HTML/p1301.html)......”....La
Reconquista, con sus ocho siglos de duración , produjo periodos de coexistencia
e incluso, en ciertas etapas del siglo XII, una suerte de sociedad de frontera.
En todo caso, los monarcas cristianos conquistaban colonizando, es decir,
ofreciendo tierras a quien se comprometiese a ocuparlas, cultivarlas y
defenderlas, lo que dio lugar a trasvases y migraciones del norte peninsular y
de Europa nada frecuentes en otras latitudes por aquellas épocas. Aquellos
colonizadores, a quienes se dibuja con una azada en una mano y la espada en la
otra, fueron formando una sociedad de campesinos comparativamente más libre que
las existentes en la Europa coetánea, donde la sujeción al señor feudal era
mucho mayor. Estos campesinos semilibres se agruparon, del siglo IX al XI, en
villas que se gobernaban por concejos electos y a las que los monarcas
concedieron exenciones y privilegios (fueros). Y estos burgueses terminaron por
sentarse junto con los otros dos brazos de la sociedad, nobles y eclesiásticos,
en Parlamentos conocidos como Cortes en el siglo XII. Allí discutían y votaban
los impuestos…..” (https://www.lamoncloa.gob.es/espana/paishistoriaycultura/historia/Paginas/index.aspx).
También
puede verse: (https://www.arteguias.com/feudalismoespana.htm); (https://www.lavanguardia.com/historiayvida/rebeliones-y-guerras-en-la-edad-media_11565_102.html).
Los primeros parlamentos europeos (100, 101) – “….El Parlamento moderno, considerado por la ética democrática
como una institución política indispensable del Estado nacional, es la
culminación de un largo y accidentado proceso de transformación histórica que
tiene sus orígenes en la Edad Media, cuando la ausencia de una autoridad
estatal centralizada (tras la desintegración del Imperio romano de Occidente)
requirió que los individuos y las comunidades locales buscaran la protección
(seguridad) de un guerrero (señor). Así surgió un sistema de vínculos personales
basado en obligaciones recíprocas, llamado relaciones de vasallaje, mediante el
cual un señor proveía seguridad personal y estabilidad territorial a cambio de
fidelidad y servicios personales, entre los cuales resaltaba el servicio
militar y el pago de tributos. Es decir, el vasallo, a cambio de protección,
tenía que prestar servicio en la tropa del señor cuando este lo requiriera, y
estaba obligado a pagarle parte de su ingreso en moneda, en productos o en
trabajo. Los señores, a su vez, se subordinaban a otros más poderosos (se
avasallaban entre sí), creando una cadena jerárquica de vasallaje que se
extendía por todos los reinos europeos. A la cabeza de esa cadena reinaba un
príncipe (primero entre pares) usualmente designado rey o emperador….Por eso,
aun en tiempos de enorme inseguridad e inestabilidad, los señores feudales (la
aristocracia) que componían las cadenas de poder aristocrático mientras
administraban de forma autónoma sus sendos territorios, abrían espacios de
participación política dentro de sus jurisdicciones a representantes de sus
súbditos, como deferencia a la voluntad del gobernado. Al mismo tiempo
establecieron hábitos y mecanismos para compartir las decisiones del reino con
el monarca, utilizando como punto de partida (y límite funcional) la idea del
vínculo de las obligaciones recíprocas. La más ubicua de esas instituciones fue
la de los consejos o concilios reales, constituidos por los monarcas y los
señores de mayor jerarquía, incluyendo a representantes de la Iglesia. En España,
por ejemplo, se organizaron concilios reales para administrar los reinos de
Castilla y Aragón, y otro para atender los asuntos de sus posesiones de
ultramar, llamado Consejo de Indias. En estos cuerpos colectivos se discutían
los asuntos del reino y se tomaban decisiones vinculantes. El Consejo de Indias
llegó a tener una injerencia directa sobre los asuntos de Puerto Rico,
incluyendo la articulación de políticas públicas (incluyendo la redacción de
normas y estatutos) y la recomendación de candidatos para gobernar el
territorio isleño….” (https://enciclopediapr.org/encyclopedia/los-antecedentes-historicos-del-parlamento/.)....”El corpus documental de Los “Decreta” (o Decretos) de León de 1188
contiene la referencia al sistema parlamentario europeo más antigua que se
conozca hasta el presente. Estos documentos, cuyo origen se remonta a la España
medieval, fueron redactados en el marco de la celebración de una curia regia,
en el reinado de Alfonso IX de León (1188-1230). Reflejan un modelo de gobierno
y de administración original en el marco de las instituciones españolas
medievales, en las que la plebe participa por primera vez, tomando decisiones
del más alto nivel, junto con el rey, la iglesia y la nobleza, a través de
representantes elegidos de pueblos y ciudades…..” (http://www.unesco.org/new/es/communication-and-information/memory-of-the-world/register/full-list-of-registered-heritage/registered-heritage-page-8/the-decreta-of-leon-of-1188-the-oldest-documentary-manifestation-of-the-european-parliamentary-system/).
También puede verse:
Almanzor -997 (105) – “…. Almanzor cuyo nombre real era Ibn Abu
Amir, llamado al-Mansur “el victorioso”, hombre de leyendas y misterios en
nuestra época medieval, fue un militar y político andalusí, que supo adentrarse
en épocas muy tempranas en el entramado político del Califato de Córdoba,
llegando a convertirse en un dictador y verdadero dirigente del Califato. Ibn
Abu Amir, nació en el año 939, habiendo recibido una excelente educación durante su
juventud en Córdoba en la que estudio derecho, lengua, literatura árabe y
tradiciones proféticas, que le serviría para ser un astuto político y que
gracias a su relación con la favorita del entonces califa Al-Hakam, la vascona
Subh, madre del futuro heredero Hisam II, le permitirían su rápida ascensión
dentro del circulo político del Califato….(https://revistadehistoria.es/almanzor-la-conquista-del-poder/)....Fue general de los
ejércitos durante el reinado de Hisham II. Al ser éste menor de edad (tenía 11
años), el gobierno queda en manos de su madre Subh de Navarra y del primer
ministro, Yafar al-Mushafi. Almanzor había comenzado como administrador en la
corte. A la muerte de Al Hakam II, padre de Hisham II, Almanzor es
nombrado visir (hayib) y comienza
a enfrentarse a Yafar al-Mushafi, haciéndose con el poder en 981,
con el beneplácito de Hisham II. Bajo su gobierno se perfeccionó todo el
conjunto y se engrandeció la Alcazaba
de Almería y
se realizó la mayor ampliación de la Mezquita
de Córdoba. Organizó
su ejército contando, por primera vez, con la presencia de bereberes. Sus ataques durante los últimos años
del siglo X, afectaron a todo el norte de la
península ibérica: Tras la aceifa de 988, el reino
de León hubo
de pagar parias al califato
de Córdoba. En
el verano de 997 asoló Santiago de Compostela, después de que el obispo Pedro
de Mendoza evacuara la ciudad. Quemó el templo prerromántico dedicado a
Santiago, pero respetando su sepulcro. Esto permitió la continuidad del Camino
de Santiago. La leyenda cuenta que las campanas del templo de Santiago fueron
trasladadas por prisioneros cristianos hasta Córdoba y que, al parecer,
hicieron el camino de regreso dos siglos y medio más tarde, llevadas por
prisioneros musulmanes. En Córdoba, las campanas se utilizaron como lámparas. Almanzor
perdió la vista por las heridas sufridas en la batalla de Calatañazor, en julio de 1002,
muriendo unos días después. Se desconoce en qué provincia, ya que sus datos
biográficos se diluyen entre lo histórico y lo legendario, pero algunos autores
señalan Medinaceli como el lugar probable de su
muerte. Dejó nombrado como su sucesor a su hijo Abd al-Malik, lo que generó una
guerra interna entre los sucesores de Hisham II y los de Almanzor….” http://enciclopedia.us.es/index.php/Almanzor). También puede verse: (http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=almanzor); (https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/4186/Almanzor%20-%20Al-Mansur); (https://www.historiaespanaymundo.com/secciones/historia-medieval/almanzor-victorioso-ala); (https://www.abc.es/espana/20141209/abci-almanzor-general-victorioso-musulman-201412081952.html).
Alfonso (X) El Sabio (99, 106, 107, 114) – “….Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y de
León, nació en el año 1221, y reinó entre 1252 y 1284. Hijo de Fernando III y Beatriz de
Suabia. Contrajo matrimonio, en 1249, con Violante de Aragón, hija del rey
aragonés Jaime I el Conquistador. A la muerte de su padre reanudó la ofensiva
contra los musulmanes, ocupando las fortalezas de Jerez (1253) y Cádiz (c.
1262). En 1264 tuvo que hacer frente a una importante revuelta de los mudéjares
asentados en el valle del Guadalquivir. La tarea más ambiciosa del rey fue su
aspiración al Sacro Imperio Romano Germánico, proyecto al que dedicó más de la
mitad de su reinado….. Finalmente, en septiembre de 1272 Rodolfo de Habsburgo
fue elegido emperador y en mayo de 1275 Alfonso X renunció definitivamente al
Imperio ante el papa Gregorio X…… Una de las facetas más importantes de su
reinado fue su labor legisladora, indisolublemente ligada a la introducción en
Castilla y León del Derecho Romano. Bajo su impulso se organizó un formidable
corpus de textos jurídicos, tanto doctrinales como normativos. Sus obras más
significativas en este terreno fueron el Fuero Real, el Espéculo y las Siete
Partidas. Las grandes realizaciones del monarca en el campo de la cultura le
merecieron con justicia el apelativo de 'Sabio'. La nota más singular de su
empresa cultural fue su vinculación simultánea a Oriente y Occidente. Con él se
desarrolló en la Corona de Castilla una cultura de síntesis, en la que entraban
ingredientes tanto cristianos como musulmanes y judíos. La fecundidad de la
colaboración entre intelectuales de las tres culturas tiene su máxima expresión
en la Escuela de Traductores de Toledo. Falleció el el 4 de abril de 1284,
en Sevilla…… (https://www.escritores.org/biografias/422-alfonso-x-el-sabio)....
También realizó
la primera reforma o normalización ortográfica del castellano, lengua que se adoptó
como oficial en el reino, en detrimento del latín. El propósito del monarca era
que el castellano tuviera preeminencia en su Corte porque era la que
comprendían sus vasallos. Su afán por la divulgación de la lengua ('porque los
omnes lo entendiessen meior et se sopiessen dél más aprovechar') le llevó a
traducir al castellano la Biblia, el Corán, el Talmud, la Cábala, Calila y
Dimna (una colección de fábulas hindúes), Los Libros del Tesoro de Brunetto
Latini, etc. Por todo ello, está considerado el fundador de la prosa castellana
y tuvo tiempo para promover la creación de nuevas universidades como las de
Valladolid y Sevilla además de dar nuevos brios a la universidad de Salamanca
que había sido creada por su abuelo Alfonso X de León. Con sus iniciativas,
provoca una revolución cultural, pone los cimientos del futuro Estado moderno
hispano y del renacimiento científico en una Europa medieval que aún no había
salido de su sopor guerrero…..” (https://www.historiaespanaymundo.com/secciones/edad-media/alfonso-x-rey-quiso-ser-emperador).
También puede verse:
(http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/alfonso-x-el-sabio-en-la-historia-del-espaol-0/html/023c114a-82b2-11df-acc7-002185ce6064_11.html); (https://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,373,m,1207&r=ReP-1789-DETALLE_REPORTAJESPADRE); (https://www.labrujulaverde.com/2016/11/por-que-a-alfonso-x-se-le-conoce-como-el-sabio); (https://www.uax.es/blogs/uaxblog/curiosidades-alfonso-x-sabio/); (http://xn--laviejaespaa-khb.es/alfonsox-el-sabio).
Apéndice:
Por una historia patria para adultos
Por Héctor Aguilar Camín
Héctor Aguilar Camín. Escritor. Su más
reciente libro, Historias conversadas (Cal y arena, 1992).
“¿Qué historia debemos desear para el
futuro? Sin duda, una que contenga la fuerza de nuestras mayores empresas
civilizatorias. Este texto, leído el 3 de marzo en la presentación de El espejo
enterrado, se alimenta de esa pregunta y prolonga la más reciente aventura
estilística y conceptual de Carlos Fuentes, su pasión por los símbolos y los
fantasmas de la cultura hispana, y lanza la flecha hacia el horizonte en el
cual -como escribe Héctor Aguilar Camín- “desenterraremos más libremente
nuestros espejos negados para mirarnos en ellos y exorcizar nuestros temores”
Carlos Fuentes:
El espejo enterrado
México, FCE
1992
432 pp.
El
olvido, y yo diría también que el error histórico, son un factor esencial en la
formación de una nación y es por ello que el progreso de los estudios
históricos revuelve un peligro para la nacionalidad.
Ernest
Renan
Hay
muchas cosas que celebrar en este libro de Carlos Fuentes.
La
primera de ellas, su poderío verbal, la fiesta del lenguaje cosida aquí a la
fiesta de la erudición y del oficio de escritor. En sus años sesenta, la
energía verbal de Fuentes está tan viva y desafiante como en sus primeros libros.
La
fuerza del lenguaje y la apasionada vitalidad del autor son en sí mismos una
prueba de la pertinencia de la tesis central de El espejo enterrado: la fuerza
única de la raíz cultural hispánica, su riqueza multirracial y pluricultural,
fruto de un largo contacto de razas y culturas que no ha cesado de mostrarnos
su flexibilidad mayor: la de saber mezclarse con Otros, y llevar en sí la
huella de todo lo que la ha nutrido.
El
poderoso lenguaje de Fuentes nos recuerda hasta qué punto el español que hablamos
y leemos hoy ha sido enriquecido, ampliado y potenciado por su periferia, hasta
qué punto ese idioma ha sido revitalizado por autores no españoles, en
particular poetas y novelistas latinoamericanos, que son sin embargo los más
puntuales hijos, nietos, bisnietos, y nuevamente padres engendradores del
idioma de Cervantes y Nebrija, autor de la primera gramática española en el año
de 1492.(1)
Escrito
originalmente para una serie de televisión, la de mayor éxito quizá que haya
parido la prolífica madre celebratoria del Quinto Centenario, el texto de El
espejo enterrado creció hasta volverse el tomo de 432 páginas que Fuentes nos
entrega. Es un libro de dieciocho capítulos con una generosa bibliografía y un
útil índice onomástico.
Ocho
de los dieciocho capítulos están dedicados a España, su historia y su presente.
Los diez capítulos restantes están dedicados a la América española en la
siguiente elección de prioridades: un capítulo al mundo indígena, dos a la era
de la conquista y la colonia, dos a la independencia americana, dos a la
turbulenta formación de nuestras naciones en el siglo XIX, uno a la Revolución
Mexicana, uno más a la América Latina actual y otro, final y sugerente, al tema
de la hispanidad norteamericana, una primera inclusión en nuestra historia de
esa otra enorme mezcla que se verifica a ambos lados del Río Bravo, cuyo rostro
final no podemos prever.
La
edición inglesa de El espejo enterrado lleva un subtítulo que resume con
precisión y libertad la materia de este libro: Reflexiones sobre España y el
Nuevo Mundo. No estamos frente a una historia, aunque su materia es la historia
del mundo hispánico. No estamos tampoco frente a una conmemoración de las
grandezas de la hispanidad, aunque su tema central sea la exploración de las
riquezas sumergidas en nuestra raíz hispánica y la celebración de su
pertinencia para el futuro. Estamos frente a un ajuste de cuentas mayor con una
zona permanentemente negada de nuestra realidad histórica, un ejercicio de
recuperación de nuestra hispanidad por las vías de la crítica, la reflexión y
el poder evocativo de la literatura -o de la elocuencia literaria.
Carlos
Fuentes ha reconstruido las tensiones, miserias y grandezas de la civilización
hispánica en la desafiante marejada del mundo moderno que la sepultó a partir
del siglo XVII, apartándola de las corrientes centrales o hegemónicas de la
historia de Occidente. Lo ha hecho con una libertad y una amplitud tales, que
su exhumación no sólo es un fogoso inventario de la diversidad del pasado
hispánico, sino también una revelación de su pertinencia para el futuro, a
caballo de su densidad multirracial y multicultural.
El
alegato de Fuentes no es una defensa tradicionalista del legado español. Nada
tan lejos de su ánimo como la adoración santurrona o complaciente de una
herencia. Su mensaje es de cuerda renacentista: no quiere renunciar ni cerrar
los ojos a ninguna de las zonas oscuras de su objeto. Su propuesta central es
justamente la contraria: asumir completas las zonas de sol y sombra de nuestra
hispanidad, porque en esa tensión extraordinaria de lo luminoso y lo sombrío
está su verdadera fuerza, su capacidad de dar cuenta de todo lo humano, de
todos los registros posibles de la cultura.
Los
dilemas del orbe hispánico son los de la plaza de toros, nos dice Fuentes, el
doble rostro de Jano que persigue el alma de España: sol y sombra, la
aceptación de la diversidad del otro -el moro, el judío, el indio, el
protestante- y la cara absolutista e intolerante de la Inquisición, el imperio
de la autoridad central y la autonomía ganada de las ciudades y las
comunidades, el viento fresco de la modernidad y la tierra seca pero firme de
la tradición.
Los
capitanes de Castilla, Extremadura y Andalucía trajeron consigo esos dilemas al
Nuevo Mundo y fundaron nuestra propia ambigüedad hispanoamericana.
Dice
Fuentes:
Hombres
surgidos del cuero seco de Castilla que nos trajeron a las Américas la Iglesia,
el ejército, un espíritu militante y un dilema angustioso entre las tradiciones
democráticas nutridas por las ciudades medioevales o el uso y abuso autoritario
del poder que pronto sería confirmado por la monarquía unificada. Ellos
traerían al Nuevo Mundo todos los conflictos del carácter español, su imagen de
sol y sombra, dividiendo el alma como dividen la plaza de toros. ¿Tolerancia o
intolerancia? ¿Respeto hacia el punto de vista ajeno o la Inquisición? ¿La
mezcla étnica o la pureza racial? ¿La autoridad central o la local? ¿El poder
desde abajo o el poder desde arriba? Y, acaso, la cuestión que las contiene a
todas: ¿tradición o cambio?
(Estas
alternativas dividirían a los mundos hispánicos, en Europa y en las Américas
durante muchos siglos. Mucha sangre sería derramada luchando en favor o en
contra de estas ideas. Y sólo en nuestro tiempo se llegaría a un consenso
conciliador de la necesidad de continuar la tradición dentro del cambio y de
efectuar el cambio sin violentar la tradición.)
Fuentes
desentierra y asume como vivamente nuestras, tradiciones que la historia de
España pospuso, pero no aniquiló, y cuya persistencia es acaso la semilla de
nuestro futuro deseable.
La
tradición democrática hispana, por ejemplo, el archipiélago de ciudades
autónomas que fueron extendiéndose a lo largo de la cambiante linea fronteriza
de la reconquista, es la mata de donde brota la noción de municipio libre, una
de las más largas herencias y uno de los más frustrados propósitos de la polis
mexicana, un tema siempre planteado y siempre pospuesto, desde que Cortés fundó
la villa de la Vera Cruz al poner pie en nuestras tierras, y sin embargo nuevamente
actual, en el pujante mosaico del vigor regional mexicano de fin de siglo XX,
cuyo profeta ha sido el historiador Luis González, nativo de San José de
Gracia, Michoacán, pero cuyos ancestros son los rebeldes comuneros de fines del
siglo XV en la España triunfante sobre los moros.
La
negación de los derechos democráticos de las ciudades españolas, nacidas
autónomas al paso de la guerra contra el Islam, es una de las imágenes
fracturadas pero promisorias del espejo que nos mira desde el fondo de nuestra
historia y da origen a una de las proposiciones centrales del libro de Fuentes:
la posibilidad de construir nuestra propia originalidad democrática con arreglo
a nuestras tradiciones postergadas.
Nuestra
actual vida democrática, dice Fuentes, tan frágil como es, tiene sus
asentamientos más hondos en estas poblaciones medioevales. A menudo nos hemos
engañado a nosotros mismos ignorando la tradición propiamente hispánica de
nuestra democracia, fundada en el municipio libre. Esto nos ha servido para
adoptar formas aberrantes de autonegación: una, la imitación de las
instituciones democráticas francesas y angloamericanas, diciéndonos que éstas
sí han funcionado; otra la adaptación del autoritarismo con disfraces modernos
y progresistas, dado que sólo este camino, tan derivativo como el primero, nos
daría eventualmente las condiciones materiales para la democracia El
capitalismo y el socialismo han fracasado en América Latina en virtud de
nuestra inhabilidad para distinguir y fortalecer nuestra propia tradición que
es auténticamente ibérica y no derivativamente angloamericana o marxista.
El
futuro deseable de nuestra democracia, nos dice Fuentes, está en nuestro pasado
negado o pospuesto y sin embargo vivo, disponible, no como una antigualla de la
historia sino como un instrumento del porvenir.
La
vertiente central del alegato de Fuentes, no obstante, es el de la continuidad
cultural. La imitación y la rutina han lastrado nuestra modernidad política y
nuestra eficiencia económica, nos dice Fuentes. La continuidad cultural, en
cambio, ha sellado nuestra identidad con una matriz rica en mezclas y
contactos, particularmente propicia a la comprensión del mundo de migraciones
masivas y fronteras desafiadas que nos mira desde el siglo XXI. Siguiendo una
metáfora de Borges, Fuentes se pregunta:
¿Quiénes
somos nosotros, los que hablamos español, los miembros de esa comunidad
hispánica, pero rayada de azteca y africano, de moro y judío? ¿Qué veríamos hoy
en el aleph hispanoamericano?
Y
contesta su propia summa cultural:
El
sentido indígena de la sacralidad, la comunidad y la voluntad de supervivencia;
el legado mediterráneo para las Américas: el derecho, la filosofía, los perfiles
cristianos, judíos y árabes de una España multicultural; veríamos el desafío
del Nuevo Mundo a Europa, la continuación barroca y sincrética en este
hemisferio de un mundo multicultural y multirracial, indio, europeo y negro.
Veríamos la lucha por la democracia y la revolución descendiendo de las
ciudades del medioevo español y de las ideas de la ilustración europea, pero
reuniendo nuestra experiencia personal y comunitaria en la aldea de Zapata, en
los llanos de Bolívar y en los altiplanos de Túpac Amaru. Y veríamos también la
manera como ese pasado se convierte en presente, en una sola creación fluida,
sin rupturas.
Este
es el espejo generoso y diverso en el que Fuentes nos invita a mirarnos, no
como se miró Quetzalcóatl, según el mito indígena, para avergonzarse de su
rostro y correr hacia otro lugar, sino para ir hacia el lugar donde realmente estamos,
el lugar de donde venimos, reconciliados al fin con todos nuestros rostros,
unos y múltiples como la vida misma y la cultura, que no se alimentan sino de
la comunión de lo diverso, de la pluralidad que fortalece porque multiplica, la
diferencia que se enriquece incluyendo y se expande tomando contacto con lo que
la desafía.
Como
a Quetzalcóatl, el espejo enterrado de nuestra historia todavía nos inquieta y
espanta. A punto de bordear al siglo XX, nuestra conciencia histórica está
llena de mentiras a la vez flagrantes y piadosas. No nos atrevemos a mirarnos
en el espejo de ciertas realidades que son nuestro tabú, nuestro espejo
enterrado……”
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