Thursday, September 12, 2019

Temas y personajes (17) en “El espejo enterrado” de Carlos Fuentes: Desde Alfonso IX de León hasta Alfonso X El Sabio, por Javier J. Jaspe


En pocas palabras. Javier J. Jaspe
Washington D.C. 

La serie que continuamos hoy ha sido inspirada por un importante libro del renombrado autor mexicano, Carlos Fuentes, fallecido en 2012, considerado por muchos como una obra capital para el conocimiento de la historia y cultura latinoamericanas. Me refiero a El espejo enterrado, con el cual Fuentes aporta su luminosa y aleccionadora visión de los primeros 500 años transcurridos desde el  descubrimiento de América por Cristobal Colón en 1492. Esta obra fue publicada en su primera edición en México en 1998 y la que utilizamos corresponde a la décimocuarta reimpresión (Taurus bolsillo), junio 2005, 590 páginas.

El objetivo de la serie no es realizar un análisis de este libro, sino el de aportar breves textos adicionales encontrados en Intenet, sobre temas y personajes mencionados en el mismo, en las páginas que se indican entre paréntesis al lado de cada tema o personaje.  Estos textos de Internet se transcriben en itálicas, en español o inglés, según sea el caso, con indicación de su fuente. Este décimo séptimo artículo se refiere a temas y personajes que van desde Alfonso IX de León (1171 – 1230) hasta Alfonso X El Sabio (1221 – 1284). Veamos:

Alfonso IX de León  (101) – Hijo de Fernando II y de Urraca de Portugal, Alfonso IX nació en Zamora en el año 1171. Los problemas con su familia le llevaron a viajar a Portugal para integrarse en la corte de aquel reinado. Cuando viaja hacia la tierra vecina, en enero de 1188, recibió la noticia del fallecimiento de su padre y regresó para reinar. Sus conflictivas relaciones con Portugal, por la mala relación con su madrastra, y Castilla marcaron su reinado, el de León, una tierra emparedada entre el reino portugués que buscaba su independencia y el de la pujante Castilla, gobernada por su primo, Alfonso VIII, contra quien luchó. Además, los almohades suponían un gran peligro por el sur. Por si las amenazas extranjeras no bastaran, el nuevo monarca se encontró con que el reino estaba en bancarrota por la política que había llevado su padre durante su reinado.  Con esta situación, el monarca, que apenas contaba diecisiete años, convocó las famosas Cortes de León de 1188 en las que fueron convocados por primera vez los representantes de las ciudades para intervenir en asuntos de Estado. Asistieron representantes de la nobleza, del clero y de las clases populares procedentes de León, Galicia, Asturias y Extremadura, siendo de esta manera, las primeras Cortes representativas de Europa y del mundo. Las Cortes se reunieron en el claustro de San Isidoro bajo la presidencia del rey leonés. Estaban presentes todos los obispos del reino, incluyendo al arzobispo de Santiago de Compostela, que era la máxima autoridad religiosa del reino, además de los nobles y los representantes de las ciudades del reino de León, que por primera vez eran convocados a un acto de estas características. Las ciudades representadas eran León, Oviedo, Salamanca, Ciudad Rodrigo, Zamora y Astorga, incluyendo también otras como Toro, Benavente, Ledesma y algunas más. El corpus documental de Los Decreta, el acta que surgió de aquella primera curia con burgueses de las ciudades, contempla lo que se podrían entender como las primeras leyes pactadas por representantes de todos los estamentos sociales. Aquellas normas eran, en verdad, ejecutadas por el rey, en connivencia con todos los demás parlamentarios. Además ser el rey que dio la voz al pueblo, uno de los actos más importantes y destacables de Alfonso IX en el Reino de León fue la creación del Estudio General de Salamanca, a partir de las escuelas catedralicias que ya llevaban funcionando casi un siglo. En aquellos tiempos eran normales las escuelas en las catedrales de los reinos de España. En 1208, el obispo Tello Téllez de Meneses había creado un Estudio general en Palencia (que acabó convirtiéndose en Universidad en 1263, cuando estaba a punto de desaparecer), un estudio donde los leoneses tenían difícil acudir debido a los continuos choques entre León y Castilla. Por eso, Alfonso IX decidió, en 1218, crear otro Estudio General en Salamanca. Años más tarde, Fernando III le daría un gran impulso y Alfonso X de Castilla finalmente la convertiría en la primera universidad que, en Europa, ostentaba ese título, el 6 de mayo de 1254. Los intereses de la política fronteriza le llevaron a establecer dos alianzas matrimoniales. En 1191 se casó con su prima Teresa Sánchez de Portugal y en 1197 con su sobrina Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII, rey de Castilla (1158-1214). Cuando falleció el 24 de septiembre de 1230, dejó el reino a Sancha y Dulce, hijas de su primer matrimonio. Pero será su hijo, el rey Fernando III de Castilla, habido en su matrimonio con Berenguela, quien finalmente reciba el reino de León en 1230. A partir de este momento los dos reinos no volverán a separarse.” (https://www.tribunasalamanca.com/noticias/alfonso-ix-el-rey-juez-que-dio-la-voz-al-pueblo-y-fundo-la-universidad-de-salamanca). También puede verse: (https://casarealdeespana.es/2015/09/24/alfonso-ix-de-leon/); https://www.elnortedecastilla.es/leon/201503/18/alfonso-juez-pueblo-leon-20150318112629.html, Luis V. Huerga); (https://www.enredando.info/23-de-abril-de-1229-el-rey-alfonso-ix-de-leon-conquista-caceres/);  

Monarquías emergentes aprovechadores de las ciudades para restarle poder a los feudales (99) – Entre los siglos X y XIII, gran parte del territorio europeo permaneció fragmentado en poder de múltiples señores feudales, quienes rivalizaban con los antiguos monarcas. Si bien los reyes no desaparecieron, su influencia había disminuído en beneficio de la nobleza feudal (condes, duques, marqueses). Sin embargo, esta situación comenzaría a cambiar bruscamente a partir del siglo XIV. Por una parte, el creciente poderío de las ciudades sustrajo a muchas personas de las áreas rurales, que se liberaron de los lazos de vasallaje y, por lo tanto, de la tutela de sus señores. Esto debilitó a la sociedad feudal y permitió el surgimiento de nuevos tipos sociales, como burgueses, artesanos y villanos. Por otra, esa gran empresa colectiva que fueron las Cruzadas, unió a la Cristiandad contra los "infieles" y motivó el traslado de numerosos contingentes armados, dirigidos por sus señores, hacia el Oriente. Los sangrientos combates contra los turcos selyúcidas significaron una merma poblacional aún mayor y en especial la desaparición de muchos nobles feudales. En este contexto, las viejas casas monárquicas comenzaron a resurgir. Hacia el siglo XIV, los reinos de Inglaterra, Francia, Portugal, Castilla, Aragón, Hungría, Polonia, entre otros, habían recobrado tierras que habían quedado vacantes, robusteciendo de esa manera el poder de los reyes. También se despojó a nobles por la fuerza. Así, progresivamente el Estado monárquico se separó del mundo señorial y se impusieron las grandes unidades territoriales a los más pequeños feudos. Como señala Maurice Crouzet, el Estado monárquico "por el debilitamiento político y económico de los antiguos cuadros sociales, como en el apoyo de las burguesías y de las nuevas noblezas, encuentra los medios de reducir a la obediencia a los miembros del cuerpo social y de convertirlos en súbditos".
(http://www7.uc.cl/sw_educ/historia/expansion/HTML/p1301.html.... o /sw_educ/historia/expansion/HTML/p1301.html)......”....La Reconquista, con sus ocho siglos de duración , produjo periodos de coexistencia e incluso, en ciertas etapas del siglo XII, una suerte de sociedad de frontera. En todo caso, los monarcas cristianos conquistaban colonizando, es decir, ofreciendo tierras a quien se comprometiese a ocuparlas, cultivarlas y defenderlas, lo que dio lugar a trasvases y migraciones del norte peninsular y de Europa nada frecuentes en otras latitudes por aquellas épocas. Aquellos colonizadores, a quienes se dibuja con una azada en una mano y la espada en la otra, fueron formando una sociedad de campesinos comparativamente más libre que las existentes en la Europa coetánea, donde la sujeción al señor feudal era mucho mayor. Estos campesinos semilibres se agruparon, del siglo IX al XI, en villas que se gobernaban por concejos electos y a las que los monarcas concedieron exenciones y privilegios (fueros). Y estos burgueses terminaron por sentarse junto con los otros dos brazos de la sociedad, nobles y eclesiásticos, en Parlamentos conocidos como Cortes en el siglo XII. Allí discutían y votaban los impuestos…..” (https://www.lamoncloa.gob.es/espana/paishistoriaycultura/historia/Paginas/index.aspx).

Los primeros parlamentos europeos  (100, 101) – “….El Parlamento moderno, considerado por la ética democrática como una institución política indispensable del Estado nacional, es la culminación de un largo y accidentado proceso de transformación histórica que tiene sus orígenes en la Edad Media, cuando la ausencia de una autoridad estatal centralizada (tras la desintegración del Imperio romano de Occidente) requirió que los individuos y las comunidades locales buscaran la protección (seguridad) de un guerrero (señor). Así surgió un sistema de vínculos personales basado en obligaciones recíprocas, llamado relaciones de vasallaje, mediante el cual un señor proveía seguridad personal y estabilidad territorial a cambio de fidelidad y servicios personales, entre los cuales resaltaba el servicio militar y el pago de tributos. Es decir, el vasallo, a cambio de protección, tenía que prestar servicio en la tropa del señor cuando este lo requiriera, y estaba obligado a pagarle parte de su ingreso en moneda, en productos o en trabajo. Los señores, a su vez, se subordinaban a otros más poderosos (se avasallaban entre sí), creando una cadena jerárquica de vasallaje que se extendía por todos los reinos europeos. A la cabeza de esa cadena reinaba un príncipe (primero entre pares) usualmente designado rey o emperador….Por eso, aun en tiempos de enorme inseguridad e inestabilidad, los señores feudales (la aristocracia) que componían las cadenas de poder aristocrático mientras administraban de forma autónoma sus sendos territorios, abrían espacios de participación política dentro de sus jurisdicciones a representantes de sus súbditos, como deferencia a la voluntad del gobernado. Al mismo tiempo establecieron hábitos y mecanismos para compartir las decisiones del reino con el monarca, utilizando como punto de partida (y límite funcional) la idea del vínculo de las obligaciones recíprocas. La más ubicua de esas instituciones fue la de los consejos o concilios reales, constituidos por los monarcas y los señores de mayor jerarquía, incluyendo a representantes de la Iglesia. En España, por ejemplo, se organizaron concilios reales para administrar los reinos de Castilla y Aragón, y otro para atender los asuntos de sus posesiones de ultramar, llamado Consejo de Indias. En estos cuerpos colectivos se discutían los asuntos del reino y se tomaban decisiones vinculantes. El Consejo de Indias llegó a tener una injerencia directa sobre los asuntos de Puerto Rico, incluyendo la articulación de políticas públicas (incluyendo la redacción de normas y estatutos) y la recomendación de candidatos para gobernar el territorio isleño….” (https://enciclopediapr.org/encyclopedia/los-antecedentes-historicos-del-parlamento/.)....”El corpus documental de Los “Decreta” (o Decretos) de León de 1188 contiene la referencia al sistema parlamentario europeo más antigua que se conozca hasta el presente. Estos documentos, cuyo origen se remonta a la España medieval, fueron redactados en el marco de la celebración de una curia regia, en el reinado de Alfonso IX de León (1188-1230). Reflejan un modelo de gobierno y de administración original en el marco de las instituciones españolas medievales, en las que la plebe participa por primera vez, tomando decisiones del más alto nivel, junto con el rey, la iglesia y la nobleza, a través de representantes elegidos de pueblos y ciudades…..” (http://www.unesco.org/new/es/communication-and-information/memory-of-the-world/register/full-list-of-registered-heritage/registered-heritage-page-8/the-decreta-of-leon-of-1188-the-oldest-documentary-manifestation-of-the-european-parliamentary-system/).
También puede verse: 

Almanzor -997 (105) – “…. Almanzor cuyo nombre real era Ibn Abu Amir, llamado al-Mansur “el victorioso”, hombre de leyendas y misterios en nuestra época medieval, fue un militar y político andalusí, que supo adentrarse en épocas muy tempranas en el entramado político del Califato de Córdoba, llegando a convertirse en un dictador y verdadero dirigente del Califato. Ibn Abu Amir, nació en el año 939, habiendo recibido una excelente educación durante su juventud en Córdoba en la que estudio derecho, lengua, literatura árabe y tradiciones proféticas, que le serviría para ser un astuto político y que gracias a su relación con la favorita del entonces califa Al-Hakam, la vascona Subh, madre del futuro heredero Hisam II, le permitirían su rápida ascensión dentro del circulo político del Califato….(https://revistadehistoria.es/almanzor-la-conquista-del-poder/)....Fue general de los ejércitos durante el reinado de Hisham II. Al ser éste menor de edad (tenía 11 años), el gobierno queda en manos de su madre Subh de Navarra y del primer ministro, Yafar al-Mushafi. Almanzor había comenzado como administrador en la corte. A la muerte de Al Hakam II, padre de Hisham II, Almanzor es nombrado visir (hayib) y comienza a enfrentarse a Yafar al-Mushafi, haciéndose con el poder en 981, con el beneplácito de Hisham II. Bajo su gobierno se perfeccionó todo el conjunto y se engrandeció la Alcazaba de Almería y se realizó la mayor ampliación de la Mezquita de Córdoba. Organizó su ejército contando, por primera vez, con la presencia de bereberes. Sus ataques durante los últimos años del siglo X, afectaron a todo el norte de la península ibérica: Tras la aceifa de 988, el reino de León hubo de pagar parias al califato de Córdoba. En el verano de 997 asoló Santiago de Compostela, después de que el obispo Pedro de Mendoza evacuara la ciudad. Quemó el templo prerromántico dedicado a Santiago, pero respetando su sepulcro. Esto permitió la continuidad del Camino de Santiago. La leyenda cuenta que las campanas del templo de Santiago fueron trasladadas por prisioneros cristianos hasta Córdoba y que, al parecer, hicieron el camino de regreso dos siglos y medio más tarde, llevadas por prisioneros musulmanes. En Córdoba, las campanas se utilizaron como lámparas. Almanzor perdió la vista por las heridas sufridas en la batalla de Calatañazor, en julio de 1002, muriendo unos días después. Se desconoce en qué provincia, ya que sus datos biográficos se diluyen entre lo histórico y lo legendario, pero algunos autores señalan Medinaceli como el lugar probable de su muerte. Dejó nombrado como su sucesor a su hijo Abd al-Malik, lo que generó una guerra interna entre los sucesores de Hisham II y los de Almanzor….” http://enciclopedia.us.es/index.php/Almanzor). También puede verse: (http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=almanzor); (https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/4186/Almanzor%20-%20Al-Mansur); (https://www.historiaespanaymundo.com/secciones/historia-medieval/almanzor-victorioso-ala); (https://www.abc.es/espana/20141209/abci-almanzor-general-victorioso-musulman-201412081952.html).

Alfonso (X) El Sabio (99, 106, 107, 114) – “….Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y de León, nació en el año 1221, y reinó entre 1252  y 1284. Hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia. Contrajo matrimonio, en 1249, con Violante de Aragón, hija del rey aragonés Jaime I el Conquistador. A la muerte de su padre reanudó la ofensiva contra los musulmanes, ocupando las fortalezas de Jerez (1253) y Cádiz (c. 1262). En 1264 tuvo que hacer frente a una importante revuelta de los mudéjares asentados en el valle del Guadalquivir. La tarea más ambiciosa del rey fue su aspiración al Sacro Imperio Romano Germánico, proyecto al que dedicó más de la mitad de su reinado….. Finalmente, en septiembre de 1272 Rodolfo de Habsburgo fue elegido emperador y en mayo de 1275 Alfonso X renunció definitivamente al Imperio ante el papa Gregorio X…… Una de las facetas más importantes de su reinado fue su labor legisladora, indisolublemente ligada a la introducción en Castilla y León del Derecho Romano. Bajo su impulso se organizó un formidable corpus de textos jurídicos, tanto doctrinales como normativos. Sus obras más significativas en este terreno fueron el Fuero Real, el Espéculo y las Siete Partidas. Las grandes realizaciones del monarca en el campo de la cultura le merecieron con justicia el apelativo de 'Sabio'. La nota más singular de su empresa cultural fue su vinculación simultánea a Oriente y Occidente. Con él se desarrolló en la Corona de Castilla una cultura de síntesis, en la que entraban ingredientes tanto cristianos como musulmanes y judíos. La fecundidad de la colaboración entre intelectuales de las tres culturas tiene su máxima expresión en la Escuela de Traductores de Toledo. Falleció el el 4 de abril de 1284, en Sevilla…… (https://www.escritores.org/biografias/422-alfonso-x-el-sabio).... También realizó la primera reforma o normalización ortográfica del castellano, lengua que se adoptó como oficial en el reino, en detrimento del latín. El propósito del monarca era que el castellano tuviera preeminencia en su Corte porque era la que comprendían sus vasallos. Su afán por la divulgación de la lengua ('porque los omnes lo entendiessen meior et se sopiessen dél más aprovechar') le llevó a traducir al castellano la Biblia, el Corán, el Talmud, la Cábala, Calila y Dimna (una colección de fábulas hindúes), Los Libros del Tesoro de Brunetto Latini, etc. Por todo ello, está considerado el fundador de la prosa castellana y tuvo tiempo para promover la creación de nuevas universidades como las de Valladolid y Sevilla además de dar nuevos brios a la universidad de Salamanca que había sido creada por su abuelo Alfonso X de León. Con sus iniciativas, provoca una revolución cultural, pone los cimientos del futuro Estado moderno hispano y del renacimiento científico en una Europa medieval que aún no había salido de su sopor guerrero…..” (https://www.historiaespanaymundo.com/secciones/edad-media/alfonso-x-rey-quiso-ser-emperador). También puede verse:

Apéndice:
Por una historia patria para adultos
Por Héctor Aguilar Camín
Héctor Aguilar Camín. Escritor. Su más reciente libro, Historias conversadas (Cal y arena, 1992).

“¿Qué historia debemos desear para el futuro? Sin duda, una que contenga la fuerza de nuestras mayores empresas civilizatorias. Este texto, leído el 3 de marzo en la presentación de El espejo enterrado, se alimenta de esa pregunta y prolonga la más reciente aventura estilística y conceptual de Carlos Fuentes, su pasión por los símbolos y los fantasmas de la cultura hispana, y lanza la flecha hacia el horizonte en el cual -como escribe Héctor Aguilar Camín- “desenterraremos más libremente nuestros espejos negados para mirarnos en ellos y exorcizar nuestros temores”
Carlos Fuentes:
El espejo enterrado
México, FCE
1992
432 pp.

El olvido, y yo diría también que el error histórico, son un factor esencial en la formación de una nación y es por ello que el progreso de los estudios históricos revuelve un peligro para la nacionalidad.
Ernest Renan

Hay muchas cosas que celebrar en este libro de Carlos Fuentes.
La primera de ellas, su poderío verbal, la fiesta del lenguaje cosida aquí a la fiesta de la erudición y del oficio de escritor. En sus años sesenta, la energía verbal de Fuentes está tan viva y desafiante como en sus primeros libros.
La fuerza del lenguaje y la apasionada vitalidad del autor son en sí mismos una prueba de la pertinencia de la tesis central de El espejo enterrado: la fuerza única de la raíz cultural hispánica, su riqueza multirracial y pluricultural, fruto de un largo contacto de razas y culturas que no ha cesado de mostrarnos su flexibilidad mayor: la de saber mezclarse con Otros, y llevar en sí la huella de todo lo que la ha nutrido.
El poderoso lenguaje de Fuentes nos recuerda hasta qué punto el español que hablamos y leemos hoy ha sido enriquecido, ampliado y potenciado por su periferia, hasta qué punto ese idioma ha sido revitalizado por autores no españoles, en particular poetas y novelistas latinoamericanos, que son sin embargo los más puntuales hijos, nietos, bisnietos, y nuevamente padres engendradores del idioma de Cervantes y Nebrija, autor de la primera gramática española en el año de 1492.(1)
Escrito originalmente para una serie de televisión, la de mayor éxito quizá que haya parido la prolífica madre celebratoria del Quinto Centenario, el texto de El espejo enterrado creció hasta volverse el tomo de 432 páginas que Fuentes nos entrega. Es un libro de dieciocho capítulos con una generosa bibliografía y un útil índice onomástico.
Ocho de los dieciocho capítulos están dedicados a España, su historia y su presente. Los diez capítulos restantes están dedicados a la América española en la siguiente elección de prioridades: un capítulo al mundo indígena, dos a la era de la conquista y la colonia, dos a la independencia americana, dos a la turbulenta formación de nuestras naciones en el siglo XIX, uno a la Revolución Mexicana, uno más a la América Latina actual y otro, final y sugerente, al tema de la hispanidad norteamericana, una primera inclusión en nuestra historia de esa otra enorme mezcla que se verifica a ambos lados del Río Bravo, cuyo rostro final no podemos prever.
La edición inglesa de El espejo enterrado lleva un subtítulo que resume con precisión y libertad la materia de este libro: Reflexiones sobre España y el Nuevo Mundo. No estamos frente a una historia, aunque su materia es la historia del mundo hispánico. No estamos tampoco frente a una conmemoración de las grandezas de la hispanidad, aunque su tema central sea la exploración de las riquezas sumergidas en nuestra raíz hispánica y la celebración de su pertinencia para el futuro. Estamos frente a un ajuste de cuentas mayor con una zona permanentemente negada de nuestra realidad histórica, un ejercicio de recuperación de nuestra hispanidad por las vías de la crítica, la reflexión y el poder evocativo de la literatura -o de la elocuencia literaria.
Carlos Fuentes ha reconstruido las tensiones, miserias y grandezas de la civilización hispánica en la desafiante marejada del mundo moderno que la sepultó a partir del siglo XVII, apartándola de las corrientes centrales o hegemónicas de la historia de Occidente. Lo ha hecho con una libertad y una amplitud tales, que su exhumación no sólo es un fogoso inventario de la diversidad del pasado hispánico, sino también una revelación de su pertinencia para el futuro, a caballo de su densidad multirracial y multicultural.
El alegato de Fuentes no es una defensa tradicionalista del legado español. Nada tan lejos de su ánimo como la adoración santurrona o complaciente de una herencia. Su mensaje es de cuerda renacentista: no quiere renunciar ni cerrar los ojos a ninguna de las zonas oscuras de su objeto. Su propuesta central es justamente la contraria: asumir completas las zonas de sol y sombra de nuestra hispanidad, porque en esa tensión extraordinaria de lo luminoso y lo sombrío está su verdadera fuerza, su capacidad de dar cuenta de todo lo humano, de todos los registros posibles de la cultura.
Los dilemas del orbe hispánico son los de la plaza de toros, nos dice Fuentes, el doble rostro de Jano que persigue el alma de España: sol y sombra, la aceptación de la diversidad del otro -el moro, el judío, el indio, el protestante- y la cara absolutista e intolerante de la Inquisición, el imperio de la autoridad central y la autonomía ganada de las ciudades y las comunidades, el viento fresco de la modernidad y la tierra seca pero firme de la tradición.
Los capitanes de Castilla, Extremadura y Andalucía trajeron consigo esos dilemas al Nuevo Mundo y fundaron nuestra propia ambigüedad hispanoamericana.
Dice Fuentes:
Hombres surgidos del cuero seco de Castilla que nos trajeron a las Américas la Iglesia, el ejército, un espíritu militante y un dilema angustioso entre las tradiciones democráticas nutridas por las ciudades medioevales o el uso y abuso autoritario del poder que pronto sería confirmado por la monarquía unificada. Ellos traerían al Nuevo Mundo todos los conflictos del carácter español, su imagen de sol y sombra, dividiendo el alma como dividen la plaza de toros. ¿Tolerancia o intolerancia? ¿Respeto hacia el punto de vista ajeno o la Inquisición? ¿La mezcla étnica o la pureza racial? ¿La autoridad central o la local? ¿El poder desde abajo o el poder desde arriba? Y, acaso, la cuestión que las contiene a todas: ¿tradición o cambio?
(Estas alternativas dividirían a los mundos hispánicos, en Europa y en las Américas durante muchos siglos. Mucha sangre sería derramada luchando en favor o en contra de estas ideas. Y sólo en nuestro tiempo se llegaría a un consenso conciliador de la necesidad de continuar la tradición dentro del cambio y de efectuar el cambio sin violentar la tradición.)
Fuentes desentierra y asume como vivamente nuestras, tradiciones que la historia de España pospuso, pero no aniquiló, y cuya persistencia es acaso la semilla de nuestro futuro deseable.
La tradición democrática hispana, por ejemplo, el archipiélago de ciudades autónomas que fueron extendiéndose a lo largo de la cambiante linea fronteriza de la reconquista, es la mata de donde brota la noción de municipio libre, una de las más largas herencias y uno de los más frustrados propósitos de la polis mexicana, un tema siempre planteado y siempre pospuesto, desde que Cortés fundó la villa de la Vera Cruz al poner pie en nuestras tierras, y sin embargo nuevamente actual, en el pujante mosaico del vigor regional mexicano de fin de siglo XX, cuyo profeta ha sido el historiador Luis González, nativo de San José de Gracia, Michoacán, pero cuyos ancestros son los rebeldes comuneros de fines del siglo XV en la España triunfante sobre los moros.
La negación de los derechos democráticos de las ciudades españolas, nacidas autónomas al paso de la guerra contra el Islam, es una de las imágenes fracturadas pero promisorias del espejo que nos mira desde el fondo de nuestra historia y da origen a una de las proposiciones centrales del libro de Fuentes: la posibilidad de construir nuestra propia originalidad democrática con arreglo a nuestras tradiciones postergadas.
Nuestra actual vida democrática, dice Fuentes, tan frágil como es, tiene sus asentamientos más hondos en estas poblaciones medioevales. A menudo nos hemos engañado a nosotros mismos ignorando la tradición propiamente hispánica de nuestra democracia, fundada en el municipio libre. Esto nos ha servido para adoptar formas aberrantes de autonegación: una, la imitación de las instituciones democráticas francesas y angloamericanas, diciéndonos que éstas sí han funcionado; otra la adaptación del autoritarismo con disfraces modernos y progresistas, dado que sólo este camino, tan derivativo como el primero, nos daría eventualmente las condiciones materiales para la democracia El capitalismo y el socialismo han fracasado en América Latina en virtud de nuestra inhabilidad para distinguir y fortalecer nuestra propia tradición que es auténticamente ibérica y no derivativamente angloamericana o marxista.
El futuro deseable de nuestra democracia, nos dice Fuentes, está en nuestro pasado negado o pospuesto y sin embargo vivo, disponible, no como una antigualla de la historia sino como un instrumento del porvenir.
La vertiente central del alegato de Fuentes, no obstante, es el de la continuidad cultural. La imitación y la rutina han lastrado nuestra modernidad política y nuestra eficiencia económica, nos dice Fuentes. La continuidad cultural, en cambio, ha sellado nuestra identidad con una matriz rica en mezclas y contactos, particularmente propicia a la comprensión del mundo de migraciones masivas y fronteras desafiadas que nos mira desde el siglo XXI. Siguiendo una metáfora de Borges, Fuentes se pregunta:
¿Quiénes somos nosotros, los que hablamos español, los miembros de esa comunidad hispánica, pero rayada de azteca y africano, de moro y judío? ¿Qué veríamos hoy en el aleph hispanoamericano?
Y contesta su propia summa cultural:
El sentido indígena de la sacralidad, la comunidad y la voluntad de supervivencia; el legado mediterráneo para las Américas: el derecho, la filosofía, los perfiles cristianos, judíos y árabes de una España multicultural; veríamos el desafío del Nuevo Mundo a Europa, la continuación barroca y sincrética en este hemisferio de un mundo multicultural y multirracial, indio, europeo y negro. Veríamos la lucha por la democracia y la revolución descendiendo de las ciudades del medioevo español y de las ideas de la ilustración europea, pero reuniendo nuestra experiencia personal y comunitaria en la aldea de Zapata, en los llanos de Bolívar y en los altiplanos de Túpac Amaru. Y veríamos también la manera como ese pasado se convierte en presente, en una sola creación fluida, sin rupturas.
Este es el espejo generoso y diverso en el que Fuentes nos invita a mirarnos, no como se miró Quetzalcóatl, según el mito indígena, para avergonzarse de su rostro y correr hacia otro lugar, sino para ir hacia el lugar donde realmente estamos, el lugar de donde venimos, reconciliados al fin con todos nuestros rostros, unos y múltiples como la vida misma y la cultura, que no se alimentan sino de la comunión de lo diverso, de la pluralidad que fortalece porque multiplica, la diferencia que se enriquece incluyendo y se expande tomando contacto con lo que la desafía.
Como a Quetzalcóatl, el espejo enterrado de nuestra historia todavía nos inquieta y espanta. A punto de bordear al siglo XX, nuestra conciencia histórica está llena de mentiras a la vez flagrantes y piadosas. No nos atrevemos a mirarnos en el espejo de ciertas realidades que son nuestro tabú, nuestro espejo enterrado……”

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